7 de octubre de 1979: el romance texano de los Clash

El grupo se subió de un salto a una casa rodante y le hizo una visita de medianoche a la tumba de Buddy Holly.

Texto de Lepo. Basado en escritos de Pat Gilbert, elbarcodecristal.wordpress.com y austinchronicle.com.

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La parte estadounidense de la gira The Clash Take the Fifth llegó en octubre de 1979 a Texas, donde la gira 1978 de los Sex Pistols había sido testigo de la mayor violencia. Los vaqueros y los mexicanos la habían combatido a brazo partido frente al escenario. Un proyectil del público le reventó los labios a Sid Vicious.

Al igual que previamente habían hecho los Pistols, los Clash querían actuar en pequeñas ciudades de Texas. Pero ellos fueron acompañados por una figura local. Como telonero, estaba su joven rockero-country estadounidense favorito, Joe Ely. Venía de Lubbock, el lugar de nacimiento de Buddy Holly.

-Lubbock era un área muy creativa musicalmente. No se por qué, quizás porque no hay nada mejor que hacer ahí- señaló Ely.

El 5 de mayo de 1979, mientras él y su banda se encontraban entre bambalinas en The Venue (Londres) unos jóvenes punkies se dirigieron a ellos.

-Acababa de salir Honky Tonk Masquerade y estábamos en Londres tocando en el boliche Venue, donde una noche aparecieron todos los Clash. Vinieron al backstage y supongo que me habían escuchado en la radio y se sabían todas las canciones del disco. Viniendo de Lubbock, no teníamos ni idea de lo que pasaba en Londres. Pete Townshend estaba ahí esa noche, pero yo a los Clash no los junaba. Se presentaron y tras hablar en el backstage, nos invitaron al estudio donde iban a trabajar al otro día. Así que fuimos y después anduvimos por los boliches del East End, pasando de largo todas las noches, pasándola bien. Fue como que los quilomberos del oeste de Texas se juntaron con los quilomberos de Londres. Éramos de mundos distintos, pero fue onda “¡Bueno! ¡Nos sigamos juntando!”. Tocamos tres noches seguidas en el Venue y nos juntamos todo el tiempo. Me contaron que iban a venir a EE.UU. y yo les pregunté dónde querían tocar: “Laredo, El Paso…”. Nombraban todos los pueblos de las baladas de pistoleros de Marty Robbins. “Bueno, ahí no sé, pero podríamos tocar juntos en Lubbock”, les dije. Y dijeron “¡Lubbock! ¡Bueno!”. Le dijeron a su organizador que no les importaban Houston ni Dallas. Querían tocar en Laredo, Lubbock, El Paso y Wichita Falls. De alguna manera armó eso y tocamos en Houston, San Antonio, Laredo, Lubbock y Juárez. Fue un gran encuentro Europa-Texas. En algunos de esos antros, el público los miraba como un chancho a un reloj. No entendían qué pasaba.

Joe Ely y The Clash se reencontraron el 8 de septiembre de 1979 en el festival Tribal Stomp de Monterey (California). Después de la presentación del 6 de octubre en Dallas, el grupo tuvo unos días de descanso. Joe Ely los invitó a tocar en su boliche local, el Rox de Lubbock.

-Cualquier grupo serio hubiera dicho “¡andá a cagar!” -se ríe el jefe de giras Johnny Green-. Pero los Clash no. A su alrededor los encargados de giras estadounidenses, las figuras de las agencias de contratación William Morris y Blackhill, les decían “no es buena idea”. Pero no los iban a convencer. Tocaron en el boliche; un lugar turbio con un escenario diminuto; sin promoción y con el equipamiento mínimo, y la convirtieron en una actuación fantástica y dinámica.

-No creo que nadie en Lubbock hubiese oído hablar de The Clash, pero nuestra banda tenía un gran poder de convocatoria, así que abarrotamos el local. Tocamos en primer lugar y The Clash cerró el show -detalló Joe Ely.

The Clash, lejos de acobardarse, barrió el escenario como una auténtica estampida.

-Todo el mundo estaba aterrado al principio, pero al final la pista de baile estaba atestada -continuó Ely-. Al final del set tocamos varias cosas juntos: “Not fade away” y quizá “Peggy Sue” [ambas de Buddy Holly]. Ellos tocaban “I fought the law”, que era una canción de Sonny Curtis. Eran unos grandes admiradores de Curtis [exguitarrista de la banda de Holly, los Crickets] y sabíamos que también era de Lubbock- matizó.

Después el grupo se subió de un salto a una casa rodante y le hizo una visita de medianoche a la tumba de Buddy, en el cementerio municipal del pueblo. Los Clash armaron un campamento con velas encendidas, radiograbadores, botellas de cerveza y guitarras acústicas. La visita terminó con una danza ebria en honor al príncipe modesto del rock and roll. Cada uno puso una púa sobre la lápida de Holly y se volvieron al rancho de Joe Ely, en los algodonales.

Durante el camino de regreso a lo de Ely, Topper se empezó a poner azul. Tenía una sobredosis. Alguien le había dado heroína. Pararon y lo llevaron a pie por el camino de tierra, en el medio de la nada, tratando de mantenerlo despierto; tratando de mantenerlo vivo. Fue una experiencia surrealista y shockeante.

Johnny Green recuerda:

-Pensé: “Somos una banda punk de Londres. ¿Por qué elegimos estar en esta posición? ¿Cómo llegamos a estar en medio de un campo en Texas, con la posibilidad de quedarnos sin baterista?”.

En esa época, según Green, Topper consumía heroína “de vez en cuando”, y no era adicto. Pero su predilección por otras drogas duras (particularmente cocaína), se estaba volviendo problemática. En un grupo tan importante como los Clash, que estaba cruzando constantemente fronteras internacionales, y que era blanco de los chequeos policiales, andar con drogas representaba un problema. Y también lo era el fastidio constante de tener que conseguir. Uno de los managers de ese momento, Andrew King, explica que, en este tipo de circunstancias, la tarea se terceriza. El costo después se pierde entre los “gastos” de la contabilidad de la gira.

Topper era el más propenso a los excesos convencionales de las giras. Sin embargo, según resalta King, estaba “muy lejos de la escala de comportamiento rockero legendario. Ocasionalmente destrozaba algún cuarto de hotel, y lo pagaba con su plata de la venta de remeras”. Sin embargo, había señales de que el baterista estaba perdiendo el control.

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