9 de octubre de 1977: bombas suecas

Cuando los Clash estaban por iniciar su reci en el Hotel Stora de Örebro, Suecia, hubo una amenaza de bomba.

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Los Raggare se hallan mayormente en Suecia y partes de Noruega, Finlandia, Dinamarca, Alemania y Austria. Están relacionados a la cultura motoquera y son reconocidos amantes de los autos hot rod y la cultura estadounidense de los ’50. A grandes rasgos, son el equivalente al “greaser” estadounidense o al “rocker” inglés. Todos comparten una pasión por la música y la moda rockabilly: origen obrero, remeras blancas, banderas confederadas, jeans sueltos con la botamanga enrollada, zapatillas de lona como las Converse o botas de seguridad.

Ese fenómeno, originalmente, desató pánico. A esos matones suecos de fines de los ’70 no les gustaba el punk. Si alguien tocaba punk en un parque o en sus alrededores, por alguna extraña razón, siempre estaban ahí perturbando a las bandas, el público y los organizadores. La banda punk sueca Rude Kids, siempre se metía en peleas contra la tribu urbana de los Raggare y por eso compuso el tema “Los Raggare son unos hijos de puta”. Bastante tajante.

Cuando los Sex Pistols estaban en su primera gira estadounidense, en el sur se encontraron con los equivalentes a los “rags”. Cuando Johnny Rotten cantó que él era el Anticristo y que era un anarquista, el público terminó arrojándole botellas a la banda. Una escena clásica ocurrió cuando Sid Vicious se hartó y le pegó con el bajo en la cabeza a un espectador.

Pero volviendo a Suecia, en 1977 iba a haber un otoño boreal punk en Örebro, con montones de bandas. Los Stranglers iban a llegar el 18 de septiembre, pero dos días antes tocaron en Klippan [provincia de Scania, 400 kilómetros al sur de Örebro] y la banda fue literalmente perseguida y sus instrumentos destrozados. Así que los Stranglers se volvieron a su casa.

El 18 de octubre, debió tocar Ultravox, pero no había un lugar adecuado para ellos. Y no está claro por qué no tocaron los Damned el 30.

La única banda que apareció en ese “otoño punk”, fue The Clash. El domingo 9 de octubre, tocaron en el Hotel Stora.

Los organizadores daban por descontada una pelea, pero resultó ser una noche bastante calma.

-Pensé que habían destruido el Hotel -cuenta el espectador Göran Ekberg, que en ese entonces tenía 24 años-. Habían retirado todos los objetos contundentes. Parecía que los organizadores esperaban un disturbio, pero nunca ocurrió.

Pero la presentación tuvo un arranque bastante raro:

-A las ocho de la noche, el hotel recibió una llamada. Una voz masculina desconocida dijo que a las nueve iba a explotar una bomba -dijo el diario Nerikes Allehanda.

El hotel tuvo que ser evacuado, incluyendo a la banda, los invitados, los huéspedes y las aproximadamente 400 personas que estaban en el comedor para escuchar a los Clash.

En esa secuencia, el propio Göran tomó una fotografía. Es una imagen en blanco y negro sugerente, algo confusa. Un joven con un cigarrillo en la mano izquierda, junto a un farol del puente Storbron, afuera del hotel, en un Örebro brumoso, con la calle lluviosa. El joven es Mick Jones, el guitarrista de 22 años.

-Yo tenía una cámara -dice Göran-. Y cuando todos tuvimos que salir vi a alguien de la banda parado ahí. Pensé que era Joe Strummer. De todas formas, saqué la foto. Luego tuvimos que entrar de nuevo.

La bomba fue solo una falsa alarma, así que al rato, el show pudo continuar. Y como suelen decir a veces, estaban “todos”. Muchos de los que estuvieron ahí, armaron sus propias bandas punk. El más famoso, fue Joakim Thåström, que luego formaría Ebba Grön.

-Vi a los Clash en el parque Gröna Lund de Estocolmo [200 kilómetros al este de Örebro] y cuatro meses después, en Örebro. ¡Los dos recitales fueron los mejores de mi vida! Nunca nada me había golpeado tan fuerte; estaba totalmente paralizado. Eran increíbles. Mi vida cambió para siempre en el segundo que subieron al escenario. Salieron totalmente furiosos. ¡Terrible sonido! ¡Lo tenían todo! Lo mejor que he visto en mi vida.

Los Clash en el Hotel Stora (Örebro).

Al día siguiente, se pudo leer la reseña de Håkan Petterson en Nerikes Allehanda:

-The Clash se presentó durante 45 minutos, con un tempo violento y un volumen alto. Su música provoca ataques y se lanza casi literalmente a la audiencia como una auténtica sopa cruda. Pero la pequeña camarilla de fans del punk nunca se cansa.

La banda nunca regresó a Örebro.

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Texto traducido y armado por Lepo con extractos de Wikipedia, Joakim Johansson y Bo Helgesson.

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