‘London Calling’, “mejor disco de los ’80”

En noviembre de 1989 los editores de la revista estadounidense Rolling Stone elegían los 100 mejores álbumes de la década que estaba por terminar, y los Clash, ya separados, llegaban a la cima.

Texto de Chris Salewicz – Traducción y compaginación: Lepo.

Los ’80 terminaron siendo mucho mejores para Joe Strummer que lo que él esperaba. De la nada, en noviembre de 1989, Rolling Stone votó a London Calling como “Disco de la década”, lo cual elevó inmensamente la importancia y posición de los Clash. Aunque London Calling se había publicado en Gran Bretaña a mitad de diciembre de 1979, en Estados Unidos la fecha oficial de publicación fue el 15 de enero de 1980.

Joe me contó sobre ese galardón en diciembre de 1989, parado en la vereda, fuera de su casa, donde me topé con él. Estaba muy entusiasmado, animadamente positivo, chisporroteando de la risa por la confusión en la fecha de publicación.

La aclamación de Rolling Stone fue un artículo replicado internacionalmente, y la inmensa influencia e inspiración de los Clash, quedó esculpida en piedra. Casi inevitablemente, también hubo un lado negativo: la misma edición de Rolling Stone donde se prodigaban semejantes elogios hacia los Clash, tenía una reseña indiferente, del tamaño de una estampilla, sobre Earthquake Weather. La aclamación a London Calling, no logró traducirse en un aumento de ventas del primer disco solista de Joe.

Texto original de la edición de Rolling Stone del 16 de noviembre de 1989 – También, traducción y compaginación de Lepo.

Ésta fue la primera década del rock sin revolución o sin verdaderos revolucionarios propios. Los ’50 fueron testigos de nada menos que el nacimiento de la música. A los ’60 los sacudió la Beatlemanía, el Motown, Phil Spector, la psicodelia y Bob Dylan. Los ’70 dieron origen a David Bowie, Bruce Springsteen, el heavy metal, el punk y la new wave.

En comparación, los ’80 fueron una década de synth pop, Michael Jackson, discos compactos, giras de reunión de bandas de los ’60, los Beastie Boys y mucho más heavy metal, entre otras cosas. Pero si los últimos 10 años no fueron exactamente material revolucionario, fueron un momento crucial para los replanteamientos y la reconstrucción. Tanto a los músicos como al público les ha costado asumir los parámetros y las posibilidades del rock, su relevancia emocional y su conciencia social muchas veces dormida.

La siguiente encuesta de los 100 mejores discos de los ’80, seleccionados por los editores de la Rolling Stone, demuestran que la música y los valores que defiende, fueron más ricos para esa lucha. Los punks crecieron y se volvieron más claros en su frustración y rabia, mientras que muchos artistas veteranos reaccionaron al desafío de ese movimiento con sus obras más enérgicas en años. Y el rap le transformó la cara y la voz a la música popular.

Los primeros 10 puestos abarcan el punk políglota de los Clash, la fusión funkadélica de Prince, el afro-bop de los Talking Heads y Paul Simon, y los himnos de inocencia y experiencia de U2 y Tracy Chapman. Más abajo en la lista, alcanza nuevas alturas gente experimentada como Dylan, los Stones y Lou Reed. Public Enemy y Run DMC se coparon con unas tremendas zapadas callejeras. Metallica y los Guns N’ Roses establecieron bases nuevas para el hard-rock; y Hüsker Dü, Sonic Youth y los Replacements aportaron manifestaciones decisivas de la angustia post-punk.

Los rankings como éste, son subjetivos por naturaleza. Pero el rock de los ’80 fue así: alegre, variado, polémico y hasta cierto punto, irresuelto. Viendo lo mejor que el rock tuvo para ofrecer en los ’80, queda claro que a la bestia le queda mucha vida. La próxima revolución puede estar a la vuelta de la esquina.

PUESTO 1 – The Clash: London Calling

Este disco no podría haber llegado en un momento más perfecto, ni de una banda más apropiada que los Clash. Publicado en EE.UU. en enero de 1980, con la década y el año nuevo en pañales, London Calling fue una transmisión de emergencia de la Última Banda Enojada del Rock, informando que el Armagedón estaba cerca, el núcleo de la sociedad occidental estaba podrido y el rock necesitaba una buena patada en el trasero.

Pataleando y gritando en un disco doble de 19 canciones; patinando entre el ska, el reggae, el R&B, la música del tercer mundo, el power pop y el punk a toda máquina, los Clash atacaron las puertas de las convenciones rockeras y marcaron la agenda musical, política y emocional de la década, sin ayuda de nadie.

La banda ya se había apuntado dos obras maestras de furia punk: The Clash (el disco debut de 1977) y Give ‘Em Enough Rope. Pero esta vez, los cantantes, guitarristas y compositores Joe Strummer y Mick Jones calibraron la visión de mundo de los Clash con una sensibilidad más profunda, abordando los problemas haciendo zoom en los individuos y las realidades difíciles. Mientras que el sonido cosmopolita del disco se anticipó a la moda de la world-music, su mensaje (la revolución empieza en casa) disparó el resurgimiento de la conciencia social del pop en los ’80.

El hogar de Strummer, Jones, el bajista Paul Simonon y el baterista Nicky “Topper” Headon, era Londres, donde ensayaron y grabaron el grueso del disco durante el final de la primavera y el verano boreal de 1979, y donde había amplias evidencias de un apocalipsis inminente: tensión racial, desempleo en aumento, adicción desenfrenada a las drogas. En el tema que da título y el tono al disco, Strummer da un catálogo de desastres y Jones musicaliza con la potencia de su guitarra. Pero ese miedo y esa urgencia también eran muy reales para la banda, que acababa de separarse del manager Bernie Rhodes, debía mucha plata y le había declarado abiertamente la guerra al negocio musical.

Foto de Pennie Smith.

-Me acuerdo de que las cosas estaban muy irresueltas. Había una sensación bastante buena: nosotros contra el mundo -dice Strummer-. Sentimos que estábamos luchando; a punto de resbalar por una pendiente o algo así; agarrándonos con las uñas. Y no había nadie que nos ayudara.

El aislamiento y la desesperación son temas recurrentes en London Calling. El brillo tipo Phil Spector de “The card cheat” oculta la emoción de su letra, mientras que “Hateful” habla de la adicción a las drogas desde el punto de vista de un adicto: “Estoy muy agradecido de estar en ningún lado”.

-Había una sensación de que la vida en realidad es una sucesión de piñas duras -dice Jones-. De que eso es lo que tenemos que aceptar día tras día.

De hecho, “Lost in the supermarket”, una tajada oscura de pop europeo vivaracho, está basada en la vida personal de Jones en ese momento:

-Yo vivía en un depto municipal con mi abuela -dice-. No encontraba mi lugar. Se suponía que yo era una estrella de rock, pero vivía con mi abuela.

Jones y Strummer compusieron muchas canciones en el depto de su abuela, hasta que Jones por fin se mudó.

El disco también tiene un espíritu de lucha para repartir, en “Clampdown” (“Que la furia tenga su hora. El enojo puede ser poder”) y “The guns of Brixton”, una canción de Paul Simonon que combina imágenes de la tensión racial del barrio londinense de Brixton, con la idiosincrasia criminal de la película jamaiquina The Harder They Come. “Spanish bombs”, inspirada originalmente por un informe radial sobre un bombardeo terrorista en el Mediterráneo, evoca el espíritu rebelde de la Guerra Civil Española.

London Calling llegó a ser un disco doble simplemente por el nivel de energía con que Strummer y Jones componían canciones.

-Una vez que Joe aprendió a escribir a máquina, tecleaba las letras a una tasa alta de buen material -dice Jones-. Entonces yo podía producir música, mientras él le daba a la máquina de escribir.

Foto de Pennie Smith

Los integrantes de los Clash le dedicaron casi tres meses a arreglar y hacer demos del material en su sala, un garaje en el sector londinense de Pimlico, antes de entrar al estudio. Agregaron un par de covers seleccionados que reflejaran su ancho campo de visión musical, como “Brand new Cadillac”, de la leyenda rockabilly británica Vince Taylor, y “Wrong ’em boyo”, una parodia de “Stagger Lee” de un grupo de ska jamaiquino: los Rulers.

Los Clash encontraron en Guy Stevens al productor perfecto. Un alma gemela renegada con credenciales impecables: en los ’60 estuvo a cargo de la filial de Sue Records en el Reino Unido. Y una genialidad intuitiva aunque lunática para llevar la esencia del rock a la grabación. Sus protegidos incluían a Free y Mott the Hoople y produjo los primeros demos de los Clash, en 1976. Había perdido el apoyo de la industria, pero los Clash sintieron que él era el loco que tenía que hacer el trabajo.

-Sentimos que era una buena manera de mantenerlo encaminado; mantener los pies en la tierra -dice Strummer-. Creo que algo muere en la música cuando todo es conservador, con contadores que monitorean cada movimiento.

En los métodos de Guy no había nada conservador: incluían derramar cerveza en el piano -cuando la banda lo quiso usar en una canción pasando por encima sus objeciones-; y arrojar sillas “cuando le parecía que a un tema le faltaba cocción”, según Strummer. En una toma, Stevens casi le pegó a Jones con una escalera.

Pero Jones dice que Stevens -ya fallecido- era un “verdadero vendedor de onda” y siempre estaba exhortándolos “a dar más; a aumentar la intensidad; a ponerle energía”.

-Stevens también tenía buenos instintos musicales. La versión de “Brand new Cadillac” en el disco, en realidad, es una toma de precalentamiento.

-Dijimos “Bueno, ahora la hacemos en serio” -dice Topper Headon-. Y él dijo “No, está bárbara; la usemos”. Pero le dijimos “Esperá un minuto: está acelerada”. Y dijo “El rock & roll siempre se acelera”. Y eso fue todo.

Los Clash rápidamente se entusiasmaron. El chisporroteo del comienzo de “The guns of Brixton” no es fuego, sino el sonido de los integrantes de la banda despegando tiras de Velcro del cuero de las sillas giratorias que sacaron de la sala de control.

“Trin in vain”, el hit sorpresa del disco, se grabó tan al final de las sesiones, que no hubo tiempo de incluirla en la tapa ni en la etiqueta. Y en la canción tampoco hay ningún tren.

-El tema tiene como un ritmo de tren -dice Jones, que compuso la mayor parte-. Y fue, una vez más, esa sensación de estar perdido.

Por extraño que parezca, los Clash fueron basureados de locales por ablandarse y venderse al gusto comercial estadounidense.

-Cuando leí eso, esa noción era tan nueva para mí, que simplemente me reí -dice Strummer-. En esa sala sucia de Pimlico, con una luz y una alfombra mugrienta en la pared como insonorización, ése era el último de nuestros pensamientos.

También recuerda la angustia de un skinhead alemán, que gritó:

-A mi mamá le gusta “Wrong ’em boyo”. ¿Qué me hicieron?

Strummer dice:

-Me acuerdo de que pensé: “¿Tendrá razón? Capaz que la tendríamos que haber ofendido más”.

Foto de Pennie Smith

De hecho, los Clash simplemente le estaban demostrando a su electorado punk, y al mundo pop en general, que había más de una manera de entusiasmar al público. El diseño de tapa de London Calling, una parodia del primer disco de Elvis Presley con una foto de Paul Simonon destruyendo su bajo en vivo en New York, lo dice todo: éste es un disco con los valores clásicos del rock & roll, con el espíritu renovado para una nueva era.

Los otros nueve primeros puestos fueron:

2 – Prince and the Revolution: Purple Rain

3 – U2: The Joshua Tree

4 – Talking Heads: Remain in Light

5 – Paul Simon: Graceland

6 – Bruce Springsteen: Born in the USA

7 – Michael Jackson: Thriller

8 – REM: Murmur

9 – Richard & Linda Thompson: Shoot Out the Lights

10 – Tracy Champan: disco homónimo.

@@@@@@@@@@

Leave a comment