Reseña original de ‘London Calling’ en ‘NME’, 1979

London Calling repara el daño hecho por el rock malo de la década pasada”.

por Charles Shaar Murray

Revista NME (Inglaterra) – 15 de diciembre de 1979

Traducción y compaginación: Lepo.

Charles Shaar Murray

London Calling es el primer disco de los Clash en estar verdaderamente a la altura de su leyenda, aunque en su mayor parte se saca de encima las porciones menos digeribles de esa leyenda. Tiene partes que suenan totalmente distintas a todo lo que grabaron antes, pero es el disco más puramente clashero que han grabado los Clash hasta ahora. Gran parte del material de estos cuatro lados, representa a los Clash componiendo, cantando y tocando como si dieran la vida por eso, pero simultáneamente, gran parte los muestra componiendo, cantando y tocando puramente por diversión.

El rock clashero ahora (en London Calling) tiene una frescura, una variedad, una vitalidad y un rango que nunca habían mostrado antes (aunque algunos aspectos fueron anticipados hace mucho en “Stay free”, “White man in Hammersmith Palais”, “Julie’s been working for the Drugs Squad” y en el EP The Cost of Living), mientras que, al mismo tiempo, se basa en raíces musicales que aparecían escasamente allá en los días de “White riot”.

London Calling además es el primer disco de los Clash que suena bien -a excepción posiblemente de Cost of Living-, lo que no es poco. Guy Stevens produjo a los Clash de la manera en que deberían haber sido producidos de entrada. La pared de sonido metálica con amplificadores baratos del primer disco, ahora suena antigua y unidimensional en comparación. Y el rock adulto y radial de Give ‘Em Enough Rope, forzado por el horrendo Sandy Pearlman, ahora queda expuesto como un error de buen gusto y buen juicio incluso más colosal que lo que parecía antes.

Vamos al grano: London Calling es un disco doble de 18 temas nuevos de los Clash (19 si contás el bonus track que aparece al final, sin figurar en la funda) que se consigue por cinco mangos [36 dólares actuales]. Y si te avivás y lo comprás en una tienda Virgin, te lo podés llevar a tu casa por tres mangos [21,50 dólares actuales]. Es bueno, es barato y es mucho. A eso le llamo una ganga. Una de las mejores de mi vida. Con London Calling, los Clash empardaron las apuestas de todos los demás y tiraron sus naipes sobre la mesa. En palabras de Springsteen, mostraron una mano que ni The Police puede superar, y se merecen barrer con todo.

Incluso han sido lo suficientemente honestos en exponer sus tres mayores pecados en tres temas específicos: “Lover’s rock”, terriblemente condescendiente y acomplejada, demuestra que son muchísimo mejores discutiendo la relación del hombre con la sociedad que la del hombre con la mujer. Éste es un desbalance crónico en la forma en que los Clash ven la vida, y el día en que resuelvan esa contradicción, va a ser el día en que Strummer y Jones escriban una canción de amor buenísima (yo le apuesto a Jones).

“Four horsemen” es una automitificación de la unión de los chicos rebeldes con estilo. Ésa que denuncian en “Death or glory” y que deberían haber tirado a la basura en la época de “Last gang in town” o dejado para los Generation X, que, después de todo, tienen muy poco que decir.

El tercer y último punto débil es “Guns of Brixton”, el debut de Paul Simonon como compositor y vocalista. Musicalmente impecable, es una de las obras reggae más tensas y estimulantes de los Clash. Los Clash siempre han optado por la tensión y la militancia del reggae, mientras que los Police siempre se concentraron en su atmósfera, que después de todo es mucho más vendible y menos desafiante. Pero no hace falta otro himno al martirio. Ya tuvimos demasiados mártires.

Desde el punto de vista de la letra, esos tres temas representan lo peor de los Clash: machistas (no se menciona a las mujeres, o se las subestima), militaristas, a favor de la militancia, y con una fijación por los mártires. Fuera de eso, los Clash salen triunfales.

*

El disco abre con el corte de difusión. Una línea recta que separa el apocalipsis de “Diamond dogs” de Bowie y el testamento de coraje personal e integridad de “Darkness at the edge of town” de Springsteen. Un llamado a la solidaridad y la fe para enfrentar un desastre inminente. “London calling” es un afinador que le da el tono a todo el disco. Un tono que aparece incluso en los momentos menos serios que vendrán después.

Incluso antes de que se desvanezca el código morse hecho con el selector de pastilla por Mick Jones, los Clash se meten derecho a “Brand New Cadillac” de Vince Taylor, un R&B duro teñido de rockabilly, que recuerda al épico “Train kept a-rollin'” de los Yardbirds, con un guiñito a “Crossroad” de Cream al principio del solo de guitarra. Las simpatías de los Clash (por única vez) están puestas claramente en la novia que se fuga. Fijate en el rugido despreciativo de Strummer: “¡Cagate, papi! ¡Ella no va a volver NUNCA!”.

Ahí nomás, los Clash se meten al bar favorito de Tom Waits para hacer “Jimmy Jazz”, un tema arrastrado, perezoso, alcohólico, con un saxofón sucio y grasiento. Hay vientos en abundancia en London Calling, a cargo de “The Irish Horns” (Los vientos irlandeses). Si no son los vientos de John Earle and the Rumours, me disculpo. Strummer grita borrosamente “¡Qué alivio!” sobre el solo de saxo, y le da información falsa a la policía que vino a buscar al mismísimo Jimmy Jazz.

Un ritmo de Bo-Diddley urbano le da entrada a “Hateful”: una mirada afilada sobre el consumo de drogas, con un zumbido de guitarra de Mick Jones que ya aparecía más notablemente en “I fought the law”. “Todo lo que quiero me lo da, pero no gratis”, aclara Joe de forma sarcástica y con arrepentimiento por su decadencia mental y espiritual.

“Rudie can’t fail”, uno de los puntos altos de un disco bastante sublime, termina de redondear el primer lado. Rudie claramente ha vuelto a la bebida desde que Strummer lo evocó por primera vez al final de “Safe European home” en el disco anterior. Strummer arenga a Jones en una vocalización maravillosamente vivaz, en un intento de ska movido que se equipara a cualquier tema de los Specials. “¿Por qué te ponés rudo y temerario? No seás tan grosero e inútil. Estuviste tomando birra en el desayuno. ¡Rudie no se puede equivocar!” cacarea Mick Jones, evocando sin esfuerzo un orgullo y una militancia que no tiene nada que ver con la agresión y los matones. ¡Un mensaje para vos, Rudie!

“Spanish bombs”, que abre el lado 2, es quizás la pieza más brillante y atípica del disco. El zumbido y los acordes beatlescos de la primera viola de Jones, se yuxtaponen sobre una alfombra exuberante de guitarras acústicas y un ritmo acelerado a cargo de Headon. Una mirada maravillosa y ambigua a la Guerra Civil Española, con un estribillo en la lengua de los amantes, va y vuelve de la guerra española a la España y la Irlanda contemporáneas. El contrapunto está en la frase siniestra “Esta noche vuelo en un DC-10”. Strummer canta el tema con hermosura, y la voz más aguda y suave de Jones alterna entre las octavas, las armonías y la voz principal con una seguridad maravillosa. Éste es el mejor lugar para resaltar que en este disco Strummer prácticamente debuta como cantante. En el primer disco rugía como una foca, y en el segundo Pearlman enterró su voz para que tuviera un parecido con Steve Tyler y vendiera en EE.UU.

En “The right profile” Joe vuelve a sonar como borracho. Cuando arrastra las palabras así, tiene un parecido perturbador con Ian Hunter [de Mott the Hoople]. ¿Qué le hiciste, Guy? Es un homenaje bullicioso y divertido a Montgomery Clift. Stevens mentalizó a Strummer para que la compusiera, de alguna manera non-sancta. Es mordaz, es rockera y es divertidísima.

Mick Jones vuelve a aparecer en “Lost in the supermarket”, otro punto alto y sutil. Jones adopta la personalidad del ciudadano desconcertado y amaestrado, que apenas si se da cuenta de que le falta algo en la vida, con una compasión encomiable y con falta de condescendencia. Simonon tira un yeite clásico de bajo disco, y la voz pequeña de Jones demuestra un sentimiento genuino, especialmente cuando Strummer entra con un contrapunto áspero sobre el final.

“Working for the clampdown” es del viejo estilo de los Clash: estricta, militante y con un ruido de guitarra ridículamente militar a cargo de Mick Jones. La ya mencionada “Guns of Brixton” cierra el lado.

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La segunda mitad abre conmovedoramente con “Wrong ’em Boyo”. La saga de Stag-o-Lee suena en un estilo de verdadero cabaret, hasta que Strummer detiene el proceso al final de la primera estrofa, y traduce la leyenda a un ska tenso y saltarín. Otro mensaje para vos, Rudie: vivir fuera de la ley, para los Clash, significa ser el doble de honesto que los que viven dentro de ella. Y eso también significa aceptar las consecuencias. Sostienen esa postura enfáticamente en otro tema crucial del disco: “Death or glory”. La postura del forajido no tiene sentido si no la respaldás con una verdadera integridad. “La muerte o la gloria son solamente un cuento más”. Comentan con mucha gracia y con remordimiento su propia odisea: “Todos esos vándalos vivos que sacan oro del rock and roll, agarran el micro y nos dicen que se van a morir antes de venderse. Pero yo creo en esto, y está investigado y comprobado: el que se coge una monja después se mete a la iglesia”.

Cumpliendo su palabra, Strummer nos lleva a un rascacielos de Manhattan: “¡Sube el ascensor!”. Nos muestra a los ejecutivos modernos. “Con tu traje de piel de serpiente y tus botas de lagarto, no necesitás un lavadero. ¡Los podés mandar al veterinario!”, canta en “Koka Kola”.

El lado termina con Guy Stevens haciendo un disco spectoreano con los Clash, que al mismísimo Spector le va a costar superar con los Ramones. “The card cheat” nos muestra a los Clash considerando seriamente la posibilidad de la pérdida y la derrota, recordando siniestramente la melodía principal de “Rudie can’t fail”, de una manera difícil de pasar por alto. Jones toca el piano. Strummer se lleva el crédito de “pianista” en los demás temas.

Como en los ya mencionados “Lover’s rock” y “Four horsemen”, Mick Jones protagoniza el último lado :

1) Mandando a cagar a la muerte en “I’m not down”, donde reconoce las fallas y los errores del pasado y quizás del futuro, pero declara su intención de ganar la guerra a pesar de perder algunas batallas. “Me pegaron, me echaron, pero no caí. Me hicieron quedar mal, pero crecí. No caí”.

2) El tema “secreto” “Train in vain”, en un principio era un proyecto de flexidisc de regalo de NME y los Clash, pero hubo grandes problemas técnicos y logísticos, y entonces en vez de eso aparece acá y suena mejor de lo que hubiera sonado en un flexi, así que ¿quién se puede quejar? “Train in vain” es un soul británico del ’79 que cualquier banda mod hubiera estado orgullosa de hacer.

El cierre de Strummer se produce en otra revuelta de Rudie: “Revolution rock” es uno de los temas de este disco que no fue escrito por los Clash. Los otros son “Brand new Cadillac” y “Wrong ’em Boyo”. Pero todo lo que tocan los Clash se convierte en una canción de los Clash. Por ejemplo, ¿cuál podría ser una canción clashera más perfecta que “I fought the law”?

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Ésta fue una visita guiada por London Calling. Pero escucharlo es irreemplazable. Tenés que hacerlo. Los Clash fueron criticados por volverse “una banda de rock cuadrado”, lo cual es extremadamente engañoso. A los Clash les encanta el rock y por eso lo tocan, pero quieren cumplir su promesa, y por eso lo tocan a su manera. Por grupos como los Clash, el rock no está en el basurero cultural. London Calling repara el daño hecho por el rock malo de la década pasada.

También pone a mucha gente en el tapete. Perdón si me equivoco, pero en términos de hacer valer la plata, los Clash le dan respuesta a la falta general de guita dándote más música por la misma plata, mientras que todos los otros se rompen los sesos tratando de pensar maneras lindas de salirse con la suya y darte menos. Los Clash ya lo hicieron. ¿Quién es el próximo?

Revista NME del 15 de diciembre de 1979, donde salió esta reseña.

Ya escuché London Calling durante dos semanas. Fue el disco que más escuche en la previa, y sin dudas va a seguir cumpliendo su función un tiempo más. Todos los Clash, con el tecladista Mickey Gallagher de los Blockheads a préstamo, el sonidista Bill Price, el tío Guy Stevens y los demás, se pueden sentir muy pero muy orgullosos de lo que hicieron.

Londres llama. ¡Muy bien! Ahora todos, desde Birmingham, Inglaterra, hasta Birmingham, Alabama, llámenlos a ellos. Esto es la posta.

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