Reseña del compilado ‘Assembly’ de Joe Strummer

Texto de Elizabeth Nelson para pitchfork.com – 27 de marzo de 2021 – Traducción y compaginación: Lepo.

Este nuevo compilado selecciona hábilmente los puntos máximos de la trayectoria solista de Strummer, aunque nunca alivia las preguntas sobre el legado de los Clash: “¿qué hubiera pasado si…?”

Puntaje: 8/10.

Entre los grandes equipos de compositores de la segunda mitad del siglo XX, quizás nadie sufrió tan evidentemente su apego como Joe Strummer y Mick Jones de los Clash. Eran dos usinas de talento cuyos conjuntos de habilidades se complementaban asombrosamente.

Strummer era una fábrica de ideas con una curiosidad intelectual ardiente y sus viajes extensos como hijo de un diplomático le dieron a los Clash una búsqueda panorámica que los separaba de sus pares más pueblerinos del punk británico temprano.

Jones, amante del glam, era un técnico natural para el estudio, con un oído experto para la melodía y los arreglos y una mano para optimizar las preocupaciones itinerantes de Strummer y hacerlas apetitosas para el gran público.

Tras la separación de la banda, ambos pasarían a hacer trabajos excelentes como solistas (y colaboradores ocasionales), pero ninguno volvería a lograr una sociedad tan armónica y productiva. Strummer lamentó su separación durante el resto de su vida.

Tras la desafortunada disolución de los Clash, las tendencias erráticas de Strummer se arraigaron más, sin el principio organizativo de la banda. Saltaba incansablemente por el mundo, satisfaciendo tanto su curiosidad como su apetito: un icono punk que se desplazaba culturalmente y se volvía un genuino hombre sin tierra.

Creativamente, se mantuvo tan fértil como siempre, pero sin que Jones lo desafiara, sus diversos proyectos con bandas de acompañamiento como los Mescaleros y la Latino Rockabilly War variaban violentamente de calidad.

Joe con los Latino Rockabilly War en Londres. 1988. Foto de Julian Yewdall.

Los innovadores interludios de dub y electrónica que poblaban los discos de la última etapa de los Clash, Sandinista! y Combat Rock, frecuentemente se inclinaban hacia bocetos inconclusos, mientras que el oído bien pulido de Strummer para los ganchos, claramente necesitaba de la habilidad singular de Jones para pasarlos al frente. En ese sentido, la trayectoria solista entera de Strummer, fue una oportunidad perdida. Pero inevitablemente, los puntos altos fueron altos y, en muchos sentidos, muy adecuados para el tratamiento de un “grandes éxitos”, en donde se permite seleccionar y descartar; algo que Jones nunca logró hacer.

El compilado nuevo, Assembly, selecciona hábilmente los puntos máximos de la trayectoria solista de Strummer, aunque nunca alivia las preguntas sobre el legado de los Clash: “¿qué hubiera pasado si…?”

La colección comienza con dos de las mejores canciones que grabó Strummer con su vieja banda The Mescaleros: la encantadora “Coma girl” es para cantar a coro; un desfile de vagabundos marginados que encajarían cómodamente en el firmamento de Thin Lizzy; mientras que “Johnny Appleseed” es un himno lento de sindicato, que funciona como una secuela espiritual de la histórica “Clampdown” de los Clash. Tras 40 años de abuso sistémico de los obreros pobres, Strummer se dirige a la clase inversora, con una sabiduría salomónica: “si estás buscando conseguir miel, no mates todas las abejas”.

Strummer no era tan liberal en sus gustos, pero se abría en cada oportunidad: recibía con igual éxtasis al dub, el rockabilly, el hip-hop y las canciones folclóricas españolas, y no quería o no podía decidir no tocarlas todas al mismo tiempo.

Mientras que temas como la sopa sónica “At the border, guy”, de siete minutos, o la brillante “Yalla yalla” no son exactamente coherentes, son vistazos fascinantes a la mente de un artista cuyo primer principio era compartir el intercambio cultural con la humanidad.

Otros puntos destacados incluyen el pop malhumorado “Love kills”, que muestra más que una semejanza pasajera con el elenco brillante de Mick Jones post-Clash: Big Audio Dynamite. Y “Long shadow”, un blues de linyera callejero, que parece escribir el epitafio del propio Strummer: “Y si ponés todo junto, no te rendiste ni una sola vez, proyectás una sombra larga, y ése es tu testamento”.

El mayor trabajo de rescate de Assembly, es la balada desgarradora “Sleepwalk”, tomada de Earthquake Weather, de 1989. Es una meditación lenta sobre la soledad, que suena como si Los Lobos hicieran un cover de “Picture book” de los Kinks, y subraya la melancolía infinita que siempre cubre la empatía al rojo vivo de Strummer: “¿Qué tan bueno estaría poder cambiar cada angustia que cruzó tu vida y la mía?”, reflexiona el estribillo.

Es un buen punto. Assembly intenta desenredar los últimos años de la vida de Strummer de los ecos de sus logros anteriores, y triunfa ampliamente.

Cuando murió a los 50 años, de un infarto masivo, en 2002, había pasado solamente un mes desde que él y Mick Jones habían compartido escenario por primera vez desde 1983, en una ráfaga de versiones vertiginosas de “White riot” y “London’s burning”.

Siempre hubo charlas sobre una reunión. Él nunca mostró señales de agotamiento o desaceleración. Es una lástima que no haya tenido más tiempo.

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