Armas en la terraza

El 30 de marzo de 1978, los Clash fueron protagonistas de un insólito hecho policial.

Textos principales: Pat Gilbert y Chris Salewicz – Traducción, compaginación y aclaraciones: Lepo.

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Si uno hojea los archivos de la Biblioteca Británica, los titulares de diarios de marzo del ’78, el tema que dominaba las noticias, era el terrorismo. Hay una sensación de que el orden mundial está siendo atacado. Las dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS, están metidas en la Guerra Fría, mientras que Europa, Medio Oriente y África están (no por casualidad), plagadas de violencia y matanzas. Las palabras se repiten: “guerrilla”, “coche bomba”, “piratas aéreos”, “secuestro”, “asesores militares”, “magnicidio”. Es el vocabulario de un mundo donde la gente se siente alienada, excluida del proceso político a gran escala, desesperada.

Fue sobre este lienzo duro, tenso, paranoico e inestable, que ocurrió uno de los hechos más tristemente célebres de los Clash.

En marzo, el grupo venía componiendo y ensayando intensamente. También habían grabado su primer demo del segundo disco (aún sin título), con Mick Jones como productor de facto, mientras esperaban que el productor Sandy Pearlman volviera de Estados Unidos.

Los Clash en 1978.

Para uno de los temas, “1-2 crush on you”, alguien sugirió un solo de saxofón. Topper Headon ofreció al sesionista Gary Barnacle, un viejo amigo y compañero de escuela en Dover [50 kilómetros al sudeste de Londres]. Pocos días después, Steve y Pete, también del clan Barnacle, llegaron a la sala de ensayo Rehearsals, con un rifle de aire comprimido que Topper estaba interesado en comprar.

Cerca de las siete de la tarde del jueves 30 de marzo, los Barnacle, Topper, Paul Simonon y el viejo amigo escolar de Mick, Robin Crocker alias Robin Banks (protagonista de la futura canción “Stay free”), se asomaron por el parapeto que daba a las vías junto a la sala de ensayo. Había unas palomas volando por ahí. Ellos no sabían que eran aves de carrera, costosas, criadas por uno de los mecánicos del depósito. Topper apuntó y derribó despreocupadamente a los tres plumíferos.

Todo sucedió rápido.
-Un par de mecánicos aparecieron de la nada y me pegaron con una llave -recuerda Topper-. Lo siguiente que recuerdo es que alguien dijo “¡Deténganse!”, y que había policías armados por todas partes.

Ubicación de la sala con respecto a las vías

Un guarda ferroviario había visto a Topper y los demás en la terraza y alertó a la policía, creyendo que eran un grupo terrorista que le estaba disparando a los trenes. Un helicóptero, tres patrulleros y gran cantidad de oficiales (algunos armados), fueron enviados a la zona.

-La prensa lo tomó livianamente, pero fue bastante serio -dice el jefe de los plomos de la banda, Johnny Green-. Los tipos que entraron a Rehearsals armados, no estaban jodiendo. Había policías gritando con megáfonos; acordonaron la zona con cinta. Estuvo muy heavy.

Headon, Simonon, Banks y los Barnacle fueron despachados en un patrullero hacia la comisaría de Kentish Town, donde los acusaron de daños contra la propiedad, y pasaron la noche detenidos.

-Cuando los ratis descubrieron que éramos un grupo punk, se pusieron jodidos -recuerda Robin-. Se dieron cuenta de que habían quedado como tontos, y no les cayó bien.

A la mañana los cinco fueron llevados al Juzgado de Paz de Clerkenwell, donde el juez exigió una fianza de 1.500 libras (12 mil dólares actuales) por cada uno. Los mandaron con prisión preventiva a la vieja cárcel de Brixton, de la época victoriana, famosa por el racismo y la superpoblación.

Cárcel de Brixton

-Nos estaban registrando y el cana me dijo: “¿De dónde sos?”, “de Brixton”, le dije. Y dijo “Ah, mirá vos, sos local”. Nos dieron uniformes carcelarios grises y nos los pusimos, porque todos teníamos pilchas punk -contó Paul.

Mientras tanto, Mick se había puesto en acción. El manager Bernie Rhodes estaba ocupado, o no tenía apuro por sacarlos de la cárcel. Mick llamó a Caroline Coon, aparentemente novia de Paul, que de alguna manera estaba al corriente de los procesos judiciales. Tenía experiencia para lidiar con la policía, los abogados y el poder judicial.

-Detuvieron a la banda -dice Caroline-, y Bernie decidió que era bueno que estuvieran presos un par de días. Yo estuve presa. Bernie no. No se le hace eso a la gente. Así que por eso fui y pagué la fianza. Ninguna razón educativa era válida para eso. Si Bernie tenía esa idea, estaba mal.

Ella se hizo cargo del asunto, acompañando a los acusados a cruzar el polvorín legal. Consiguió los servicios de un abogado célebre llamado David Mellor. Uno se puede imaginar la reacción de Joe Strummer al escuchar eso: el abogado se llamaba igual que su hermano fallecido.

Con David Mellor, los acusados recibieron sentencias que consistían solamente en el pago de multas y daños: Headon, Simonon y Pete Barnacle se declararon culpables y los multaron con 30 libras [casi 250 dólares actuales] a cada uno, más 700 libras [más de 5.500 dólares actuales] de compensación al dueño de las palomas.

Caroline organizó el pago de la fianza con la discográfica CBS, y ese mismo día Johnny Green pasó a buscar a Topper, Paul y Robin por la puerta de Brixton.

Cada acusado tenía que reportarse diariamente en su comisaría local. Para un grupo al que le encantaba estar de gira, eso era una gran dificultad y les impedía girar hasta que se resolviera el caso.

El incidente de las “armas en la terraza” le brindó a Joe el título de una canción nueva, “Guns on the roof”, que se armó al mes siguiente, pero puso en duda la relación del grupo con Bernie. También fue tomado por algunos críticos de la banda (e incluso por algunos defensores), como indicativo de una vibra machista desagradable que estaba creciendo en el grupo. La cacería de palomas se ganó una gran reprobación de Mick Jones. La violencia casual, que había sido una parte periférica del punk, ahora parecía un protocolo aceptado por los Clash. Muchos individuos cercanos al grupo (que no eran del círculo íntimo), se empezaron a sentir incómodos.

Similar a “Clash city rockers”, con una estructura de acordes rudimentaria, sacada directamente de “I can’t explain” de los Who, “Guns on the roof” es un eslabon débil de Give ‘Em Enough Rope, no porque la banda use la técnica de “afanar y repetir”, sino mayormente por su letra, que también cubre un terreno viejo, pero de una manera torpe y tambaleante: en realidad, la canción no habla del hecho de las palomas en sí. Es simplemente otro tiroteo contra las estructuras sociales que mantienen ricos a los ricos y pobres a los pobres.

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