Los Clash en el festival Rock contra el Racismo

La banda tocó en un recital masivo en el Parque Victoria del barrio londinense de Hackney, el 30 de abril de 1978.

Texto: Lepo. En base a escritos de Baker, Pat Gilbert, Chris Salewicz y otros.

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Corría 1978 y después de un comienzo de año perturbador (la enfermedad de Joe; las sesiones de grabación del segundo disco suspendidas por esa misma razón; la partida del diseñador Sebastian Conran y el sonidista Mickey Foote; la detención de Topper y Paul), los Clash se desahogaron un poco en su primera aparición pública en tres meses.

Los buscaron para tocar en un festival de la Liga Antinazi (ANL), en el Parque Victoria de Hackney, una zona londinense de clase obrera, de diversidad étnica considerable, el domingo 30 de abril.

El parque estaba en el corazón del East End, donde era muy evidente la presencia del National Front [Frente Nacional, partido de ultraderecha]. Ese año, por todo el país, el National Front había reclutado exitosamente afiliados jóvenes. Tras la reunión del Young National Front [Frente Joven Nacional] en el Salón Digbeth de Birmingham (en el que los jóvenes negros habían arrojado una o dos piedras, para el placer de Joe Strummer), hubo una reacción del otro lado: se formó una organización de izquierda, llamada Rock Contra el Racismo, para contrarrestar esa influencia nociva, trabajando conjuntamente con la igualmente nueva Liga Antinazi, formada en 1977.

Dado el efecto desastroso que tuvo en su hermano David la afiliación al National Front, Joe tenía un odio arraigado hacia el NF.

El recital fue la culminación de una marcha de cinco kilómetros, desde la Plaza Trafalgar, en el centro de Londres. Debido a su razón de ser, fue un evento abundantemente emotivo. La disposición obsesiva de carteles y banderas de izquierda en el Parque Victoria, que ondulaban bajo una brisa tempestuosa, parecía una transcripción real de un idealismo deseado. El grupo había tomado la decisión de tocar, contra los deseos de su manager Bernie Rhodes.

-Esta no es idea mía. A mí me parecía que no debían. Pero algunos integrantes parecían tener opiniones muy concretas sobre esto -dijo Bernie detrás del escenario.

Pero la oposición de Bernie Rhodes a que el grupo tocara en ese recital, fue otra marca entre varias que ya se estaban amontonando en contra de él. Disputas ideológicas aparte, recomendarle a los Clash que no hicieran esa presentación, se podría ver como un mal consejo de un manager. El público, de unas 80 mil personas, fue la multitud más grande para la que tocó el grupo hasta ese momento.

La grilla para esa tarde era: Patrick Fitzgerald, X-Ray Spex, The Clash, Steel Pulse y The Tom Robinson Band, entre otros.

El evento fue una oportunidad para convertir a los que estaban vírgenes de los Clash, hacia la idea del grupo, haciéndose ver como una especie de equivalentes blancos de Bob Marley and the Wailers, a quienes Joe adoraba. Un elenco que combinaba una sensibilidad pop adictiva con un mensaje global más amplio. La poderosa actuación de los Clash fue un triunfo. Afortunadamente, quedó capturada en una filmación.

A principios del ’78, Bernie había aceptado que el cineasta Dave Mingay hiciera una película centrada en los Clash. El plan era documentar las experiencias de los Clash a través de los ojos de un plomo y fan. Para ese papel eligieron a Ray Gange, un chico de 19 años de Brixton, amigo de Joe desde principios del ’77. Él, Mingay y su camarógrafo Jack Hazan estuvieron en el recital gratuito del Parque Victoria.

Las tomas que hizo Hazan ese día, son de las más fascinantes de la historia del rock en celuloide. Es a pleno día y una multitud enorme, explota y cabecea cuando los Clash entran poderosamente con una chispeante “London’s burning”. Es electrizante: la columna de luces tirando colores chillones en una tarde apagada; la inmensidad de la multitud. Joe tiene jopo, pantalones ajustados blancos, remera roja y zapatos creepers blancos. Paul tiene una campera azul y pantalones negros. Se podó su corte desmechado tipo Bowie; se lo rapó y se lo tiñó de anaranjado. Mick está vestido de manera idéntica a Jimmy Page en la gira de Led Zeppelin del ’76: pelo negro largo y ruludo, camisa y pantalón ajustado negro, gorra policial negra (robada de la BBC cuando fueron al programa Something Else). Es como si hubieran vuelto a sus identidades de tribus pre-punk: rockabilly, skinhead y glam rock. Topper ataca la batería y se muerde el labio como un pulpo jazzero. La energía que surge del escenario es fenomenal.

Al final de la corta presentación de los Clash (que tuvo su momento cumbre en “White riot”, con la colaboración de Jimmy Pursey de Sham 69), los plomos de Tom Robinson Band intentan desenchufar los equipos para que el grupo no pueda hacer un bis. Se produce una riña. Se desata la violencia con Johnny Green y Ray Gange en el medio.

-Fue un día muy intenso -recuerda Gange-. Cuando estaba ocurriendo el caos, David Mingay me dijo “Dale, provocá algo”. Se suponía que yo no tenía que filmar ese día, porque mi corte de pelo tenía que ser diferente. Yo tenía un jopo y eso después causó un montón de problemas de continuidad. Así que fui y agarré el micro y le empecé a gritar al público. Había estado tan impresionante, que me pareció que cualquier cosa que viniera después, iba a parecer apagada. No podía comprender que el público no copara el escenario para hacer que siguieran. O sea, ¿quién podía querer que esa energía parara? En ese momento, yo quería que siguieran para siempre.

-Gange estuvo tomando cerveza Carlsberg desde temprano -dice Hazan-. Le empezó a pegar. Estaba furioso de que los Clash tocaran un ratito solamente.

Debido a las filmaciones de Rude Boy, ampliamente vistas, hay una presunción de que los Clash fueron la banda principal en el Parque Victoria. Eso no es cierto. Pero aunque los Clash subieron al escenario alrededor de las cinco de la tarde, sí lograron robarse el show. La actuación admirable de Joe como frontman en esta convención de Rock Contra el Racismo, marcó el momento de despegue de su propio mito, oponiéndose con rectitud al National Front. La personificación del punk positivo. El reci de la Liga Antinazi subió al mástil los colores antifascistas de los Clash. Era una declaración simple, efectiva e inequívoca, ante un público enorme. Billy Bragg, entre otros, lo vio como un hecho enormemente significativo para politizar a la juventud londinense, aunque fuera solamente para reconocer como enemigo al National Front. Billy también resalta que varios futuros líderes sindicales estaban en el público ese día.

Pero -como casi siempre con Joe Strummer- había una paradoja. Usó una remera que le encargó especialmente a Alex Michon, una chica que hacía la ropa del grupo. Llevaba las palabras “Brigate Rosse” (mal escrita por Joe como “Brigade”): una referencia al grupo terrorista italiano de izquierda Brigadas Rojas. También llevaba las iniciales de la RAF (la Red Army Faction, Fracción del Ejército Rojo).

Según David Mingay, eso fue “sumamente reprobado por Mick”.

Una imitación de esta remera ahora se puede comprar como ítem de moda. Pero en 1978, tenía una resonancia electrizante. El ex-Primer Ministro italiano Aldo Moro seguía desaparecido tras ser secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el mes anterior. El 20 de abril, la organización publicó una foto del estadista con un diario, para demostrar que seguía vivo. Lo iban a asesinar a menos que liberaran a los miembros de las Brigadas Rojas que estaban presos. No hay dudas de que la desaprobación del guitarrista hubiera sido mucho mayor si hubiera sabido que en diez días, las Brigadas Rojas finalmente iban a matar a Moro.

¿Qué hacía Joe con esa remera? ¿Aprobaba los métodos de las Brigadas Rojas? Joe siempre afirmó que se la puso para provocar y para educar.

-Me parecía que no tenían suficiente prensa -le dijo a Record Mirror-. Son violentos y asesinan gente. Matan empresarios y gente que ellos piensan que caga a Italia. Bueno, a mí me parece que lo que hacen ellos está bien, porque de todas formas el sistema es brutal, y la gente se muere todos los días por el sistema, y nadie se queja.

Más adelante en el año, Joe intentó explicarle la remera, insatisfactoriamente, a Allan Jones, su viejo amigo de Gales, que ahora trabajaba en Melody Maker:

-Soy ambiguo. Porque al mismo tiempo me impresiona lo que hacen y me re asusta lo que hacen. No es un asunto fácil.

Joe nació en un mundo de política internacional volátil. Para él era natural, quizás, sentir que tenía que enfrentar y publicitar ese tipo de asuntos. La postura de Strummer queda totalmente abierta a la malinterpretación.

El escritor Jon Savage no estaba convencido:

-El punk se estaba yendo al carajo para mí. Los Clash se estaban yendo al carajo. Me parecía tonto. Tenían una visión muy idealista, como mucha gente. No eran solamente los Clash. Reflejaban lo que le pasaba a mucha gente, pero yo siempre fui muy precavido de no promocionar la violencia. Y me inquietaba el terrorismo. Entiendo que haya sido fascinante, pero siempre me causó dudas. Mataban gente. ¿Vos querés matar gente? No. Los Clash no mataban gente. Eran un grupo de músicos pop.

La situación, los ideales, la música, la estética y el impacto que tuvo el festival en las generaciones posteriores, es abordado en el documental llamado White Riot, que originalmente fue presentado durante el London Film Festival de 2019, donde incluso recibió el reconocimiento de “Mejor Documental”.

El relato de Barry Auguste, alias Baker, el plomo de los Clash

Publicado el 25 de abril de 2018 por thebaker77.wordpress.com – blog del plomo de los Clash.

Traducción: Lepo

Un día radiante, lleno de sol, hace 40 años, los manifestantes de “Rock Contra el Racismo” [RAR por sus siglas en inglés] se reunieron en Plaza Trafalgar y luego marcharon hacia el Parque Victoria de Hackney, donde tuvo lugar un concierto extraordinario de proporciones inmensas.

En un acto aparentemente espontáneo de consciencia masiva, varias facciones distintas se unieron bajo una sola bandera, para protestar contra la situación de las relaciones raciales y la injusticia policial, y disfrutar de una explosión desenfrenada de hedonismo musical. Fue un “evento popular”. Todos, desde los organizadores hasta las bandas, contribuyeron con sus esfuerzos gratuitamente y demostraron la capacidad de la música para tratar de lograr un cambio. Y sus simpatizantes afirmaron que con el tiempo ayudaron a demoler al National Front.

También demostró ser un hito sorpresivo y espectacular en el trayecto musical de los Clash, representando un salto significativo en su exposición pública y credibilidad política. Con un público estimado de 100 mil personas, la banda no lo superó hasta el Festival US, en San Bernardino, California, cinco años después. Y más importante que eso, los Clash ganaron atención de los medios nacionales y anclaron firmemente la bandera de la banda a las causas de izquierda.

Tras la desintegración de la escena punk originaria, solamente un año antes, el desfile le ofreció a los Clash la oportunidad de alinearse con una versión del punk nacional más política, construida prácticamente a imagen y semejanza de ellos. En una época anterior al surgimiento del “Thatcherismo” y su autoritarismo abusivo; la enorme escalada militarista de los beligerantes años de Reagan; las huelgas mineras obligadas, que marcaron un fin de ciclo amargo; y mucho antes de la Guerra de Malvinas, artificial y manipulada por Thatcher; simbolizó un rechazo ferviente a las políticas de derecha que pronto iban a llegar.

Aunque no es una gran cifra para los estándares actuales, con las redes sociales y un acceso instantáneo por internet a los eventos mundiales que alcanza a millones de personas, en esa época fue un logro para dos organizaciones marginales de extrema izquierda aunar esfuerzos simplemente con el boca en boca y exceder indudablemente sus expectativas más locas. Visto ahora, en retrospectiva, puede parecer una elegía angustiosa para las aspiraciones del sistema social posterior a la Segunda Guerra Mundial, que Thatcher pronto iba a barrer meticulosamente.

Frente a una marea alta de populismo derechista del National Front, basado en la prensa sensacionalista, también tuvo un impacto sociopolítico significativo, generando consciencia en los jóvenes del Reino Unido contra el racismo. E inesperadamente, resultó ser una plataforma ideal para que los Clash presentaran su postura anti-racista, a pesar de todos los recelos y dudas previas sobre la validez del show.

Digo sorprendente, porque de entrada, las expectativas y las consecuencias del reci estaban estancadas en dudas, sospechas y sentimientos conflictivos. Ahora es tan cierto como en ese entonces: la seguridad solo está asegurada cuando tomamos cartas en el asunto, y Joe Strummer estaba profundamente al tanto de eso en su vida, inculcando ese mensaje en todas sus letras.

En un principio lo habían contactado John Dennis de la Liga Antinazi, y Red Saunders de Rock Contra el Racismo, luego de que Saunders fuera rechazado plenamente por Bernie Rhodes, que los despachó diciendo que eran “un grupo de estudiantes que jugaban a la política”. Sin embargo, Joe fue tajante y presionó para participar en el evento, a pesar de una política interna que se estaba agotando.

En cuanto a Mick Jones, él ya se había mostrado bastante dispuesto a los intercambios amistosos con Tom Robinson Band (TRB) y otros. Pero para muchos de nosotros, en el cuartel Clash, había dudas serias sobre la capacidad de los organizadores para montar semejante evento, y había cautela en relación a las intenciones ocultas.

Bernie era el gran escollo contra toda esa aventura y sospechaba al extremo de los organizadores, su compromiso político y de qué podía lograr la banda al hacer “un reci en un parque”. Bernie los veía como un montón de hippies y dudaba de su capacidad y efectividad.

Me acuerdo de que un mes antes del reci, la banda y el personal técnico fuimos todos al depto de John Dennis, una mañana radiante de primavera boreal, a debatir los detalles con él y su comité. La mayoría de nuestros requerimientos fueron rechazados y sentimos que había una obstinación innecesaria hacia nosotros, especialmente de parte de la gente de Tom Robinson. Así que, lejos de estar seguros, salimos incluso más inseguros de en qué se estaba metiendo la banda y sentimos profundamente las contradicciones crecientes: apoyar una causa en la que creían fervientemente, pero coordinada por un grupo de políticos inexpertos que nunca habían armado un show de ese tipo.

Los organizadores nunca hubieran atraído esa cifra de público sin los Clash. Originalmente, habían planeado 20 mil personas. Los necesitaban, pero estaban reticentes a dar el brazo a torcer ante cualquier demanda. Era definitivamente un evento de Tom Robinson, y telonear a Tom Robinson Band tampoco parecía un gran avance. ¡Apenas si le frotaba sal a las heridas ya abiertas!

Bernie captó todos esos imponderables y ya estaba totalmente en contra de tocar como teloneros de Tom Robinson Band, dándose cuenta de que significaba ceder el control del evento y sus resultados. Quería el control total. La última carta en su manga, era el telón de fondo de la banda y cuando Bernie descubrió que iba a ser prácticamente imposible usarlo en el escenario, retiró rotundamente toda participación en el evento. Para él, el telón era, de alguna manera peculiar, más importante que cualquier otra faceta de la actuación, y era algo que yo nunca entendí. Incluso en Mont-de-Marsan (Francia), el año anterior, donde pensamos que no íbamos a poder usar el telón, me hizo trepar a una escalera y pintar con aerosol, en letra grande, “THIS IS JOE PUBLIC SPEAKING!” (¡Ésta es la voz del pueblo!”).

En realidad logramos subir una parte al fondo del escenario antes de que nos pararan los plomos de TRB. Pero todo eso fue negado y hubo debates y discusiones tensos por todas partes, dentro y fuera de la banda. Si la escala del evento se hubiera sabido de antemano, tal vez no hubiera habido tantas dudas, pero nadie podía prever ni darse cuenta del impacto final del “reci en el parque”. Pero en ese momento, sentí que nos embaucaban en nombre de una causa moral.

La trampa estaba lista. Conscientes de la estafa que se estaba perpetrando por adelantado, la banda de todas formas decidió saltar la trampa y atravesar la tormenta. Ignorando el consejo de Bernie, decidieron que la causa al final era más importante que ellos mismos. Y entonces tomaron la oportunidad a pesar de todas las dudas y la intranquilidad. La banda se reforzó, si no quedaba otra, para ignorar a todos los que estuvieran fuera del escenario.

Llegado el día del reci, [el jefe del personal técnico] Johnny Green y yo cargamos a regañadientes todo el equipamiento en una trafic alquilada muy temprano a la mañana, en Rehearsals, ¡y nos dimos con que las puertas traseras de la trafic no cerraban! ¡No fue un buen comienzo! Ya estábamos atrasados. Por supuesto que nos echamos la culpa mutuamente por no chequear la trafic de antemano y nos insultamos todo el camino hasta el parque.

El técnico de guitarras de ese día, era Mickey Abbot, un conocido de Joe, que trabajaba en The Roundhouse Music Store y al que Joe en un principio había contactado meses antes para reemplazar al plomo Roadent después de que a éste le pareciera adecuado pasarse a los Pistols. Mickey finalmente trabajó con la banda durante toda la grabación del disco Give ‘Em Enough Rope, en los Estudios Basing Street.

Mientras Johnny y yo entrábamos al parque, nos percatamos lentamente de qué tipo de evento iba a ser realmente. Nuestros recelos y dudas se multiplicaron. Especialmente los míos. La banda había tocado a plena luz del día solamente un par de veces, pero este evento era de una escala inimaginable. La multitud ya era enorme, con una diversidad inmensa de hippies, punks, rastas, beatniks, indigentes y raros.

La gente con barbas mullidas y canosas y pulóveres de lana gastados, que vendía copias del Obrero Socialista, no era nuestro público habitual, y nuestra cautela creció. Había filas de policías por todas partes; unos chabones con tarros para colectas recibían donaciones; había carteles enormes de sindicatos; a nosotros nos parecía un caos frente al escenario.

Como remarcó más tarde el bajista Paul Simonon de los Clash:

-Me alegra haber tocado en el acto Antinazi, porque fue importante, pero nos la bajaron un poco todos esos hippies que daban vueltas con un balde gigante, diciendo “¡Pongan plata acá!” y sacudiéndolo. Queríamos que la izquierda pareciera más glamorosa, porque en esa época eran todos hippies.

Nuestra ansiedad aumentó cuando finalmente encaramos hacia la zona del backstage para bajar las cosas y nos dimos con un desastre aún peor. Cinco bandas tenían que subir al escenario, actuar y bajarse con todo tipo de instrumentos y equipamientos que volaban por todas partes. No había camarines individuales. Todos usaban una pileta vieja detrás del escenario. Incluso el sonido se había armado a último momento. Johnny se pasó todo el tiempo trepando y bajando de a tres escalones en el backstage, con los brazos aleteando como una ostra que tomó anfetaminas.

Mick Jones llegó despreocupadamente con [su amigo] Tony James, usando lo que parecía una gorra de chofer de colectivo, de cuero. “¡Boletos, por favor!” le gritaban todos. La interacción y el buen ánimo de las bandas se prestó al surrealismo bizarro y carnavalesco de la tarde. Era simplemente un caos y tenías que tener ojos en la nuca. Especialmente quienes tratábamos de sacar adelante el show.

El personal técnico de TRB estaba a cargo del procedimiento y nos prestaron poca consideración y atención. “¡No hagan eso! ¡No hagan aquello!” fue todo lo que escuchamos esa tarde.

Mickey Abbot llevó una extensión desde el escenario para que la banda pudiera afinar, y el personal de TRB la arrancó. Una señal de lo que se iba a venir. Tal vez sabían por adelantado que íbamos a tratar de opacarlos y se prepararon acordemente, incluyendo hacernos la vida infernalmente difícil. Otro paralelismo con el Festival US de cinco años después. Nos tuvimos que olvidar de nuestra rutina ceremonial previa a los recis.

Cuando nos forzaron a subir al escenario a las 2:30 de la tarde (estuviéramos listos o no), la multitud se había vuelto aún más enorme. Ninguno de nosotros había visto un público tan gigante y TAN animado. Incluso la banda estaba perpleja ante la imagen y sonido de semejante masa enorme de humanidad.

La banda empequeñeció ante más de 80 mil punks, skinheads, rastas, pelilargos, etc., que a esa altura solamente querían una sola cosa: roots-rock-reggae duro y acelerado. El rugir de la multitud creciente que fluía era ensordecedor y arrasó con los cuatro músicos mientras corrían apresuradamente hacia el escenario.

Los Clash les dieron a cántaros lo que querían: tema tras tema, prácticamente sin parar. Cagadas, hubo muchas. El sonido era pobre. Apenas si llegaba hasta el fondo de la multitud. Cuando subió TRB más tarde, el sonido mejoró drásticamente. Pero “la banda siguió tocando” de todas formas, empujada por pura adrenalina, energía y pasión.

Nos pasamos de nuestro tiempo asignado (tal como lo habíamos planeado) y finalmente el personal de Tom Robinson se hartó y cortó la electricidad, ante la rabia del público. Las luces y la música se detuvieron y hubo empujones descomunales en el backstage. Todos tratábamos de llegar a los enchufes. Finalmente, mediante bravuconadas y amenazas, volvimos a enchufar y se le pidió a Steve English, el enorme seguridad de los Pistols, que tenía doble tarea ese día, que se parara sobre los cables ¡y los protegiera con su vida!

El rugido de la multitud descontrolada y jadeante era ensordecedor cuando la banda arrancó con “White riot” y pareció la erupción de la Tercera Guerra Mundial. Yo estaba demasiado ocupado haciendo que funcionaran los equipos y volviendo a enchufar cosas como para siquiera reaccionar ante la emoción del instante, pero para muchos fue un momento icónico.

Jimmy Pursey subió corriendo al escenario como un guerrero vikingo obsesionado, tomando el micro y gritando la letra, pero eso estaba bien para los skinheads de Sham que estaban entre la multitud.

La juventud tomó la palabra ese día, sin importar de qué lado del espectro de la moda estuvieran parados, y la policía se quedó mirando, indefensa, mientras 80 mil personas hacían lo que les placía, en nombre del Rock Contra el Racismo. La subestimación de las autoridades del espíritu de los pibes de barrios desposeídos de clase obrera, fue bastante asombrosa.

Con un golpe maestro, Bernie había convencido a los organizadores de dejar que el personal de filmación de la película Rude Boy registrara varios temas. Disfrazados de documentalistas, estuvieron ahí para capturar el pandemonio del día y el éxito innegable del evento.

Cuando terminó todo y Johnny y yo volvimos al estudio para bajar las cosas, la adrenalina se sosegó lentamente y empezamos a captar la magnitud de esa ocasión trascendental e histórica de la que habíamos formado parte. Es peculiar cómo podés darte cuenta solamente después, en retrospectiva, de lo grande que fue algo. Lo dudamos desde el arranque, nos pusimos paranoicos antes del show, pero resultó ser uno de los momentos destacados de la leyenda extraordinaria de los Clash.

Los organizadores trataron de estafarnos ese día, pero les robamos y dimos vuelta el partido. Fácilmente podría haber ocurrido lo contrario. Pero la suerte favorece a los tontos (o a los ingenuos) y la banda se llevó a casa el premio mayor.

En retrospectiva, ¿quién puede decir cuál fue el impacto final de los recis de RAR en la política y la cultura de la época? En los años siguientes, Mick Jones dijo, con bastante razón, que “el evento trascendió las luchas internas insignificantes”. Red Saunders resumió:

-La lección de Rock Contra el Racismo, es que todos podemos intervenir, hacer la diferencia y cambiar cosas: nada es inevitable.

Una cantidad de gente de la multitud, que nunca había ido a un reci de los Clash, con el tiempo se inspiró a pararse y hacer posteriormente sus propios aportes, entre ellos Billy Bragg y un joven Tony Benn [político de izquierda].

Para muchos de nosotros todavía es un punto de referencia más que importante. El efecto inmediato de RAR fue incitar a los partidarios anti-NF a salir a hacer sentir su presencia. Solamente un año después, Thatcher se iba a convertir en Primera Ministro. Su proyecto inflexible creó grietas en Gran Bretaña que no se veían desde la Guerra Civil Inglesa [del siglo XVII]. Con Thatcher en camino, fue por lo menos una declaración de época. Un recordatorio de que ante una influencia de unión, al menos había otra voz en Gran Bretaña; no solo la prensa sensacionalista de derecha.

En resumen, en mi memoria quedan solo escenas desordenadas e imágenes al azar. Las pequeñeces individuales del show actualmente son propiedad de todos los que hicieron el esfuerzo de estar ahí y ser parte. No de los periodistas que cronicaron el evento años después. Ustedes, el público, hicieron posibles esos recuerdos: 80.000 personas.

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