Los Clash en las grandes ligas: una gira de estadios con los Who

Una posibilidad que representaba dificultades ideológicas enormes para Strummer y compañía: el grupo siempre había expresado públicamente su desagrado hacia los shows de rock masivos. ¿No era eso lo que el punk se había propuesto destruir?

Texto de Lepo. Basado en escritos de Chris Salewicz y Pat Gilbert.

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Tras el lanzamiento de Combat Rock y un paso por Estados Unidos, en julio de 1982 los Clash volvieron a Gran Bretaña para hacer las fechas reprogramadas por la desaparición de Joe. Luego volvieron a Estados Unidos para otra gira que estaba programada para terminar en Boston el 8 de septiembre, pero les ofrecieron algo que no pudieron rechazar: a fin de mes, los Who iban a emprender una gira por estadios de ese país. Planeaban hacer las últimas presentaciones de su historia. Pete Townshend les ofreció a los Clash abrir ocho de esas fechas. Era la oportunidad de tocar frente a públicos de 80 mil personas y expandir enormemente su poder de atracción. Una acción altruista consciente de parte de Townshend.

La aproximación para que los Clash telonearan a los Who, llegó de parte del representante estadounidense que tenían en común los grupos. La llamada fue por petición de Pete Townshend.

-Yo era muy fan; por eso entraron a la gira -dice-. Y ya que estamos: a esa gira la odié.

Pete Townshend había visitado a los Clash en 1980.

Hubo charlas indefinidas sobre que en esas fechas, Topper iba a reemplazar al baterista de los Who, Kenney Jones. Los amigos de Headon (incluyendo a Johnny Green y a Robin Banks), insisten en que Townshend sí lo buscó. Townshend admite que “es posible”. Pero el estado de Topper (recientemente multado por robarse el letrero de una parada de colectivo), causó que no se hiciera realidad la posibilidad paradójica de que los Clash telonearan a su baterista despedido recientemente.

Headon admite que le hubiera encantado tocar para la banda principal y sobrar a los Clash. Pero si tocar para los Who era una posibilidad real, Topper, fiel a su estilo, la masacró. Con el atuendo completo para tocar en vivo, trepó por una tubería de siete metros y medio, corrió por un techo y saltó al otro lado. Se despertó en el hospital con una pierna quebrada y un policía acusándolo de intento de robo.

-¿Vestido de rojo furioso? -preguntó.

Los Who no eran los primeros gigantes de los ’60 que le pedían a los Clash que los telonearan. El año anterior, hubo un debate sobre una actuación del grupo con los Rolling Stones en Los Angeles. Esta idea se apagó cuando los Clash pidieron una facturación equitativa. La idea del relaciones públicas Kosmo Vinyl era promocionarla como un combate de boxeo: una pelea entre los aspirantes jóvenes y los campeones reinantes. “Combate” era una forma común de publicitar las fechas en Jamaica. Los managers de los Stones dijeron que no les gustaba la idea y los planes se cayeron.

Una gira con los Who era una propuesta atractiva. Hubo repercusiones simbólicas: un gran grupo de Londres Oeste cediéndole el poder a otro. Kosmo describe la idea como “el traspaso del bastón”.

Otra de 1980.

-Los Who supuestamente se estaban por retirar -le dijo Joe Strummer a su viejo compañero de cuarto, Kit Buckler, que alguna vez trabajó como agente de prensa de los Who-. Townshend le estaba pasando su túnica a los Clash. Los estaba posicionando deliberadamente para que tomaran la posta de los Who.

Pero la posibilidad de tocar en estadios grandes estadounidenses representaba dificultades ideológicas enormes para los Clash. El grupo siempre había preferido la intimidad relativa de las salas medianas. Esta filosofía de poder verse y comunicarse con su público estaba detrás de sus residencias semanales en salas relativamente humildes, como Bond’s y el Lyceum. Además, en el pasado los Clash habían expresado públicamente su desagrado hacia los shows de rock en estadios, porque representaban el negocio más cínico y capitalista: entradas con sobreprecio, pésima visión del escenario, un sonido de mierda, hamburguesas y gaseosas caras. ¿No era eso lo que el punk se había propuesto destruir? Pero había algo más: ¿Los Clash iban a tocar en el Estadio Shea, como los Beatles?

Los Clash debatieron y llegaron a la conclusión de que iba a estar bueno.

-La decisión de sumarse no fue tomada a la ligera. De hecho, significó un cambio total en la forma de pensar de la banda -opina el periodista Pat Gilbert-. Fue el principio de la comprensión de que si el grupo crecía más -que en términos clasheros era “llegar a más gente”, en vez de “vender más discos” (y creo que ellos lo sentían honestamente así), iban a tener que tirar por la borda algunas ideas basadas en el punk.

-Algo que [el manager] Bernard Rhodes me inculcó, y es algo clave, es que si realmente vas a competir, competí -explica Kosmo-. Y significa que tenés que sacarte esas nociones, no tontas, pero utópicas. En un momento nos hicimos internacionales. Lo de Estados Unidos era lo de Estados Unidos, y sabíamos que lo que aplicaba ahí no aplicaba en nuestro país. Telonear a los Who era una oportunidad para avanzar y decidimos tomarla. Capaz que solamente pensamos “Bárbaro. Ligamos medio millón de fans de los Who”.

La nueva forma de pensar implicaba justificaciones engañosas. Las “nociones utópicas” que tenían que abandonar los Clash, incluían claramente la de tocar en donde los pudieran ver y escuchar bien. Esto iba en contra de uno de sus principios más cuidados: tratar al público como si fueran amigos.

La ideología de los Clash nuevamente se estaba deformando.

-Desde el principio dijimos que estábamos en contra del racismo, a favor de la creatividad, en contra de la ignorancia -continúa Vinyl-. Nos parecía que nuestras canciones y nuestro entretenimiento tenían que tener contenido e información. Tenían que tener integridad. Creo que nada de eso cambió. Bernard estaba interesado en cambiar toda la cultura. Personalmente, no me gustaban esos shows de estadios, y no me gustaban los festivales. Pero no dependía de preferencias personales. Era algo más grande.

¿Y la plata?
-Hubo buena plata con los shows con los Who -dice-. Pero esa nunca fue la cuestión.

Le agendaron varias fechas a los Clash, empezando por el 25 de septiembre en el Estadio JFK de Filadelfia. Eran repertorios cortos: 45 minutos. Subir y bajar. Todos los hits.

En Philly, antes de los Clash, estaba David Johansen, que había sido el cantante de los venerados New York Dolls. Ahora era un solista tremendo. Él y Joe parecían cortados por la misma tijera.

-Cuando yo era pibe era callejero y Joe me transmitió esa misma onda -contó David-. Hablábamos en el mismo idioma. Un cierto tipo de inteligencia innata sobre “la bestia” y cómo alimentarla. Todos esos putos que te quieren convertir en estrella, pero para ellos no sos más que un caballo de carrera. Joe tenía una consciencia sobre esa estructura corporativa, para hacer música y no ser cooptado por eso, como una forma artística en sí misma. Y Joe tenía ese arte. La gente que puede caminar por esa cuerda floja es interesante. Él la hacía bien.

Mick Jagger también estaba en Filadelfia. Presuntamente su hija Jade (fan de los Clash) lo hartó para que fuera.

-Mick Jagger entró y habló con nosotros. Dijo “Muchachos, cuando hayan hecho un par de estos, es lo mismo que cualquier otro reci”. Tenía toda la razón, porque cuando tocamos en Chicago, tres o cuatro fechas después, Joe me dijo “¿Cuánta gente hay en este reci?”. Yo le dije “Creo que 80 mil”. Y dijo “¡Eso no es nada!”. Nos reímos -recordó el baterista reincorporado Terry Chimes.

Entre medio de las fechas con los Who en lugares como Boulder, Colorado y Oakland, los Clash programaron presentaciones más chicas en campus universitarios, incluyendo el de la Estatal de Kent, en Ohio: el lugar del asesinato tristemente célebre de cuatro manifestantes antibélicos en manos de la Gendarmería Nacional, en 1970.

En la Universidad Carnegie Mellon, de Pittsburgh, interpretaron un enlace entre “The magnificent seven” y “Armagideon time”, y lo continuaron haciendo el resto de la gira. En Mesa, Arizona, aferrado a su guitarra y al micrófono, Joe saltó a un foso con agua que separaba el escenario del público. Sorprendentemente, no se electrocutó.

Esta historia continuará

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