Pico de masividad y crisis en los Clash

Mick Jones se había vuelto cada vez más solitario. Las giras le parecían complicadas, la mejor de las veces.

Texto de Lepo. Basado en escritos de Chris Salewicz y Pat Gilbert.

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A principios de octubre de 1982 los Clash aparecieron en Saturday Night Live, un programa transmitido desde New York, que era bárbaro para tener promoción a nivel nacional. El grupo insistió en usar la entrada principal al estudio de Rockefeller Center 30, sobre calle 49 Oeste, y mezclarse con sus admiradores. Según explicó Joe Strummer, fue un intento de situacionismo punk que de alguna manera resultó contraproducente:

-Esperando para Saturday Night Live, alguien tuvo la idea de parar en medio de la interpretación de “Should I stay or should I go”, poner una casetera al micrófono y reproducir “Rock the Casbah”. Acuérdense de que era televisión en vivo. Así que llegó el momento. Apreté el botón play y no sonó nada. Tiré el reproductor por el aire. Gracias a dios, nuestro plomo lo agarró antes de que le pegara en la cabeza a un espectador desafortunado. Seguimos. ¿La razón por la que no sonó nada en el reproductor? Ese pedacito de cinta transparente al principio de todos los casetes.

Los Clash en ‘Saturday Night Live’

Las fechas principales de la gira con los Who, en el Estadio Shea de New York, el 12 y 13 de octubre, coincidieron con el lanzamiento de “Rock the Casbah” como single en EE.UU. Le pidieron a Don Letts que hiciera unas tomas en los recis del Shea, que terminaron en un video promocional tardío del single “Should I stay or should I go”, que aún no se había publicado fuera de Estados Unidos.

Según el relaciones públicas Kosmo Vinyl, los Clash estaban perplejos por la forma en que funcionaban los Who fuera del escenario: como cuatro individuos separados; cada uno con su propio transporte, trailer y personal. Como si no soportaran estar juntos. Les dejó una profunda impresión. Según Kosmo era como “una visión horrible de cómo podían terminar los Clash”.

Por lo tanto, los Clash decidieron ir juntos al estadio. La idea original era que Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Terry Chimes aparecieran en un taxi amarillo cuadriculado, pero Don tenía ganas de filmar la reacción del grupo viajando hacia el evento. En consecuencia, convenció a Kosmo de alquilar un Cadillac blanco descapotado de 1956. Lo que algunos críticos tomaron como un símbolo de la degeneración de los Clash, al parecer, era en realidad un intento de comunicar su fraternidad como banda.

Octubre no era exactamente la época para andar en un auto sin techo por New York; especialmente si no tenía calefacción:

-Giré hacia Joe y le dije “¡está helado!” -dijo Terry-. Me dijo “sí, pero vamos a parecer rudos. No nos preocupa el frío”. Simplemente disimulamos para la cámara. Fue divertido.

Joe tenía puesto un tapado de piel antiguo, del estilo que había usado cuando estudiaba en la Escuela Central de Arte.

El mero tamaño del Estadio Shea era algo de admirar. La cancha de baseball había sido construida en 1964 y fue famosa por albergar recitales de los Beatles en el ’65 y el ’66. Quedaba cerca del aeropuerto La Guardia, directamente debajo de una ruta aérea ruidosa. Su capacidad era de alrededor de 60 mil personas.

Los Clash tenían estipulado subir al escenario a las 8 de la noche, después de David Johansen. Se ubicaron en su camarín. Había mucho personal de seguridad alrededor de la banda principal.

-Me acuerdo de que teníamos que estar al menos a 10 metros de los Who -recuerda Don Letts-. No los alcanzabas a ver. Me acuerdo de que tampoco permitían que los Clash tuvieran el mismo volumen que ellos.

Digby Cleaver, asistente de Mick Jones, dice:
-Barry [alias Baker, asistente del baterista] y yo cargamos los equipos a un rincón al fondo del escenario. Nos dijeron que nos paráramos ahí con las cosas y que no nos moviéramos. Estaban empezando a dejar entrar la gente. Había miles. Eran puntitos a la distancia. Le dije “Barry, ¿vos empezaste a trabajar empujando cajas para llegar a esto?”. Era muy estresante. Era octubre, y yo trabajaba en cuero. Hacía mucho calor. Era un estado de frenesí intenso. Teníamos solamente 20 minutos. Lo terrible de esos shows enormes en Estados Unidos, es que hay que pagar tantos sindicatos, multas y errores, que si te pasás cinco minutos te va a costar unos 75 mil dólares. Así que teníamos que trabajar al límite, y lo hicimos.

Para la consternación de los guardias de seguridad del Estadio Shea, los Clash insistieron con lo mismo de siempre respecto a los fans: Kosmo coló literalmente cientos de pibes al recinto privado. Ese día, el jefe de producción de los Clash, Roger Goodman, también había ayudado a colar unos 500 fans que el grupo había recolectado camino al evento. Un poco de la vieja actitud punk entre la seguridad del estadio, firmemente orquestada. Pero el fotógrafo Joe Stevens descubrió que no fue tan fácil para los que no habían comprado entradas:

-Antes de la presentación, Strummer y yo estábamos en las entrañas del estadio, explorando el lugar. En algún punto debajo del home de baseball, descubrimos una cárcel. Había ocho celdas y en una de ellas había un pibe negro. Lo habían encerrado por tratar de colarse al show. Strummer fue y le consiguió agua y comida. Pero eso lo re enloqueció y se sumó a sus ideas de cómo eran realmente los Estados Unidos.

Los Clash hicieron sus rituales en el backstage. Joe prohibió fumar en el camarín veinte minutos antes de la presentación del grupo. Ray Jordan aplicó la “protección de rasguido” de Joe, hecha de toalla y cinta adhesiva, para protegerle la muñeca de que se lastimara con las cuerdas. La bebida previa al reci era un toc-toc de vodka.

Kit Buckler de la CBS había viajado en avión a ver los shows.
-Estuve un par de días antes -dice-. Fue fascinante, pero el día, en sí, me pareció bastante oscuro. Me acuerdo de que en el camarín no se hablaban. Obviamente estaban nerviosos. Era un reci gigante. Pero había cierto clima. Había pasado algo. El ánimo era tan incómodo, que me fui a buscar una cerveza por ahí.

Las presentaciones propiamente dichas fueron fantásticas. Las tomas de “Career opportunities” muestran a Joe con un gorro de piel tipo Daniel Boone [un colonizador estadounidense] y gafas Ray-Ban, dándole a la pierna eléctrica, mientras Paul y Mick saltan por el escenario con gorros militares. Parecían una pandilla de muñequitos de guerra Action Man en el escenario gigante.

Terry estaba desconcertado por el gorro de Joe, de piel de mapache, con cola, conocido anteriormente como “sombrero de Davy Crockett”, un aventurero estadounidense.

-Me miró y dijo “a esto se le llama estilo”.

Las presentaciones de 50 minutos, causaron un impacto enorme.

-Estuvieron bien -dice Pete Townshend-. Manejaban al público de estadios mucho mejor que los Pretenders, que hicieron la gira anterior.

Para los Clash, fue una experiencia extraña. Paul Simonon le contó al fotógrafo Bob Gruen que sentía “que estaba haciendo playback, porque había demasiada gente. Al público no lo dejaban acercarse mucho; así que uno no recibía la misma reacción de parte de ellos”.

En la fiesta post-show, Andy Warhol se juntó con el grupo. Don Letts hizo de cuenta que le echaba ácido a la torta del festejo. Andy se espantó.

Los Clash todavía tenían por delante dos semanas de gira. Ya llevaban cuatro meses y medio de viaje. No habían descansado desde antes de la expulsión de Topper, en mayo, y fue un mes de inactividad forzada por la desaparición fingida de Joe. Desde ahí, hicieron unas 70 presentaciones con el regreso de Terry Chimes.

Cuando abrieron para los Who por última vez, en el Coliseum de Los Angeles, con 120 mil asientos, Jakob, hijo de Bob Dylan, fue de nuevo. Fue su segunda experiencia Clash de ese año. Lo llevaron al backstage a conocer a Joe y se quedó mudo al encontrarse con su ídolo. Solo pudo murmurar “me re gusta tu chaleco”.

-Se lo sacó y me lo dio. Me lo llevé a mi casa y lo enmarqué -le contó Jakob a Nigel Williamson de revista Uncut.

En el verano boreal, la relación de Paul y Joe con Mick se había deteriorado más. Jones se había vuelto cada vez más solitario. Las giras le parecían complicadas, la mejor de las veces. También estaba la cuestión de su influencia menguante sobre el grupo, tras el regreso del manager Bernie Rhodes. Aunque Mick acepta que no había otra opción, el despido de Topper había sido, en palabras de Jones, “otra decisión de la banda por la que me dejé llevar”. Eso significaba que las últimas tres discusiones grandes del grupo (la reincorporación de Bernie, la edición de Combat Rock por Glyn Johns y la expulsión de Topper), habían sido resueltas democráticamente a favor de Paul y Joe. Mick también se había irritado cuando no lo pusieron al tanto de la artimaña de la desaparición de Joe. Es totalmente probable que ahora el guitarrista sintiera que el poder del grupo residía en un eje emergente invencible: Bernie-Joe-Paul-Kosmo. Desde el regreso de Bernie, la desconfianza mutua con Jones era disimulada superficialmente. Ahora parecía que la relación de Mick con Joe y Paul estaba peor que nunca. Kit Buckler la describe como “casi una guerra declarada”.

Kosmo – Joe – Bernie, 1982.

Terry Chimes tenía una visión desde el costado del ring de la fisura creciente en el cuartel Clash:

-A esa altura Joe y Mick tenían una diferencia obvia de opiniones en una gama de cosas -dice-. Habían armado un sistema para no tener que enfrentarse todo el tiempo. Había evasión, lo cual tapaba el hecho de que había problemas más profundos. Pero estar de gira es un mundo totalmente distinto; es una cuarta realidad. Es fácil no estar cerca de los demás, salvo en el recital.

¿Mick estaba insufrible?
-Había momentos en que la gente lo podría haber acusado de ser un poco irracional -responde Terry-. Pero no era la gran cosa. Me acuerdo cuando pidió una banana en algún lado, y un chabón volvió y le dijo “No te la puedo conseguir, no hay bananas en este lugar”. Para conseguir una había que alquilar un auto. Mick se enojó mucho y dijo “lo único que quiero es una banana”. Así que el chabón le dijo “Mirá, te consigo una caja de whisky escocés”. Pero Mick le dijo “No quiero una caja de whisky, ¡quiero una puta banana!”. Se puso muy insolente, y yo pensé “No hay bananas; en lugar de eso comé melón”. Pero al final lo único que hizo fue gritarle al chabón.

Terry estaba bastante preocupado por la grieta creciente entre Mick y el resto del cuartel Clash, entonces discutió con Paul y Joe sobre eso:

-Les dije “Estoy seguro de que Mick es el mismo de siempre” -explica Chimes-. Pero ellos me decían “No entendés; vos no pasaste todos estos años con él como nosotros”. Sentían que ya no podían trabajar con él. Y yo pensé “Si no pueden trabajar con Mick, esto no es una banda”. Podés cambiar el baterista y nadie se va a dar cuenta, pero no podés cambiar una persona clave así sin que pase nada.

Sin que lo supieran, había terminado la última gira con Mick Jones como guitarrista.

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