Sebastian Conran: viviendo con los Clash


El diseñador que acompañó a la banda de Joe Strummer en sus principios, cuenta el detrás de escena del legendario grupo.

Investigación y texto de Lepo. Varias fuentes.

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El 6 de noviembre de 1975, cuatro adolescentes punk de clase obrera actuaron en público por primera vez, en el Instituto Saint Martins. Fue la explosión de lo que sería identificado como el movimiento punk británico de los ’70: los Sex Pistols debutaron en el último piso de la Sala Común de esa escuela de arte londinense, frente a unos 20 oyentes, teloneando a la banda de rock Bazooka Joe, un grupo cincuentero avasallador cuyo bajista Stuart Goddard, se transformaría en Adam Ant.

El primer reci de los Pistols terminó en caos, cuando el cantante Johnny Rotten atacó físicamente al sistema de sonido prestado por el grupo principal: un ejemplo de la dedicación histórica del fallecido manager Malcolm McLaren a los eventos que alteraban lo establecido. A cinco canciones del comienzo, les cortaron el sonido. Entre los temas, había un cover de “Whatcha gonna do about it” de los Small Faces, en el cual Rotten dijo la palabra “odio” en el verso “Quiero saber que te amo”. Durante la interpretación de los Pistols (los otros covers que incluían “I’m not your stepping stone” de los Monkees y “Substitute” de los Who, además de su composición propia “Seventeen”), se plantó la semilla de la actitud punk, conformada hasta la actualidad por el arte, el diseño, la moda, los medios, la política y la militancia social.

El bajista de los Sex Pistols, Glen Matlock, era alumno de la escuela y consiguió el reci por medio de Sebastian Orby Conran: nacido el 5 de abril de 1956 en Londres, Sebastian era hijo del famoso diseñador y comerciante Terence Conran (fundador de la cadena de mueblerías Habitat) y la escritora Shirley Conran. Terminó la secundaria con altas calificaciones en matemática, física y química y estudió diseño industrial en la Saint Martins. Era el tesorero del Centro de Estudiantes cuando agendó a los Pistols.

Terence le había dado a su hijo el usufructo de una casa importante en calle Albany al 31, cerca del Parque Regent’s. La novia nueva del sonidista de los 101’ers, Mickey Foote, le alquilaba una pieza. Luego Mickey también se iría a vivir a calle Albany.

-Como Mickey Foote era amigo de Joe -contó Sebastian-, hicimos que los 101’ers vinieran a tocar a una de nuestras fiestas. Estuvo bueno. A mí me re gustaban los 101’ers. Así fue como conocí a Joe. Yo tenía 20 y era tesorero del Centro de Estudiantes de la Escuela de Diseño Saint Martins, así que les organicé a los Sex Pistols el primer recital en la escuela, en noviembre de 1975. Después hubo una fiesta en su estudio de grabación de calle Denmark. Fui plomo, porque era bueno en las cuestiones técnicas, como cambiar luces, etcétera. Incluso fui manager.

-Y después fuiste diseñador.

-Hacía ropa, fotos, posters, tapas de discos para los Clash. Trataba de ser innovador; de usar colores poco habituales, como el rosa fosforescente. Estampaba remeras en el piso de mi pieza.

¿Nunca tocaste con ellos?

-Me ofrecieron ser su baterista. Pero lo mío era el diseño.

-¿Salían mucho?

-En aquella época no había celulares. La mayoría de la gente no tenía teléfono en la casa; así que para asegurarnos de juntarnos, íbamos al Roxy todas las noches. Ahí vi a Sid Vicious (un chabón agradable) y las Slits. Hablábamos mayormente de ropa.

-¿El look Clash?

-Un poco paramilitar: camperas de cuero, jeans tapados en pintura a lo Jackson Pollock. Un día me echaron de una tienda Marks & Spencers por tener puesta una remera de [la diseñadora] Vivienne Westwood con un jean, una campera motoquera y unas Converse. 40 años después, ¡me resulta muy gracioso! Nadie tenía mucha ropa, así que tuneábamos todo. La meta era proyectar nuestra personalidad lo mejor posible en nuestra ropa. Pero todos teníamos el pelo teñido de negro. Mi padre, que era bastante progresista, estaba conmocionado.

Sebastian Conran en 1977, con sus diseños.

-¿Quiénes serían los punks de hoy?

-¡Nadie! El punk está conectado a una época en que todos estaban en la lona; Londres era un lío; había basura por todas partes; el gobierno estaba en crisis; había paros; semanas laborales de tres días… Hoy la gente habla de austeridad pero todos tienen notebooks. ¡Es ridículo!

En la calle, las cosas se estaban poniendo complicadas. Parecía que los Clash se encontraban con la violencia en cualquier parte. El temblor subcultural era tangible. Su ropa punk atraía abucheos y burlas, y molestias policiales. Joe lo escribió en otra canción nueva, “City of the Dead” (La ciudad de los muertos): “Lo que tenemos puesto es peligroso. Te detienen en todos lados”.

Después de lanzar “God Save the Queen”, a Johnny Rotten lo tajearon con una navaja cerca de los Estudios Wessex , donde los Pistols todavía estaban trabajando en su disco debut Never Mind the Bollocks. A Paul Cook le tuvieron que hacer 15 puntos por recibir un golpe con una barra de hierro, en otro ataque.

Las riñas entre Teddy Boys y punks se estaban volviendo moneda corriente por calle Kings los sábados a la tarde. Los Clash estaban sorprendidos por la violencia que habían generado. Decididos a socavar este distanciamiento subcultural, y demostrando una bravuconería casi delirante, Joe y Sebastian Conran se vestían de Teds y se aventuraban a ir a bailes de rockabilly.

-A ambos nos gustaba esa música y ese look -recuerda Conran-. Usaba el mismo uniforme todos los días. Ese era prácticamente mi look, y andaba en moto y me gustaba el rock ‘n’ roll. Joe y yo nos divertíamos mucho. Era sumamente fascinante ir a esos lugares. Nos aterraba que nos fueran a reconocer. Un día, Joe Strummer y yo nos vestimos de Teddy Boys y fuimos a uno de sus boliches. Después de un rato, un chabón reconoció a Joe: “¡Che! ¿Vos no sos el cantante de los Clash?”. Tuvimos miedo, pero agregó: “¡Me encanta tu grupo!”. Y no pasó nada. Eso te demuestra que los Clash eran más una banda de rock que una banda punk propiamente dicha.

Paradójicamente, la muerte de Elvis Presley, el 16 de agosto de 1977, causó una tregua inesperada entre algunos punks y teds.

-Joe, Sebastian y yo, íbamos a una cafetería que se llamaba John’s -recuerda Alex Michon, vestuarista de la banda y actual encargada de la galería de arte Transition, de Hackney, noreste de Londres-. Íbamos a desayunar. Cuando murió Elvis, fue sumamente sobrecogedor, porque fueron muchos rockabillies. Ese día nos pusimos brazaletes negros, y los Teds nos felicitaron.

Al final de la gira Out of Control que cerró el año 1977 para los Clash, Joe se mudó a la casa de Sebastian. La enorme propiedad de cuatro pisos, tenía su entrada principal (casi nunca usada), directamente en el carril que circulaba por el parque. Joe habitaba un pequeño ático, con una pila de libros, una grabadora de cinta y un tocadiscos. Jasper, el hermano más chico de Sebastian, tenía un taller en el sótano.

-Se vinieron a vivir con nosotros -cuenta el mayor de los Conran- . Nos volvimos una pequeña comunidad punk. Al principio, el punk se trataba más sobre el arte y el estilo. La música era solamente una parte de la movida. Era visceral; dadaísta.

Albany 31

Los ocupantes de esa residencia de lujo (entre ellos Henry Bowles, un amigo de Sebastian que se hizo amigo íntimo de Joe), superaron su conflicto ideológico, simulando que era una casa usurpada. En ocasiones, Joe realmente afirmó que lo era. Y la trataban con una falta de respeto total. Pero este ascenso habitacional, también acercó más a Joe a su pasado. Directamente, frente a la puerta de calle, estaba el banco donde había muerto su hermano David. Todavía era un asunto delicado para Joe, que aún así se sentía como en casa y le gustaba adornar la propiedad millonaria con eslóganes.

Nadie podía entender cómo, pero el manager Bernie Rhodes logró establecerse en el edificio e instalar su oficina en un cuarto amplio del primer piso, con vista al parque. Desde el otoño boreal de 1977, ese lugar se había vuelto la respuesta de los Clash a la tienda Sex de los Pistols: un nexo próspero entre el grupo y el mundo del arte, el diseño, la industria textil, la moda y la política. Entre 1977 y 1978, Conran trabajó con Paul Simonon y Bernie en calle Albany produciendo ropa, posters, afiches, fundas de discos, telones y remeras.

-El espíritu de la autogestión.

-Sí, ese era el efecto deseado. Incluso, cuando empecé a hacerles las tapas, a Paul le resultaban demasiado producidas. Me pidió que las rehiciera ¡“con menos buen gusto”!

Se formó una empresa especial llamada Upstarts (Trepadores), para mantener esa pata de la operación separada de las otras finanzas del grupo. En otra parte del edificio, Alex Michon cosía los “uniformes militares de estrella pop” de los Clash. Habían sido idea de Paul.

-Con los pantalones de los Clash estabas listo para todo. Listo para saltar una tapia o para escaparte -explica Simonon.

Alex Michon dice:
-Bernie me hizo un dibujo de los pantalones y después me tiró un montón de política encima. Me dijo “Va a estar muy heavy; va a haber peleas en la calle”.

-Esa ropa se rompió muy rápido -dice Alex-. Los Clash la gastaron, porque la tenían puesta todo el tiempo; en el escenario y fuera del escenario. Quedaba empapada de transpiración cada vez que tocaban.

Paul en 1977.

Una nota del diario de Alex Michon de enero del ’78, aporta un vistazo único al cuartel Clash. Hace una lista de conversaciones de Bernie:

“Los acontecimientos son más rápidos que la gente”; “Sebastian, tenés que recordar que todo movimiento artístico revolucionario, en un principio fue político”.

Jane Crockford de las Mo-dettes, en aquel entonces pareja de Sebastian, admite que en la mansión de Conran había “mucho alcohol y drogas”. La ubicación céntrica de calle Albany la convertía en un lugar ideal para caer a dormir después de pasar la noche en la ciudad. En una ocasión, Paul Weller de los Jam, apareció sin avisar y se quedó toda la noche fumando faso con Joe. Algunos invitados eran menos bienvenidos: Robin Banks (viejo amigo de Mick Jones) y Johnny Green (jefe del personal técnico de la banda), se emborrachaban horrorosamente y pateaban la puerta a la noche. Sebastian no podía hacer mucho. Robin terminó incluso viviendo ahí un tiempo. Él y Johnny matoneaban a Jasper para que les diera plata para la cerveza.

A principios de 1978, poco después de recuperarse de hepatitis, Joe se mudó de calle Albany al 31. Su cambio de domicilio no fue una elección totalmente propia. La relación de los Clash con Sebastian Conran se había vuelto un problema en la prensa musical.

El periodista Garry Bushell de Sounds, defensor de la nueva ola de bandas punk rústicas, con Sham 69 a la cabeza, se quejaba de que Joe Strummer cantaba sobre un disturbio blanco, pero vivía “en una mansión blanca”: los Clash, una “banda de garaje” de clase obrera, conectados con el hijo de un millonario.

Garry Bushell

En Gran Bretaña, te prejuzgan por tu forma de hablar y por la escuela a la que fuiste. La educación de Joe en una escuela privada, se estaba volviendo un tema picante: significaba que él era un fraude. La conexión con Sebastian estaba arriesgando aun más la credibilidad barrial de los Clash.

Johnny Green comenta:
-Te preguntarás “¿Por qué los Clash toleraban a Sebastian?”. No importaba cómo hablaras ni tu pasado. Importaba tu actitud. ¿Te la bancás solo? ¿Te bancás estas cosas? Sebastian podía. Tenía mucha energía. Estaba bien, era un tipo dinámico.

-A mi me caían bien Joe y Paul -dice Sebastian-. A Paul obviamente le interesaba lo que hacía yo, ropa y esas cosas. Él no participaba en política. Solamente se paraba ahí, era elegante, tocaba el bajo y era lindo. Joe y yo teníamos el mismo pasado. Él era muy inteligente y preparado. Con el que no me llevaba era con Mick. Era un desagrado mutuo. Refunfuñaba mucho.

Strummer sucumbió a la presión de irse de calle Albany.

-No fue muy agradable -recuerda Sebastian-. Yo llevaba un año y medio juntándome con ellos. Me sentí bastante traicionado. En un momento era el amigo de todos, y al rato era tabú. Todos ellos sabían de dónde había salido yo, y de repente era como las fotografías retocadas del stalinismo. Una negación de mi existencia. A pesar de todo, Joe siempre fue muy leal.

Sebastian reconoce que Strummer estaba bajo presión para mudarse. Albany al 31 generaba una interpretación sesgada de la situación financiera de los Clash, aunque reflejaba acertadamente que la pasaban bien colándose en las propiedades ostentosas de los demás.

-¿Y qué pasó después?

-De repente dejé de frecuentarlos -dice Sebastian-. Sin embargo, cuando se mudaron a mi casa enorme en Regent’s Park, ¡parece que no les molestó! Me arrepentí mucho de trabajar con ellos. Me pareció una pérdida de tiempo. Pero ahora, me doy cuenta de que mi trabajo como diseñador fue muy influenciado por esa etapa de mi vida. Es necesario provocar. Una vez que el punk entró en vos, es difícil sacárselo de encima.

1978 se acercaba a su final y hubo un trauma muy serio, del tipo que había caracterizado la vida del grupo ese año. A esa altura, Sebastian Conran era el manager de Subway Sect en lugar de Bernie Rhodes, y le armaba fechas al grupo. El 5 de noviembre, los Subway Sect dieron un reci en King’s Cross, y Sebastian invitó a su compañero de casa Henry Bowles, que también era amigo de Joe. Como era el Día de Guy Fawkes [celebración del fracaso de un atentado en 1605], algún payaso decidió tirar un petardo.

-Henry, que era petiso, se estaba riendo de un chiste o algo, cuando entraron los patovicas -dijo Sebastian-. Alguien dijo que él había tirado pirotecnia. Él dijo “no sean tontos”. Entonces se lo llevaron y lo tiraron por la puerta, y nunca se despertó. Horrendo.

La muerte de Henry Bowles afectó profundamente a Joe Strummer. Participó de una campaña para que se regulara la contratación del personal que cuidaba la puerta en los recintos de música. También marcó el final definitivo de la relación de Sebastian Conran con el ambiente musical:

-El punk rock se terminó para mí cuando mataron a Henry. Después de eso me deprimí mucho, dejé todo y entré a un trabajo.

Joe se aseguró de que el disco siguiente de los Clash, London Calling, estuviera dedicado a Henry Bowles.

Por su parte, Sebastian pasó a estar a cargo de los diseños de Mothercare [productos para niños], hasta que fundó su consultora Sebastian Conran Associates. El amplio rango de proyectos y colaboraciones en los que trabajó, incluye a marcas como Nissan y Ford.

Su última empresa, Universal Expert, ofrece una colección de soluciones inteligentes e innovadoras para la vida moderna, agregándole estilo a la rutina diaria, con artículos que fusionan lo práctico y simple con el diseño atemporal.

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