Viv Albertine: el origen de “Train in vain”

“Todavía me hace reír cuando la escucho, porque yo no era tan mala”, opinó la guitarrista de las Slits, ex de Mick Jones.

Texto: Lepo. Basado en textos de bookforum.com, dailyrecord.co.ukeccentricsleevenotes.com y otros.

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Con el paso de los años, creció una mística considerable alrededor de la última canción de London Calling. No figuraba en la funda del vinilo original de época, ni en el insert ni en la etiqueta, lo que llevó a mucha gente a hablar del “tema oculto”. Fue interpretado como un gesto típico de generosidad de los Clash, siempre adeptos a hacer valer la plata de los oyentes. Y en cierta forma, fue así. Pero no fue planeado. Su origen es algo más típico de la banda: el apuro por armar un proyecto caótico a último minuto.

En el librito del CD Clash On Broadway de 1991, el prensa de los Clash Kosmo Vinyl contó lo que posteriormente pasó a ser la versión oficial de cómo surgió “Train in vain” y cómo terminó en el disco.

Cuando la banda volvió a Londres después de su segunda gira por Estados Unidos, Kosmo, en su rol de relaciones públicas, entró a debatir con la revista NME para organizar una promoción. La idea era adjuntar con la revista un disco de regalo que incluyera una canción inédita de los Clash.

Según la versión de Kosmo, a principios de noviembre de 1979, cuando la banda estaba supervisando los arreglos y mezclas del disco y grabando “Armagideon time” para un single, él empezó a insistirle a la banda para que le diera algo para el disco de regalo.

Mick Jones grabó las voces el domingo 11 de noviembre. Pero según el técnico de grabación Bill Price, la parte instrumental estaba empezada desde antes de la gira.

-Supongo que a la banda le pareció demasiado pop y no se planeó que estuviera en London Calling. En realidad es de Topper Headon y Mick; no son realmente los Clash. No había tiempo para enseñarle a Paul el bajo y a Joe no le interesó la canción porque le aburrían las canciones “sobre celos y quejas heterosexuales”.

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En 1976, Viv Albertine era una punk británica de 22 años que buscaba conmocionar y asombrar a la población en general:

-Andaba caminando con vestidos infantiles, con los dobladillos rajados, harapientos; las sisas abiertas a la fuerza para que fueran más grandes; la cintura abajo del pecho: una cruza de Pippi Longstocking con Barbarella con delincuente juvenil. Los hombres me veían y se confundían mucho; no sabían si querían cogerme o matarme. Ese conjunto de prendas les re enquilomba la cabeza. Bien.

Un año antes, era simplemente otra chica medio alienada de la escuela de arte, que soñaba con salir de una existencia limitada y sin objetivos, cuando una amiga la invitó a ver a un novedoso grupo que se llamaba Sex Pistols. El cantante, encorvado, era una revelación con ropa callejera; una negación retorcida y gritona contra todos los looks, costumbres y actitudes previsibles. Albertine reconoció en Johnny Rotten un quiebre en la imaginación de las clases marginales:

-Todas las cosas que a mí me avergonzaban tanto, John las convirtió en virtudes. No tiene remordimientos sobre su identidad y su origen.

Ella estaba cautivada y envidiosa:

-¿Cómo hizo ese salto mental de ser un chico de las viviendas municipales, inexperto musicalmente, educado en una escuela pública, a pararse en el escenario liderando una banda?

Al ver a los Sex Pistols, ella pensó:

-Esta es la primera vez que veo una banda y siento que no hay barreras entre ellos y yo.

Toda la evidencia y los escombros que flotaban en su cabeza (Lennon y Ono, los Kinks, Patti Smith, Emma Peel, el montón de anarquistas que se golpeaban frente a ella) se fusionaron en un revelación: ella no necesitaba ser simplemente espectadora de la música y la cultura; podía encontrar su camino para hacer que algo pasara.

Antes de eso, hubo un primer amor: un chico “larguirucho de aspecto extravagante” que estaba siempre en el único teléfono público del colegio, tratando de armar una banda o de mantenerla unida. La invitó a salir a ver La Batalla de Argelia [1966]: la película perfecta para un par de agitadores de gran corazón. El chico era Mick Jones.

En abril de 1976, Mick y Paul Simonon empezaron a juntarse en calle Davis al 22, una casa usurpada de Acton Vale, al oeste de Londres. Era un dúplex con una habitación en el primer piso. Quedaba a cinco minutos a pie desde la facultad de Mick. Él se había mudado ahí a vivir con su novia Viv.

El departamento atraía muchos visitantes de la creciente fraternidad pre-punk. Entre ellos John Richie, alias “Sid Vicious”, un idiota sabio y querible, mejor amigo de Johnny Rotten.

Simonon -que llegaba todos los días en bicicleta desde Notting Hill- estaba aprendiendo con Mick:

-Yo quería ser guitarrista como Pete Townshend, pero me acuerdo de que Mick me trató de enseñar un acorde MI y después de una hora, yo seguía sin avanzar, así que me dio un bajo.

Formación previa a los Clash, afuera de la casa de Viv y Mick en Davis 22.

Algo estaba burbujeando debajo de la infraestructura decadente de la vieja Inglaterra enmohecida, y la señorita Albertine se vio atraída hacia eso como un zahorí que busca agua fresca.

Para los que llegaron tarde, el punk inglés se definía mayormente por los Pistols y los Clash, con sus gestos maleducados, sus rugidos de varones carismáticos y un simbolismo sociopolítico apasionado. Detrás de todo ese picante quilombo en los medios, que analizaban profundamente la historia, el misterio y la profecía detrás de cada insulto y expectoración, surgían cosas copadas y asombrosas de los pibes de los márgenes: los primeros en adoptar las innovaciones de la autogestión, como X-Ray Spex, con el incomparable manifiesto anarcofeminista “Oh bondage! Up yours!”, o los Mekons que le respondían a los Clash con el embriagante y antiheroico “Never been in a riot”.

Albertine encontró su vocación cuando se compró una guitarra y entró a los Flowers of Romance, de su amigo Sid. La echaron, y en 1977 se enganchó con las Slits. Sería justo decir que fueron las punks más genuinas de todas las (proto) riot grrls, usando cosas raras y haciendo un barullo tan alegremente arriesgado y rústico, que hicieron que casi todos los demás de la movida sonaran tan profesionales como Bowie o los Carpenters.

En los meses siguientes, cuando la identidad de la movida punk se enfocó más, resultó hablar mucho del amor y las relaciones monógamas a largo plazo. Con una cantante alemana que se hacía llamar Ari Up, las Slits eran imprevisibles y aterradoras. Tomaban la posta de Johnny Rotten y su célebre desprecio al amor (aunque él en 1980 iniciaría una relación con Nora Forster, madre de Ari. Una relación que lleva más de 40 años).

Cada actuación de las Slits era un salto desde el escenario hacia territorios inexplorados, y Ari no era reacia al combate mano a mano si se llegaba a ese punto.

Viv quedó embarazada de Mick en 1978 pero abortó y no se arrepintió de esa decisión hasta que tuvo más de 30.

En 1979 el feminismo de las Slits inspiró la excéntrica pero irresistible composición punk-dub vanguardista “Typical girls” [Chicas típicas]. Aunque se le atribuye a toda la banda, la letra es de la guitarrista. Las chicas del título se preocupan por la ropa, los granitos, la grasa y los olores, y se ajustan a uno de dos estereotipos: o son “femme fatales”, diosas inalcanzables (en referencia a la canción de Velvet Underground), o son esclavas oprimidas que “se quedan con su hombre” (una referencia a una canción de Tammy Wynette). El remate es que la chica típica termina con el chico típico. Viv y las Slits dejan al oyente sin dudas al respecto de su desinterés en atarse a una de esas opciones.

Ante las presiones de estar en dos bandas de alto perfil con compromisos que rara vez se sincronizaban, la vida iba a ser bastante difícil para Mick y Viv, aunque no hubieran formado parte de una movida con alto contenido político-sexual. Se mudaron juntos en la primavera boreal de 1979, pero la relación estaba tensa y terminó en el verano. Él se aisló a lamerse las heridas en su vieja pieza del depto de su abuela, en un rascacielos municipal.

-Mick no paraba de llorar por Viv -dice el jefe técnico de los Clash, Johnny Green-. Ella fue bastante dura con él. Rara vez se comportaba así con otras mujeres. Normalmente se hacía el rock star, pero con Viv no. Fue la única vez que lo vi así. Ella le rompió el corazón. Estaba enamorado.

Aunque se considerara o no un chico típico, “Typical girls” debe haber sido difícil de escuchar para Mick cuando se publicó como single en septiembre de 1979.

En “Ping Pong Affair”, también de Viv, la protagonista deja a su novio malhumorado en su pieza, camina sola por Ladbroke Grove, le devuelve sus historietas y discos y sale a divertirse sin él. Y no lo extraña por seis meses. ¿Quién habrá sido ese hombre misterioso?

A la gira de septiembre de 1979 por EE.UU., los otros integrantes de los Clash fueron con sus parejas, pero Mick fue solo:

-Los Clash son todo para mí; no tengo nada más -le contó a Paul Morley de NME-. Me da la impresión de que dejé todo por ellos. Perdí todo: la casa, la vida personal, todo.

Esa entrevista salió menos de dos meses antes de que Mick completara “Train in vain”. La canción empieza con el verso “Decís que te quedás con tu hombre” (una mala interpretación de “Typical girls”, que dice exactamente lo contrario), y su estribillo es “No te quedaste conmigo”.

Era una canción funky-soul-pop , que cuando se cayó el arreglo con NME, se agregó al disco London Calling. Como no figuraba en la funda, muchos supusieron que estaban avergonzados de grabar una canción tan radial. La verdad simple es que agregaron la canción tan al final del proceso, que las fundas del disco ya estaban impresas.

En Estados Unidos el disco se publicó el 15 de enero de 1980 y llegó al puesto 27 de ventas. El 12 de febrero, cerca de la visita de los Clash en la pata estadounidense de su gira 16 Tons, el atípico tema “oculto” pero comercial de Mick fue elegido como lado A de un single oficial para EE.UU., con el título alargado a “Train in vain (Stand by me)”, que también llegó al puesto 27. Ese proceso ayudó a hacer que los Clash fueran más apetecibles para el público estadounidense: un grupo de rockeros rebeldes suaves por dentro, en vez de unos políticos enojados con botas grandes y bocas sucias.

Fue el tercer corte de difusión del álbum, y fue la primera canción de los Clash en llegar al top 30 en Estados Unidos. La frase “Train in vain” no aparece en ninguna parte de la canción. Mick dice que le puso ese título porque el ritmo le hacía acordar a un tren.

Lastimera, cruda, repetitiva, es un compendio muy preciso y doloroso de las conversaciones posteriores a una ruptura. Algo post-mortem, que el rechazado necesita pero el “rechazador”, los mejores amigos del rechazado y ni hablar el público en general, evitaría cueste lo que cueste.

-“Train in vain”… qué canción hermosa. Todavía me hace reír cuando la escucho, porque mmm… yo no era tan mala -opinó Viv en 2009-. Estoy re orgullosa de haberla inspirado, pero él muchas veces no lo admite. Él se tomaba el tren a mi casa en Shepherds Bush y yo no lo dejaba entrar. Quedaba lamentándose en la puerta. Eso fue cruel. [Tren en vano] Es un título muy raro. La canción no dice nada de ningún tren.

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