La primera gira de los Clash por Estados Unidos

Al regresar al Reino Unido, Joe Strummer redactó para NME un diario de gira eufórico.

Texto de Lepo. Basado en escritos de Marcus Gray y revista NME.

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El 30 de enero de 1979 los Clash se tomaron un vuelo a Vancouver, Canadá, desde donde arrancarían su gira debut por Norteamérica, con fecha final en Toronto, el 20 de febrero. Fue una visita corta pero intensa.

Aunque el sello Epic de la CBS había publicado Give ‘Em Enough Rope en Estados Unidos, la filial estadounidense se esforzaba por disuadir a los Clash de ir a ese país en una etapa tan temprana de su trayectoria. Cuando los Clash insistieron, surgieron más problemas: se negaron a ir de teloneros de otra banda o a sacar de gira a algún otro artista de Epic como telonero. En lugar de eso, insistieron en girar con Bo Diddley, a quien Epic claramente consideraba un artista inapropiado, del pasado.

El objetivo de los Clash era desafiar ambos preconceptos y presentarse en EE.UU. con un combo que incluía a uno de los creadores del rock y a los nuevos abanderados. Les costó caro: la manager interina Caroline Coon tuvo que rogarle a Epic 30 mil dólares [más de 115 mil dólares actuales] para que la gira pudiera llevarse a cabo, y se los entregaron a regañadientes, solamente después de que ella invirtiera 3.000 libras [más de 20.000 dólares actuales] de sus ahorros para armar las fechas. Al poco tiempo, ella ubicó a Bo Diddley, que estaba de gira por Australia, y le tuvo que prometer 20 mil dólares [más de 75 mil actuales] para que formara parte de la grilla.

Bo Diddley en Australia, 30 de noviembre de 1978. Foto de Bob King.

Tras escuchar las historias de terror de Johnny Rotten sobre la grieta cultural entre los Sex Pistols y el personal técnico estadounidense que trabajó en su fatídica gira por EE.UU. un año antes, los Clash pagaron para llevar a su propio personal: Johnny Green y el técnico de batería Barry Auguste alias Baker. También a Barry “Scratchy” Myers, el musicalizador habitual del Dingwalls de Camden Town, que ponía la música para que la banda subiera al escenario.

-Salíamos a Dingwalls cuando ellos ensayaban en Rehearsals. Íbamos de levante ahí -dice Johnny Green-. Mick y Joe se acordaban de que en los viejos recitales del Roundhouse, donde iban a principios de los ’70, había musicalizador. Y les parecía una buena idea. En vez de poner casetes prearmados, que era lo que tenían, “pongamos a alguien que cree ambiente”. Lo hacían poner sus temas favoritos. La idea de llevar un musicalizador inglés a EE.UU. era visto como algo bastante estrambótico. La idea era crear un show que fuera un combo completo, y funcionó.

La gira arrancó mal, cuando le informaron a los Clash de la muerte de Sid Vicious por sobredosis de heroína, el 2 de febrero. Poco después, Mick Jones se enteró de que en su ausencia, le habían desvalijado el depto de Londres.

Antes de irse, la banda tomó la decisión de honrar la naturaleza kamikaze de esa aventura y bautizó la gira “Pearl Harbour”. El ataque a Pearl Harbor fue una ofensiva militar sorpresa efectuada por la Armada Imperial Japonesa contra la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor (Hawai), en 1941.

Epic no le encontró la gracia y la promocionó como “Give ‘Em Enough Rope”, ilustrando las publicidades y los posters con una imagen de la Estatua de la Libertad atada con una soga. Y cuando llegó, la banda descubrió que la promoción era poco entusiasta o casi inexistente.

El 9 de febrero, varios representantes de Epic se reunieron en el backstage del Auditorio Cívico de Santa Monica (California) para sacarse la fotografía tradicional con la banda. Los Clash se fueron indignados, antes del disparo del obturador.

-La sensación era que no éramos simplemente una banda de rock más, pero nos trataban así -dice Johnny Green.

Caroline Coon estaba consternada: ella sabía que esas ofensas podían ser muy dañinas para el futuro de la banda.

Parados de izq. a der.: Caroline Coon, Topper Headon, Paul Simonon, Mick Jones. Agachados: Baker y Johnny Green. Foto de Bob Gruen.

El grupo ignoraba (o no le importaba) que el humor británico provocador no siempre cayera bien en otros lugares, así que comúnmente abría los shows con “I’m so bored with the USA” [Estoy muy aburrido de los EE.UU.].

El humor en el cuartel Clash se mantenía alegre.

-Había una verdadera sensación de “¡Estamos lejos de Camden Town, muchachos!” -dice Johnny.

Al regresar al Reino Unido, Joe Strummer redactó para NME un diario de la gira eufórico, pero su entusiasmo no era necesariamente realista.

A los Clash les encantó EE.UU., y al público de los shows le encantaron los Clash, pero la mirada seguía puesta en las perspectivas comerciales de la banda a largo plazo.

El repaso de Joe para la revista británica NME – 3 de marzo de 1979

Nos juntamos en el aeropuerto y nos subimos a un avión a Vancouver. Parece que somos bastantes. Tenemos a Baker y a Johnny Green, nuestro personal técnico; Rob y Adrian, nuestros sonidistas galeses; Warren “Gandalf” Sparks [nombre real: Warren Steadman], técnico de iluminación, y Barry “Scratchy” Myers, el famoso musicalizador. Después estamos nosotros cuatro y Caroline Coon, que maneja los negocios.

-Ni Aerosmith viaja con tanta gente -dice Epic Records.

-Ah sí, ¡pero hay que hacer las cosas bien! -respondemos.

Así que 17 horas después estamos en Vancouver, Canadá. No hay tormentas de nieve, ni nieve, ni policía montada. Solamente los de la aduana. Revisan todo, secuestrando cintos con tachas, brazaletes y cuchillos, porque no pueden encontrar nada de drogas.

-Si hubiéramos sabido que iba a ser así, les habríamos traído drogas -les dijimos.

Pero no sonríen. Simplemente nos sacan a patadas, sin cuchillos y sin cintos.

Como sea. Que siga el show. Tocamos en el salón bailable Agora, que se debería llamar “taberna para cowboys Agora”. Pregunta: ¿Somos hombres? Respuesta: No. Estamos nerviosos.

Nota del traductor: ahí Joe se confunde, ya que el salón Agora era en Cleveland, dónde tocarían varios días después, el 13 de febrero.

Pero la presentación sale re bien y por fin conocemos a Bo Diddley. Bo se suma a la gira y a la mañana siguiente, un colectivo Greyhound grande y brillante se acerca al hotel, con dos choferes de Nashville. Todos a bordo. Primera parada: California.

El bondi está formidable; hay cuchetas, letrina y tele con video. Acaba de volver de la gira de Waylon Jennings. Cruzamos la frontera con EE.UU. re fácil. Sin revisión ni nada. Después no paramos en todo Oregon.

Alrededor de la medianoche dormimos en un hotel rutero anónimo. Me despierto, y cuando busco algo para desayunar, Ace Penna, nuestro encargado de la gira por EE.UU., me dice:

-Che, ¿sabés que se murió Sid?

Lo agarro por la garganta:

-¿Qué decís? -le gruño.

Cuando me cae la ficha, no quiero desayunar. Nuestra primera mañana en EE.UU.

En California, el sol brilla sin ganas. La gente camina por las calles sin ganas. En realidad, acá hacen todo sin ganas, excepto cuando te agarra la cana. Tocamos en el teatro comunal Berkeley, en el campus universitario [el miércoles 7 de febrero]. Nuestro primer error. Es decir, no es nuestro ambiente. Pero tocamos y les copa. Palmean sus libros de biología al ritmo de los temas.

Los Clash en California, febrero de 1979. Foto de Bob Gruen.

Bill Graham, famoso productor hippie, produce el show y se gana toda la plata, pero se va de la ciudad justo antes de que lleguemos. A la noche siguiente, aceptamos tocar a beneficio de una organización juvenil que trata de extender la movida de San Francisco produciendo recitales de rock a precio de costo. La presentación está bárbara, el salón está bárbaro, el público está bárbaro, pero nos tenemos que ir apenas después del set, para viajar 640 kilómetros hasta Los Angeles.

El viaje dura toda la noche y probamos las cuchetas, que son como estantes cómodos. Llegamos a L.A. por la mañana y tenemos que tocar en el Centro Santa Mónica esa misma noche [del viernes 9 de febrero]. Mick y yo tratamos de echarle un vistazo a Hollywood pero colapsamos. Después, Mick me cuenta que su cama de hotel se mueve todo el tiempo, igual que la mía. Y descubrimos que es porque estuvimos toda la noche en el bondi.

El Centro Cívico Santa Mónica resulta ser un granero de cemento. Solamente me acuerdo de las presentaciones buenísimas o las malísimas. Así que esta debe haber estado apenas bien, porque tengo la memoria en blanco.

Apenas después del set, traen a las rastras a una gente de Epic. Bastantes. Los ponen en fila y tratan de que posemos con ellos. Yo estoy podrido de eso, así que lo miro a Topper y me lee la mente:

-Vámonos a la mierda -dice, casi en simultáneo con Mick y Paul.

Así que nos vamos. Cuando la gente de Epic se va, no hablan ni nos miran. El aire está denso cuando pasan en fila.

Otra vez, apenas termina el show, tenemos que salir a la ruta. Un montón de admiradores nos hacen una gran despedida, así que estamos todos de buen humor y encaramos hacia la ciudad de Oklahoma.

En el bondi, Bo se sienta al frente, tragando “rock’n’rye” [whiskey de centeno con azúcar cristalizada] y contando sin parar anédotas de sus 23 años en las rutas. El bondi tiene tres VHS: La Guerra de las Galaxias (quejido), King Creole [Melodía Siniestra en Argentina] (¡hurra!) y Sangre para Drácula. Topper se sienta con los pies en alto, presumiendo sus nuevas espuelas, viendo las películas o jodiendo a Bo, con quien se lleva bárbaro. Mick y Paul se sientan en el fondo, enchufados con un rockabilly saltarín, viendo pasar las infinitas paradas para camiones.

Viajar a Oklahoma es como viajar de Londres a Glasgow diez veces. Así que apoyo la cabeza y cuando me despierto estamos en Texas. Lo sé porque Johnny Green y Baker tienen puestos los sombreros de cowboy más grandes que vi en mi vida.

Texas es uno de los mejores lugares, pero no sé decir por qué. Tratamos de llegar a Cleveland, Ohio, con esperanzas de tomar un avión en Oklahoma. En el aeropuerto hay abundante neblina por la nieve y hielo, pero ningún avión. El bondi se fue a ser reparado en Nashville, así que nos sentamos a esperar. 24 horas después, llegamos por fin a Cleveland, en un vuelo con escalas.

Un chabón que se llama Larry McIntyre perdió sus dos piernas en Vietnam, y un día, cuando fue a nadar a la pileta cerca de su depto, todos los otros residentes le prohibieron entrar, aduciendo que era demasiado asqueroso. Así que aceptamos tocar para ayudarle con sus gastos de abogados, pero no logramos conocerlo. Creo que fue porque me olvidé de su nombre y por los parlantes me referí a él como “el chabón sin piernas”.

A propósito, para darte una idea del tamaño del país: conocimos gente que viajó 1.300 kilómetros para ver el show.

La próxima parada es Washington DC. El bondi nos alcanzó, así que todos a bordo. En el viaje, Bo le da la cucheta a su guitarra y se duerme sentado. Mick también, porque por nada del mundo se va a tentar a volver a una de las cuchetas.

Mientras tanto, afuera hace 32 grados bajo cero y cuando estamos cargando el tanque en algún lugar, los frenos se congelan y se quedan trabados como una piedra. Así que nos tenemos que sentar a esperar un par de horas a que se descongelen.

Los que estaban despiertos en la escuela, saben que esta es la capital de EE.UU. Es bastante extraño que la mayoría de la población sea negra, lo cual pone un poco nerviosos a los políticos blancos. Íbamos a visitar a Jimmy Carter, pero estaba recibiendo unos masajes en México.

Así que tocamos en el DC [el jueves 15 de febrero] y encaramos hacia Boston. Aunque esto fue la semana pasada, perdí la memoria de nuevo, así que digamos que estuvo bien y pasemos a otra cosa, que significa “¡New York! ¡New York!” (tan buena que la bautizaron dos veces, etc.)

Indudablemente New York es una buena ciudad. Todas las calles son rectas y está ordenada como un tablero de ajedrez. Algunas partes son tremendamente llamativas, como Manhattan, y algunas partes son villas quemadas, como el sur del Bronx.

Tocamos en el Palladium [el sábado 17 de febrero]. Un poco como el Rainbow. Fue el tercer reci en tres días. Y con tanto viaje, estábamos un poco agotados. Durante la prueba de sonido, escuché a un yanki diciéndole a su amigo “wow, estos chabones están podridos. Apenas si pueden estar parados, ¡ni hablar de tocar!”.

Después Bo me contó que el peor público de EE.UU. está en Detroit y en New York.

-Si podés tocar en New York, podés tocar en cualquier lado.

A la hora del reci, el lugar estaba repleto y estaban todos los mayores figuretis de la ciudad. Estábamos bastante nerviosos. A mitad del show, miré al público y me convencí de que nos estábamos derrumbando como una tonelada de ladrillos. Pero dicen que es una ciudad áspera, y al final logramos darla vuelta y les dimos lo mejor.

Nos quedamos un día y pico para ver lugares como Studio 54, que está bien, pero nada del otro mundo. Para entrar sin pagar, hay que ir con Andy Warhol.

Falta un show más: Toronto [el martes 20 de febrero]. Volamos hasta allá para hacer el reci, que es en un cine. El camarín en realidad, es un baño, y los parlantes suenan como si tuvieran hamsters cocainómanos adentro. Aunque suena áspero, lo disfrutamos mucho y ellos también, que al final invadieron el escenario al estilo inglés. Una de las cosas más graciosas que vi, fue a los patovicas tratando de contener a todo el público ¡entre dos! Después del primer tema, fueron superados, así que se rindieron y se fueron a su casa.

Y al día siguiente, nosotros también.

Para romperla o pegarla en EE.UU., hay que trabajar mucho como Elvis Costello, saludar y sonreir como los Boomtown Rats y sonar como los Dire Straits. De esas tres cosas, podemos hacer la primera, pero el resto no. Así que vamos a volver a tocar en EE.UU., pero también tenemos que tocar en Gran Bretaña, Japón, Europa, Australia, por partes iguales. ¡Che! Escuché que en Rusia hay mucho rock…

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