El último show de Mick Jones con los Clash

El Festival Us de mayo de 1983 quedó en la historia como un momento desagradable. Parecía obvio, de entrada, que los Clash se sentían incómodos con la presentación.

Texto: Lepo, basado en los libros de Pat Gilbert y Chris Salewicz.

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Un descanso de cuatro meses tras la gira con los Who por Estados Unidos, le dio tiempo a los Clash para reflexionar sobre los eventos del año 1982. Tras la partida de Topper Headon, se habían lanzado directamente a cinco meses de giras bastante sólidas. Estaban dolorosamente conscientes de que fue “Rock the Casbah“, de Topper, lo que había levantado las ventas de Combat Rock, propulsándolo hacia el Top 10 de EE.UU.

-Con Topper no tuvimos tiempo de evaluar la situación -dice Mick Jones-. Simplemente teníamos que avanzar y hacer lo que había que hacer. Él estaba en un estado tal, que no podría haber hecho esa gira. Pero creo que nunca hubo un verdadero plan sobre qué había qué hacer después.

El nuevo nivel de éxito del grupo en Estados Unidos, creó todo tipo de dificultades, especialmente para Joe Strummer, que estaba atrapado entre ser Woody Guthrie o Elvis Presley.

-Cuando “Rock the Casbah” fue hit en Estados Unidos, vi que me estaba volviendo un rebelde profesional -admitió-. Nos estábamos volviendo un chiste. Habíamos sido sinceros cuando estábamos en la lucha, pero cuando llegamos a esa nueva etapa pensé: “esto tiene que parar”. Si hubiéramos seguido con un par más de hits como ese, podríamos haber tenido casas en la Toscana y jets privados. Pero hubiera sido deshonesto.

El baterista reemplazante Terry Chimes le había dicho a los Clash que no estaba preparado para esperarlos. Presintió que las contradicciones y los conflictos que tironeaban al grupo no se iban a resolver rápido ni fácil. Se fue a trabajar con Billy Idol y luego con Hanoi Rocks.

Poco después de la filmación de Hell W10, Joe tuvo malas noticias. Topper le debía 30 mil libras [130 mil dólares actuales] a un dealer de heroína. Si no conseguía la plata le iban a quebrar las piernas. Joe fue con su amigo Alex Chetwynd al Banco Midland de calle Portobello (Londres), donde tenía una cuenta y sacó 30 lucas en efectivo. Se las pasó a Alex, pidiéndole que metiera los fajos de billetes en su campera militar y se los llevara a Topper, que pudo seguir caminando. Topper le envió a Joe una sentida carta de agradecimiento.

Considerando la circunstancia de la partida de Topper del grupo, Joe puede haber estado motivado por una sensación de culpa. Pero con esa cifra, en 1983, uno se podía comprar una casa considerable en Londres.

Los Clash ahora estaban empezando realmente a ganar muy buena plata:

-Algo que hacían los Clash era pagar impuestos altos para seguir viviendo en Gran Bretaña -dijo su pareja de aquel entonces, Gaby Salter-. Joe podría haber volado y sido un exiliado fiscal. Hubiera sido hipócrita, pero lo podríamos haber hecho. Pero él quería estar en Ladbroke Grove. Quería estar en la fuente de dinamismo del movimiento en que participaba.

Durante marzo y abril, reinó una sensación de cuasi-separación. Ahora el desafío era a dónde ir ahora, que ya eran un grupo internacional exitoso. ¿Tocar en más estadios? ¿Hacer fortunas? ¿Volverse más distantes? ¿Convertirse en los Who? Los rumores de una separación de los Clash abundaban en esa época. La comunicación entre las distintas facciones dentro del grupo, era pobre. Nadie parecía saber cómo hacer avanzar la banda de una forma aceptable para todos. Pearl E. Gates alias Pearl Harbour, esposa de Paul Simonon en aquella época, recuerda que “Mick quería irse de vacaciones y los otros decían ‘Nosotros no salimos de vacaciones'”.

El ímpetu para reiniciar a los Clash, vino de afuera. En abril de 1983, se comunicaron con ellos los organizadores del Festival Us, de tres días, en el Parque Regional Glen Helen de Los Angeles. El título del festival era una abreviatura del slogan “Unite Us In Song” (Unite a nosotros en una canción). La oferta era cerrar el Día de la Música Nueva, el 28 de mayo, que también iba a incluir a A Flock of Seagulls, los Stray Cats y Men At Work. Iban a tocar frente a una multitud de alrededor de 150 mil personas. El caché era una friolera de 500 mil dólares. Una cantidad fenomenal de plata [casi un millón y medio de dólares actuales]. A Van Halen le pagaban el doble por ser la banda principal del Día Heavy Metal.

Al manager Bernie Rhodes y el relaciones públicas Kosmo Vinyl les pareció que tenían que aceptar. Una de las razones, era volver a hacer funcionar al grupo. Aceptar la fecha, significaba que tenían que encontrar un baterista nuevo. Topper había tenido que firmar varios documentos legales relacionados al pago de regalías, y el estado en que lo encontraron, confirmó que no iba a poder volver al grupo. Bernie puso un aviso en la revista británica Melody Maker, el 23 de abril. Los plomos Barry Auguste alias Baker y Digby Cleaver quedaron a cargo de reducir los aproximadamente 200 candidatos a los mejores diez.

Las pruebas se llevaron a cabo en los Estudios Ear de calle Freston, donde habían maqueteado Combat Rock. A cada candidato le pidieron que tocara acompañando las grabaciones de “Safe European home”, “Armagideon time” y “Radio Clash”. Eso probaría su capacidad de tocar rock, reggae y funk. Luego, Baker le sacaba una foto a los participantes exitosos. A Joe, Mick y Paul le presentaron un dossier de los cuatro finalistas, que fueron invitados a tocar media hora con los Clash. Fue un proceso agotador de Darwinismo musical, que hacía acordar a la manera en que Bernie había construido el grupo allá por 1976. El puesto le quedó a Pete Howard, de 23 años, originario de Bath [180 km al oeste de Londres].

-Fue muy obvio que Pete era el que mejor encajaba -recuerda Digby-. Por eso entró. Lo que nos sorprendió totalmente fue la cantidad de canciones que ya se sabía a la perfección.

Pete empezó a tocar la batería en la escuela, antes de hacer una pasantía, a fines de su adolescencia, con la creación de los ’60 Marty Wilde, que ya tocaba en el circuito “del recuerdo”. Revela que ya conocía a Digby desde antes de entrar a los Clash.

-Cuando fui a la prueba, Digby me hizo sentir muy cómodo con todo -dice-. Como siempre, fue un caballero total y un santo. Hicimos tres o cuatro pruebas y entonces quedamos otro chabón y yo. Parte de la prueba era jugar al fútbol: los Clash y su séquito contra los Damned y su séquito. Obviamente, imaginate que yo era de Bath y pensé “¡Dios mío!”. Fue como un ejercicio de trabajo en equipo, para ver qué pasaba. Fue bastante estimulante. Después nos fuimos todos a un bar. Cuando entré no había mucha felicidad, pero no vi que Mick fuera una pesadilla en ningún momento. Hizo intentos de amistad y me señaló que le parecía que yo tenía una musicalidad que él quería explotar. Joe estaba ocupado olfateando cualquier rastro de músico pop. Él tenía sentido del humor, pero cuando aparecía Mick había una sensación de “ese pelotudo”. Joe quería ser Bukowski y Mick andaba fumado, todo el tiempo con su pareja Daisy. Todos parecían borrachos. Joe se enchivaba y empezaba a despotricar. Uno se podía acercar a Joe, pero después se daba vuelta y usaba lo que le habías dado, para pegarte.

Bernie contrató a Pete con un sueldo básico de 100 libras semanales [350 dólares actuales]. Por su puesto, era un pago insultante para un puesto en un grupo exitoso internacionalmente. Su euforia disminuyó más con el clima pesado y agresivo en el que se encontró de repente.

Pete Howard brinda un vistazo extraordinario de la realidad cotidiana de estar en los Clash: beligerante, controladora, temperamental, a veces desagradable.

Hubo unos cuantos ensayos antes de las fechas de preparación para el Festival Us. Esta minigira empezó en Michigan, después siguió hacia Amarillo, Texas. Pete se estaba dando cuenta de la jerarquía dentro del grupo (con él debajo de todo), y el sueldo también era un problema:

-El de Texas era un auditorio grande -recuerda Digby-. Pete estaba parado al costado del escenario, con la cara roja como un ladrillo. Le dije “¿qué te pasa?”. Me dijo “300 dólares por fecha. ¿Te suena justo?” “¿Para quién?” “Para el baterista de los Clash”. Le dije “¡Decile a Bernie que se los meta en el culo!”.

El Festival Us quedó en la historia como un momento desagradable, de mal humor y arruinado con violencia. Parecía obvio, de entrada, que los Clash se sentían incómodos con la presentación. Fue como si Bernie hubiera decidido que si iban a trabajar a ese nivel (tocando en fechas enormes al aire libre, por cientos de miles de dólares), tenían que asegurarse de ser una molestia. Volvía la filosofía del bandido popular: los Clash aparecen como un montón de forajidos locos, revientan el lugar, se llevan la plata y después la redistribuyen entre los necesitados. En este caso, dijeron que la iban a usar para abrir el boliche que venían prometiendo desde 1976. En realidad le dieron una parte de la plata a las radios piratas de Londres, y otra porción se gastó tratando de terminar la infortunada película Clash on Broadway.

Siete horas antes de que debieran subir al escenario, mientras tocaba el grupo australiano Men At Work, el elenco inglés pataleó: armaron una conferencia de prensa, en la que declararon que no iban a actuar esa noche, a menos que el organizador del festival, el gurú de las computadoras Apple, Steve Wozniak, donara 100 mil dólares [246 mil actuales] para enviar a una colonia de veraneo a la juventud latina empobrecida del este de Los Angeles.

En la conferencia de prensa, Joe era el vocero. Se había enfurecido cuando descubrió que las entradas al evento costaban hasta 25 dólares [61 actuales], aunque le habían asegurado que iban a costar como tope 17 dólares [42 actuales]. Aprovechando el estado de ánimo para armar una broma situacionista, Bernie Rhodes le dio manija cuidadosamente, y de ahí la conferencia de prensa.

Lo que estaba re claro, es que esa situación era una careteada. Si los Clash recibían medio millón de dólares por su actuación, ¿por qué carajo no podían aportar solidariamente parte de su cachet y estaban tan decididos a recibir una tajada de la plata de Wozniak? Su efectivo, afirmó convenientemente Joe, ya estaba destinado a gastos en Londres.

Forzado a rendirse para terminar con la extorsión, Wozniak finalmente se puso con aproximadamente 32 mil dólares [80 mil actuales], y los Clash subieron al escenario malhumoradamente, tras hacer esperar dos horas al público.

Inmediatamente antes del show, hubo otro momento de drama:

-Bernie armó otra conferencia de prensa que quería que hiciéramos al lado del escenario, inmediatamente antes de subir a tocar -dijo Mick-. Quería lograr que todos los otros artistas donaran parte de su plata. Joe estaba furioso por hacer eso un minuto antes de tener que subir al escenario. Salió y le dio la espalda a toda la prensa, con los brazos cruzados. Así que Kosmo agarró a Bernie para que hablara. Bernie hizo la conferencia de prensa y Joe se quedó parado de espaldas, sin decir nada, totalmente asqueado.

El público del Festival Us, 150 mil personas, era el más grande que tendría el grupo al frente. Más grande que cualquiera de las multitudes de estadio de los Who.

Al calor de fines de la primavera boreal del sur de California, Joe estaba intimidante cuando usó su plataforma discursiva:

-Bueno. Acá estamos en la capital de los decadentes EE.UU. de A -declaró al pararse junto al micrófono. Este repertorio musical está dedicado a asegurarnos de que la gente del público, que tiene hijos, les quede algo para ellos más adelante, en los siglos -continuó, de una manera poco gramatical.

Y los Clash palpitaron hacia su primera canción; la inevitable “London calling”.

Joe ya no tenía una cresta, si no peinado hacia atrás como cola de pato. Estaba vestido con una campera de jean blanca, sin mangas, y pantalones de algodón blancos. Por el contrario, Mick tenía una campera negra con tachas plateadas y remera roja; Paul remera blanca ornamentada con la tapa del primer disco de los Clash (disponible en el puesto de merchandising) y pantalones camuflados.

Después del segundo tema, “Somebody got murdered”, Joe volvió a su temática, refiriéndose al origen de la riqueza que había armado el evento y al asunto del consumismo estadounidense (nuevamente omitiendo las construcciones gramaticales).

-Yo sé que supuestamente la raza humana se tiene que arrodillar frente a toda esta tecnología nueva y besar el circo de microchips -ladró, antes de lanzar una verdad incómoda, como solía hacer Joe-: pero no me impresiona demasiado que no haya más que “Comprá”. Fabricá-Comprá-Morí. Ese es el lema de Estados Unidos. Nacés para comprar -gritó antes de largar con “Rock the casbah”, su mayor hit histórico en Estados Unidos.

El show había arrancado con las palabras “LOS CLASH NO SE VENDEN” proyectadas en una pantalla, pero el grupo no se dio cuenta de que había exigido hasta el límite de la explosión a los organizadores del evento, que decidieron reemplazar esa proyección por otra del cheque de 500 mil dólares. La banda estaba furiosa y Joe volvió a regañar al público californiano:

-¡Giladas! ¡Giladas! No sean falsos. Están pagando 25 dólares para estar ahí, así que hagan lo que quieran. Muchos de ustedes parecen operados del habla. Ni hablan ni gritan. Necesito un poco de hostilidad. O sea: “¡aaajjjj!”. Necesito algún tipo de sentimiento. Algo colectivo, ¿no? ¡Che! Todos vivimos juntos al mismo tiempo. Mañana es domingo; espero que canten conmigo.

Y entró directamente a las notas de misa dominical de “The sound of sinners”, enfatizando la frase más larga de la canción: “El mensaje de las piedras era el Valium”.

Los Clash rugieron a través de otras siete canciones, hasta que cerraron el repertorio adecuadamente, con una versión extraordinaria de “The magnificent seven”. Volvieron para tocar tres bises y bajaron del escenario.

Esta fue la mayor plataforma de público en vivo que Joe Strummer tuvo en toda su vida.

Hubo una riña cuando el grupo se iba del escenario. Un altercado con el musicalizador, que había empezado a pasar discos, evitando que los Clash volvieran para hacer otro bis. Mick Jones e integrantes del staff escénico, intercambiaron piñas. Segun Kosmo Vinyl, Mick tuvo un buen desempeño.

-Me puse a pelear con algunas personas, al final del Festival Us y Mick se metió -dijo Kosmo-. Él se hundía con vos.

-En el Festival Us, Mick y yo no hablábamos para nada -dijo Paul-. Pero vi a un chabón que le pegaba y yo lo saqué. Eso arregló las cosas por un tiempo.

-Después de las piñas, me acuerdo de que todos estábamos con un ánimo espectacular -dice Kosmo-. Sentí que habíamos vuelto. Esa sensación de compañerismo.

El espíritu grupal no iba a durar mucho. Chris Chappel, amigo de Mick, estaba en el backstage viendo el show. Chris era el encargado de giras de Bruce Springsteen, y se apresuró para encontrar a Bernie Rhodes y contarle del incidente:

-Como sea. Mick ya no es para este grupo -dijo Bernie, jugando una carta hasta ese momento desconocida.

-Había muchos rumores sobre Mick y se notaba que Bernie estaba presionando para que lo echaran -dijo Sean Carasov, amigo de Strummer-. Joe me dijo que Bernie estaba tratando de ver cómo sacárselo de encima. Mick era la estrella de rock del grupo y le encantaba la onda del festival. A los otros no les importaba una mierda. Se notaba que pasaba algo. Había mala onda. Mick no parecía darse cuenta. Estaba metido en el festival. Lo que estaba haciendo Bernie me parecía ridículo. Su paranoia y megalomanía estaban empeorando.

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