¿Y dónde está el batero?

El Partido Comunista Italiano organizó un recital al aire libre para 30 mil personas, el 1 de junio de 1980, con los Clash como banda principal. Pero algo salió mal.

Textos de astroman.it y thebaker77.wordpress.com. Traducción y aclaraciones: Lepo.

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Italia tenía el partido comunista más influyente de Occidente, ya que habían ayudado a echar a los nazis del país. No era un partido tozudamente estalinista; era un partido popular que basaba su política en la “hegemonía cultural” y estaba distanciado de la Unión Soviética. Al menos un tercio de Italia tenía municipios con autoridades comunistas, incluyendo a la región Emilia Romagna, cuya capital es Bologna. En la Plaza Mayor (Piazza Maggiore) de esa ciudad, el Partido Comunista Italiano (PCI) organizó un recital al aire libre para 30 mil personas, el 1 de junio de 1980, con los Clash como banda principal.

La extrema derecha y la izquierda eran muy fuertes, y en los recitales a veces se producían enfrentamientos entre pandillas juveniles. Los Clash entraron en el centro de toda esa tensión y se volvieron un símbolo para el PCI, debido a que eran una de las pocas bandas de rock de esa época con inclinaciones de izquierda, y tenía canciones con contenido sociopolítico. La prensa italiana se empezó a referir a los Clash como un grupo politizado de izquierda.

Las relaciones entre los integrantes de la banda eran bastante tensas. Tras tocar en Francia se quedaron en la costa descansando y eligieron viajar por separado en auto hacia Bologna. Se perdieron y llegaron tarde al recital. El público ya había visto a las dos bandas teloneras: Café Caracas (de Florencia) y Whirlwind (banda rockabilly inglesa).

Hasta el día de hoy no se sabe qué pasó con Topper, el baterista de los Clash. Una versión dice que se perdió en Parma, y otra que se descompuso por comer mariscos. Después de casi dos horas de escuchar reggae grabado, el ánimo del público se estaba poniendo feo.

Joe, Mick y Paul decidieron empezar el show usando al baterista de una de las banda soporte. El “Sr. George” tocó las primeras ocho canciones y aunque lo felicitaron por colaborar, no pudo más que hacer el mismo ritmo en la mayoría de los temas. Cuando Topper llegó a tocar “White man in Hammersmith Palais”, el recital explotó y tomó vida. Paul le habló en italiano al público. [Recordemos que vivió un año en Italia cuando iba a la primaria].

Este es el relato de Barry “The Baker” Auguste, uno de los plomos de los Clash:

“Primero déjenme aclarar que la tardanza de Topper no tuvo nada que ver con las drogas, como se insinuó. Ray Jordan, el seguridad de la banda, era su chofer, y simplemente se perdió (años antes del GPS y los celulares). Así que nadie tenía ni idea de dónde estaba ni qué había pasado.

Yo había hecho la prueba de sonido de la batería más temprano, y todo el equipamiento estaba afinado y chequeado y listo para arrancar. Esperamos y esperamos a Topper, hasta que finalmente era obvio que algo había salido tremendamente mal. Había numerosos incidentes al frente. Había gente de la política local y pandillas punks enfrentadas, que generaban problemas, y la multitud se estaba poniendo más que inquieta. El ambiente se estaba empezando a poner feo. No solamente al frente, sino también en el camarín. De repente Mick me dijo “¡Barry, vas a tener que subir y tocar un par de temas hasta que llegue Topper!”.

Yo tocaba de vez en cuando con la banda (a mi propio estilo torpe) en las pruebas de sonido o en los ensayos cuando llegaban antes que Topper. Ellos sabían que yo podía hacer un arranque muy desprolijo de “Jail guitar doors” y tal vez mantener el ritmo en algunos de los temas más lentos. ¿Pero en vivo, frente a miles de fans? Eso era algo que nunca me había imaginado, ¡y era algo totalmente distinto! ¡Yo no era baterista! Me había enfrentado con skinheads enojados sobre el escenario y al terror de los oficiales de aduana en el extranjero, pero no había pedido un cambio. Me dio taquicardia y se me hizo agua el estómago. ¡Me descompuse y quería vomitar!

-¿Yo? -grité- ¡No creo que pueda!

-¡Sí podés! -dijeron todos en el camarín-. Ya lo hiciste antes. Va a salir bien.

El público de Bologna esperaba el recital de los Clash

Joe fue totalmente sincero y convincente para persuadirme. A Paul le pareció graciosísimo. Yo no estaba convencido con su bravuconada y durante los siguientes 15 minutos, traté de prepararme física y mentalmente. ¿Cómo no me lo esperé? Me insulté a mí mismo y tuve un colapso mental silencioso.

Todavía ni noticias de Topper. Ray Jordan zigzagueaba con su auto alquilado por la campiña de Bologna, perdido irremediablemente. Llegaron las llamadas de los organizadores y los encargados del show. ¡Había que subir! Finalmente, a minutos del plazo final, George Butler de los teloneros Whirlwind, entró al camarín y ofreció sus servicios. Era una elección dura entre alguien que se sabía los temas hasta dormido pero no era baterista, o un baterista que no se sabía ninguna canción. Después de un poco de debate, la banda se decidió por George. ¡Le agradecí al cielo!

Reorganizaron rápidamente la lista de temas para incluir “Brand new Cadillac” y “Jimmy Jazz” al principio, por su simpleza. George subió y se mantuvo con muy bajo perfil, con un ritmo constante durante cuatro o cinco temas, y yo al costado, tratando de hacerle señas visuales sobre los temas. Fue una ejecución desabrida pero pasable, con una energía visiblemente baja del público y de la banda.

De repente Topper apareció al costado. Corrió, tomó un par de baquetas y la banda arrancó con “London calling”. [NOTA DE LEPO: en realidad fue en “White man in Hammersmith Palais”] Inmediatamente subió la energía del show. La banda se alimentó con la potencia de Topper. La multitud respondió de igual manera. ¡Se volvieron locos! Las frustraciones acumuladas finalmente se soltaron. Tanto las del público como las de la banda, y me dio piel de gallina. Fue uno de los show más intensos, fascinantes y finalmente satisfactorios que la banda tocó en su historia, y estaban verdaderamente agradecidos hacia los fans boloñeses, por su paciencia y su lealtad.

Después, en el camarín, hubo explicaciones, recriminaciones y suspiros de alivio de parte de todos (y míos también). Fue la única vez en siete años, que pasó algo así. Viéndolo ahora, me doy cuenta de que probablemente podría haber tocado en parte del show, a mi propio estilo torpe. Pero hubiera quedado a destiempo, desabrido y débil. Y definitivamente fue un momento que nunca quise volver a vivir”.

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