1982: Stevie Ray Vaughan, ¿telonero de los Clash?

El diario Austin Chronicle recopiló relatos de varios músicos que presenciaron el paso de los británicos por la capital texana durante la gira de Combat Rock. El virtuoso guitarrista de blues jugaba de local pero no tuvo una buena noche.

Traducciones de Lepo basado en artículos de austinchronicle.com y tomtommag.com

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-Fue traumático. Nos advirtieron que el público de los Clash odiaba a todos, pero pensamos “¡esto es Austin! ¡Austin es progre!” -recuerda el baterista Chris Layton de la primera noche en que Double Trouble teloneó a los Clash en el City Coliseum, el martes 8 de junio de 1982.

Precisamente, ver a la estrella en ascenso Stevie Ray Vaughan (guitarra/voz) siendo interrumpido sin piedad en la gira de Combat Rock, fue deprimente y vergonzoso, pero de entrada fue una mala movida contratar al trío local de blues. Los Clash cultivaban un público punk que valoraba la pasión por encima de la precisión, y los Double Trouble eran demasiado profesionales para sus estándares de crudeza.

Los Clash andaban temprano por la ciudad, buscando bandas teloneras. Era su modus operandi: una movida con la que se habían ganado mucho respeto. El día anterior al show, el representante Stuart Weintraub se sentó en el hotel Sheraton a recibir las cintas de las bandas locales que competían por telonear: D-Day, The Lift, 5 Spot. Esa noche, los Clash estaban viendo bandas de reggae y cayeron por el Opera House a ver a Stevie y luego al boliche Continental a ver un grupo rockabilly que se llamaba Trouble Boys. Así fue que Double Trouble consiguió la fecha, ahora tristemente célebre, que empezó tan mal como terminó.

-Salimos y vimos gente que nos tiraba bosta y nos mostraba la pija, gritando “háganse culiar” y “bájense del escenario”. Fue espantoso -recuerda Layton-. En Montreux, cuatro o cinco personas nos abuchearon y parecían 400 o 500. Me acuerdo de que el Coliseum era un veneno. Stevie decía “¿Qué miérda es esto?”. Después, Stevie le agradeció a Joe Strummer y le dijo “Me parece que no entiendo a tu público. No estamos acostumbrados a esto. Mañana no venimos”. Strummer se sentía re culpable. Un chabón bárbaro. Pero me sorprende que hayan encontrado a alguien que los teloneara la segunda noche.

Alice Berry enfrentó el mismo clima, con resultados decididamente distintos:

-Yo estaba parada en el backstage después de la triste partida de Double Trouble -explica-. Stuart giró hacia mí y me dijo “¿Qué hacés mañana a la noche?”, como invitándome a salir. “Voy a ver a los Clash”, le contesté. “¿Te gustaría telonearlos?”, me dijo.

Quinteto rockabilly con cantante femenina, los Trouble Boys incluían a Berry y tenían lo que no tenía Stevie: credibilidad barrial entre la comunidad punk. No habían grabado, no tenían prensa y eran desconocidos: candidatos perfectos para un público que tiraba vasos de cerveza y escupía tanto para decir “te quiero” como “andate a la mierda”.

-Nadie me pegó con vasos ni latas de cerveza. Nadie me escupió. Un chabón solamente me hizo fuck you.

Las bandas teloneras no eran la única canción política que sonaba en los shows de presentación de Combat Rock en Austin: un poster anti-Clash hecho a mano, gritaba “Clash=Cash” [Clash=plata]. Algunos admiradores de la banda sentían que se habían desviado de su fórmula revolucionaria.

Las presentaciones en el Coliseum tuvieron a los Clash a toda máquina: ambas noches fueron un aluvión escénico impulsado por su éxito en aumento, y se ganaron un lugar en el folklore local cuando filmaron el video de “Rock the casbah”.

Stevie y Double Trouble recibieron una lección y llegaron a la fama. Los Trouble Boys tuvieron una trayectoria corta y se separaron al año siguiente. En cuanto a los Clash y la actitud de su público, el exitosísimo Combat Rock marcó el principio del fin.

Una noche con Mick Jones (por Terri Lord)

Aproximadamente una década antes de que Bikini Kill transformara el mundo con “Rebel girl”, Terri Lord ya era una “chica rebelde”. Parecida a Jodie Foster en la película de 1980 Foxes [Zorras] -con pelo rubio suelto, una sonrisa encantadora con una pequeña mueca de desprecio y cejas la mayoría de las veces levantadas por el entusiasmo-, era copada, salvaje y áspera.

Terri Lord

Lord migró desde Colt Neck, New Jersey, a estudiar cine en la universidad de Texas a principios de los ’80, y rápidamente cautivó a la movida punk de Austin, Texas, con su batería que no dejaba títere con cabeza, su carisma relajado y su curiosidad musical ilimitada.

Pulió su talento y expandió su estilo durante años en grupos como Aces 88, The Jitters, Airhead, Mind Splinters y un largo etcétera.

Terri cuenta:

-Me contaron que fuimos a un espectáculo sobre hielo cuando yo tenía tres años y que hice un berrinche hasta que me dejaron sentar donde pudiera ver al baterista de la orquesta. Cuando tenía siete tenía una batería de juguete y armé mi primera banda, Terri and the Termites. Le ponía luces de Navidad a nuestra vieja mesa del comedor ¡y hacía subir nenas a bailar en malla! Cuando tenía nueve ya tenía una batería de verdad, roja brillante. Fui a clases de batería unos dos meses. En el verano, un amigo de mi papá se puso a trabajar conmigo una tarde hasta que pudiera tocar un ritmo común, 4/4. Y al final me salió. Después de eso, simplemente toqué arriba de discos. Estuve en un par de bandas de la secundaria. Fue una época muy fascinante, porque de repente había una unión de bandas. Yo estaba en las Sirens, una banda totalmente femenina, que se separó bastante rápido porque todas empezamos a tener romances entre nosotras. Cuando volví de las vacaciones de verano, estuve en Aces 88, que fueron los que volvieron a traer la tintura negra a Austin. Todos se sentían re creativos y rompían las reglas, al igual que el punk, que explotaba por todas partes.

Con respecto al paso de los Clash por Austin, la baterista recordó una anécdota:

-Nunca me había puesto una remera de los Clash. Ningún poster de los Clash había adornado mis paredes. Sin embargo, sí tenía un reloj a pilas de los Clash, armado por mí misma, en conmemoración de la primera vez que Mick Jones y Joe Strummer aparecieron en la tapa de la Rolling Stone.

El reloj existía por muchas razones. Por supuesto, en mi círculo se apreciaba su música con devoción. De hecho, una de mis primeras bandas evitaba los afinadores para las guitarras y prefería, en cambio, afinar con el acorde que abría “Tommy Gun” (un MI perfecto) antes de nuestras presentaciones.

Joe y Mick eran los Lennon/McCartney del punk rock, y con su estatus reciente como chicos de tapa de la Rolling Stone, estaba en posición de ser los embajadores mundiales del punk rock. Por supuesto, esto era secundario: Mick salía re lindo en la foto.

Era 1982 y Margaret Moser, columnista musical del Austin Chronicle con una presencia suprema en el ambiente, me llamó para hacerme saber que la banda iba a venir a la ciudad un día antes de tocar, para filmar un video. Yo nunca había estado en la lista de teléfonos de Margaret, pero en este caso ella estaba al tanto de que esa información me podía resultar útil. El recital de los Clash se había agotado tan rápido, que la banda decidió agregar una segunda noche y estaban buscando una banda telonera.

Ella me sugirió que fuera al boliche Continental esa noche y le diera un casete de mi banda, The Jitters, a su representante Kosmo Vinyl. Cuando llegué al boliche, era obvio que se había corrido la voz, porque el lugar estaba plagado de candidatos. Le acababa de dar mi cinta a un muy desinteresado Kosmo, cuando el jefe del personal técnico de los Clash entabló conversación conmigo.

Escuchó que yo era baterista y me presentó al baterista de la banda, que también se llamaba Terry [Chimes]. En algún punto, me di cuenta de que Mick, con un sombrero de paja grande, se había sumado y me sonreía. Sí, se me detuvo el corazón.

Cuando tenía 10 años había tenido una pared completa empapelada con posters de Bobby Sherman. Esta era la culminación perefecta de todas mis fantasías post-postadolescentes. Hablamos un buen rato. Parecía bastante interesado en el reloj, aunque traté de disimular que la ubicación específica de las agujas era en su entrepierna.

Para el recital de la noche siguiente, Margaret me dio un acceso al backstage después de estar secuestrada en un cuarto con ella y dos integrantes de los Standing Waves. Terminé sentada en una fila de sillas vacías, directamente detrás del escenario. Gradualmente, las sillas se empezaron a llenar de mujeres hermosas, que yo reconocía del ambiente. ¿Eran las legendarias Texas Blondes? Varias me hicieron miradas tan fulminantes, que me sentí obligada a asegurarles que no estábamos ahí por lo mismo.

Nota del traductor: Margaret Moser organizó una pandilla de chicas que se llamaba Texas Blondes -Rubias de Texas-, que querían pasar el rato con las estrellas de rock, siguiendo el modelo de las GTOs de Pamela Des Barres. "Éramos simplemente chicas lindas a las que les gustaban las bandas lindas y queríamos demostrar un poco de hospitalidad sureña. A algunas chicas les gustaba brindar más hospitalidad que otras", contaba una de ellas. 

Seguro: Mick me resultaba cautivador, pero yo nunca iría en contra de una Texas Blonde engañándome con que yo me iba a levantar al chabón. Yo no tenía tacos aguja. No tenía minifalda. Yo estaba por mi banda, y a decir verdad, algunas de las Blondes me resultaban tan cautivadoras como Mick.

Texas Blondes

Tarde o temprano abrieron la gran zona del backstage y todos revolotearon, mezclándose con el personal técnico hasta que salió la banda. Mick me dijo que había dos trafics, unas de las cuales se iba al autódromo Malibú, y me preguntó si tenía alguna otra sugerencia entretenida para la noche. Me acordé de que esa noche tocaba una banda de reggae, los Twinkle Brothers, así que Mick, Terry y Karla (cantante de Toxic Shock), además de varios integrantes del equipo técnico, nos apilamos en la otra trafic y encaramos para el Liberty Lunch.

Soy una mujer estadounidense descarada, así que me ofrecí a pagarle un trago a Mick: vodka con naranja. Me preguntó si había algo más esa noche. Si estaba tratando de levantarme, les aseguro que no lo capté. Le mencioné que tocaba Charlie Sexton en el AusTex Lounge, así que todo el grupo fue para allá y siguieron tomando alcohol hasta que decidieron que era hora de volver al Sheraton Crest.

Cuando entrábamos a la recepción, Karla, Terry y el resto fueron hacia el bar de la izquierda, mientras que Mick y yo fuimos hacia la derecha, hacia el ascensor. Mi momento de la verdad llegó cuando se empezaban a cerrar las puertas del ascensor y Karla me miró asombrada. Eso es lo que me queda en el recuerdo, muy imborrable: su cara cuando se cerraba la puerta del ascensor.

Lo que pasó esa noche es probablemente lo que pasa en la mayoría de las habitaciones de hotel. Hubo algo de eso y hubo algo de debate político. Hubo algo de zapping en busca de noticias de Inglaterra, que acababa de invadir las Malvinas. Algo de lo que no hablamos fue mi banda. Si ya estaba decidido si teloneábamos la noche siguiente, nunca lo voy a saber. Llámenme ingenua, pero no se me ocurrió sacar el tema. Una vez que tuve la oportunidad de pasar la noche con él de verdad, creo que ni siquiera me acordé de que estaba en una banda. Cuando me dieron la oportunidad de elegir entre “el trabajo” y “el corazón”, vi sus ojos de cachorro y elegí lo segundo. Qué feminista.

Pero realmente fue algo de ensueño: tímidamente, él mencionó que a la noche siguiente le gustaría ver cómo me quedaba un vestido. Mi subconsciente se rió fuerte, ya que yo tenía un solo vestido y no creía que a Mick le gustara verme con mi disfraz de La Novicia Voladora para Halloween.

Basta con decir que la vez siguiente que me vio, yo tenía puesta mi campera de cuero y mi jean negro, y salvo una sonrisa desde el escenario, no me prestó atención en absoluto. Supongo que su interés por la política no se extendió a lo sexual. A lo mejor yo no estaba tan informada sobre los subsidios del gobierno para los desempleados y las armas de Brixton. Creo que ambos conseguimos lo que quisimos de la situación.

La pila del reloj se agotó y nunca la cambié. Creo que no hacía falta.

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