Mick Jones repasa su vida (parte 2)

Tras pasar un par de días conociendo a Mick Jones, solamente se pueden repetir estas palabras de Joe Strummer: “¡Sos mi héroe de la guitarra!”.

Traducción y aclaraciones: Lepo. Texto original de Danny Kelly para revista The Word (Reino Unido)- noviembre de 2005. Agradecimiento a Sabine Bollinger.

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*

Cómo se conocieron Mick, Joe Strummer, Paul Simonon y el manager Bernie Rhodes y formaron The Clash con un elenco rotativo de bateristas, fue estudiado por varios libros gruesos. Los mejores son los de Marcus Gray y Pat Gilbert. Lo que de alguna manera es más fascinante, es que en Londres, dominado por el rock progresivo (donde los únicos dos grupos que tocaban con los pies en la tierra eran Dr Feelgood y Eddie and the Hotrods), unos grupitos de gente joven estaban empezando a sentir que eso no era suficiente; que se necesitaba algo más; que tenía que venir un cambio. Uno de ellos era Mick Jones, que ahora iba a la deriva entre una serie de trabajos de baja categoría, incluyendo el de “abrir cartas-bomba”, mencionado en “Career opportunities” del primer disco de los Clash.

-Mi mamá estaba en EE.UU. y se suscribía a las revistas Creem y Rock Scene y me las mandaba. Además yo conocía a un francés, Larry Debay, de pelo largo colorado y mucha barba, que era un pez gordo en Skydog Records, que tenía una disquería justo al lado de donde trabajaba yo, en calle Praed. Comprábamos todos los importados y esas cosas. Vi a los New York Dolls en The Old Grey Whistle Test y los busqué cuando vinieron por primera vez. Me empezaron a interesar los MC5, los Stooges; todos esos. Y conseguía todos esos discos en esa tienda. En esa época coincidió todo. Había un par de personas que empezaban a conocer la movida garage y salió Nuggets de Lenny Kaye. Ese fue un disco re importante: la raíz del punk, realmente.

Mick y su amigo Tony James empezaron a armar London SS, una banda que nunca tocó con público ni lanzó un disco, pero que, con varias formaciones, al final vomitó integrantes de bandas punk de la primera ola: The Clash, Generation X, The Damned, The Boys y Chelsea. Suponiendo que había gente con una mentalidad parecida en todo el país, Mick y Tony ponían avisos en Melody Maker:

“Gente copada con los Dolls, los Stooges y los MC5. Nada de obsesionados por la guita“.

Y llegaron a conocer al compinche de Malcolm McLaren, Bernie Rhodes, que empezó a ser su manager, de una manera rudimentaria: los London SS “tomaron” una cafetería de calle Praed, llenaron la rockola con sus discos favoritos y la usaron de oficina para probar músicos. Rhodes les consiguió una salita de ensayo en un sótano, atrás de Norfolk Place.

-Así que estábamos al frente, en calle Praed; primero conocíamos a la gente, y si nos caían bien y pasaban la primera prueba, los llevábamos a la vuelta y tocábamos con ellos.

Increíblemente, a un par de kilómetros, pasaba algo similar con los Sex Pistols, pero su creación fue ligeramente menos orgánica; fue más una obra del titiritero charlatán Malcolm McLaren.

-Sí, absolutamente. Y había conexión -dice Mick-. Bernie era amigo de Malcolm, así que estábamos al tanto de los Pistols y ellos de nosotros. Hubo un momento en que prácticamente todos nosotros teníamos el pelo largo y ellos ya tenían el estilo nuevo. Nos encontrábamos con ellos y si las cosas hubieran sido diferentes, posiblemente yo hubiera entrado a su banda como segunda guitarra, junto a Steve Jones. Toqué con esos chabones en esa época y ya conocía a Glen Matlock. Había un poco de chispa entre nosotros y les caía bien, pero no funcionó. Yo hubiera sido segunda guitarra, pero creo que nunca les hizo falta.

El nombre London SS tenía la intención clara de conmocionar y no de indicar apoyo al nazismo, pero incluso 30 años después, Mick Jones (de linaje judío y galés) se arrepiente.

-Yo trabajaba en Seguridad Social. “S.S.”, ¿entendés? Era provocativo a propósito, pero al repasarlo, era patético. No estoy para nada orgulloso de eso. Tratábamos de decirle a la gente “¡Es por Seguridad Social!”. Pero nunca fue eso. No nos sentimos bien por eso.

Mucho mejor fue el nombre de la siguiente banda de Jones, una coagulación de partes de London SS con el recluta Joe Strummer, de los rockeros de pub The 101’ers: The Clash. Es un nombre perfecto para un grupo decidido a confrontar el estancamiento musical (y social) que encontraba a su alrededor.

Pero fue una carrera intensa, cabeza a cabeza. Al principio casi se llamaron The Weak Heartdrops y The Heartdrops, por “Lightning flash (weak heart drop)” del disco Dread Locks Dread de Big Youth (1975). Otro fue Psychotic Negatives.

-Después Paul vio la frase “the clash” [el conflicto; el choque] en el diario Evening Standard, creo. Sonaba bien y le gustó a todos. Nunca antes habíamos notado la palabra, pero apenas nos llamamos The Clash, vimos que estaba en todas partes: conflictos por acá, conflictos por allá. Ahora hay sound clash, DJ clash [dos tipos de competencias de musicalizadores]. Es una palabra buenísima, ¿no?

Los Clash tocaron por primera vez teloneando a los Sex Pistols, al fondo del pub Black Swan de Sheffield. Viajaron atrás de una camioneta para mudanzas, con la parte de atrás abierta, y se entretuvieron atando zapatillas y zapatos a una soga y haciéndolos rebotar por la ruta.

-¡Una diversión fantástica! Después de Sheffield tocamos con ellos en el Screen On The Green [un cine-arte independiente, en Islington]. Estuvo increíble. Era sábado a la noche y no empezó hasta las 12. Algo inédito. Simplemente increíble. Teníamos mucha energía; era verdad. Y teníamos muchas canciones que ni siquiera llegaron al primer disco.

Pero cuando la fiebre del punk rock barrió esas tierras (o para ser más preciso, muy rápidamente se endureció la parte negativa del punk rock), se realizaron solamente la mitad de las fechas de la primera gira grande, el Anarchy Tour.

-¡Menos! ¡Mucho menos que la mitad! No fueron muchos recis; para nada. Se suponía que iba a ser una gira completa y cuando llegábamos a cada ciudad, el reci se suspendía. Me acuerdo de que estábamos todos en Harlesden, ensayando el día que los Pistols fueron al programa de tele de Bill Grundy y volvieron diciendo “¡Pasó algo increíble!”. Fue un par de días antes de salir de gira, cerca de Navidad. Y fue un infierno. Nos juntamos todos en la punta de calle Denmark, a subir al bondi para ir de gira. Todos los grupos: nosotros, los Pistols, los Damned y los Heartbreakers de New York. Los originales: Johnny Thunders y Jerry Nolan. Creo que los Buzzcocks también tocaron en algunas fechas. Hicimos dos fechas en Manchester y dos en Plymouth.

Los recis que sí se hicieron, terminaron en la mitología musical. Fueron exuberantes, chispeantes, liberadores, muchas veces alegremente violentos, como nada que se hubiera visto u oído antes. La gente que estuvo ahí, los describe como algo que prácticamente les cambió la vida. El propio Mick sabía que pasaba algo especial.

-Sentí eso incluso antes de esa gira, apenas vi a los Sex Pistols. Simplemente sabías que había pasado algo. Todos esperaban algo así y lo único que hacía falta era que alguien lo hiciera. Cuando los vi por primera vez, fue en la fiesta de Andrew Logan en Tower, uno de esos lofts alrededor del Puente de la Torre [14 de febrero de 1976]. Fue uno de sus primeros recis. Inmediatamente sabías, apenas los veías, que no habías visto nada como eso y que de ahí en adelante iba a ser todo así. Ser parte de algo así era muy nuevo y diferente a lo anterior. Surgían nuevos valores sobre la gente expresándose. Era apasionante. No era seguro. Era peligroso. Siendo así estabas en peligro, pero al parecer, en esa época no nos importaba. Cuando envejecés, te preocupás un poco más; de alguna manera te sacan eso.

-¿Hubo violencia real? ¿Te fajaron?

-Un par de veces. En la primera época punk, el ’76, me persiguían los teddy boys por Hammersmith. Ahí había cierto pub Ted, y si querías ir al Red Cow, que estaba por calle Fulham Palace, tenías que pasar por el de avenida Hammersmith y estaba lleno de teddy boys. Podía ser bastante peligroso.

Cualquiera fuera el peligro de las tribus urbanas rivales y de una prensa cada vez más hostil, el verdadero peligro para los Clash en aquellos días, era el propio grupo: la tortura física que se imponían ellos mismos para que esa música nueva llegara a destino. Tocaban a una velocidad y con una intensidad que no vi nunca antes ni después, con los músculos del cuello tensos como un alambre, los brazos y piernas bombeando como pistones, la transpiración saltando de cada poro y Strummer ahuyando hacia el éter electrificado.

Al ver ahora a Mick Jones, es casi imposible equiparar su cuerpo pulcro, casi frágil, con el dínamo naftero de aquella época. Pero incluso en aquel entonces, eso ya les estaba pasando factura: Strummer tuvo que bajarse de una gira cuando contrajo hepatitis B porque alguien le escupió en la garganta. Me acuerdo del baño de hombres en un reci de Nottingham, a minutos de que la banda subiera al escenario. En un cubículo, una figura desgarbada estaba encorvada sobre el inodoro: gallos, mocos y vómito parecían supurar o colgar de cada cavidad de su cara. Era Mick Jones.

-¡Estaba increíblemente nervioso! Tenía que mear y sacar hasta la última gota que pudiera, por los nervios. Tampoco importaba cuánta gente hubiera. Eso era tan importante para mí cuando era chico, que lo quería hacer. Era una reacción nerviosa. De todas formas, soy un chabón muy nervioso.

Todo el regimen de los Clash era muy físico: se vendaban antes de subir al escenario. Mick le ponía almohadillas a la parte trasera de su guitarra y se ponía toallas en la cadera, porque vivía golpeándola con la guitarra:

-Realmente me estaba matando. Y Joe tenía la “protección de rasguido”. Antes de subir, se vendaba las muñecas. Sus uñas estaban gastadas, en línea recta. Los dedos estaban gastados. Le poníamos mucho esfuerzo. No había muchos días en que no hubiera sangre en las guitarras.

*

El 8 de abril de 1977, se hizo realidad la promesa quizás incumplible de aquellos recis en vivo: semejante pasión y belleza ¿iba a poder ser capturada y quedar atrapada para siempre en una cinta? Su primer disco, The Clash, fue una obra maestra a primera escucha, y hasta hoy se mantiene así. Supongo que va a seguir así por mil años. Ahora nos hemos acostumbrado a la manera en que este grupo usaba su música, pero en aquel entonces sus canciones eran una revelación: hablaban de todo. Eran un flash de noticias; eran panfletos, manifiestos y gritos de guerra. La leyenda insinúa que la banda estaba tan puesta con anfetaminas, que ni siquiera se acuerdan de haber grabado su magnífico bombardeo de apertura. No es verdad.

-Yo sí me acuerdo… Bueno. No es que me haya olvidado de que lo grabamos. Lo hicimos muy rápido, en cuestión de tres o cuatro fines de semana, de principio a fin, incluyendo todo, y lo mezclamos con nuestro sonidista habitual, Mickey Foote. La verdad que en ese momento no sabíamos nada de producción. Fue onda “¿alguna vez escuchaste hablar del balance?”. ¡Nos re esforzamos! Ensayábamos así: hacíamos un tema re rápido y después, cuando había una pausa, todos nos sacábamos la garganta gritándonos mutuamente. El que gritaba más fuerte era el que era escuchado. Y unos diez segundos después, volvíamos a hacer el tema y después volvíamos a gritar. Nos re esforzamos, pero creo que se trataba de quién gritaba más fuerte.

-¿Quién era el mejor gritando?

-Yo era el más gritón y gritaba mucho. Joe tenía más relevancia. Si gritaba, a veces, tenía relevancia, seriedad. Muchas veces miraba para abajo y revoleaba los ojos mientras yo ladraba instrucciones para todos lados. Era una dictadura benevolente.

-¿Quién era el dictador benevolente? ¿Vos?

-No creo.

-¿Cómo componían las canciones vos y Joe?

-Comúnmente Joe me daba la letra y yo hacía la música. En realidad la letra te dice la melodía. ¡A veces él escribía el estribillo al costado y uno tenía que saber que ese era el estribillo! La melodía surge del ritmo de las palabras. Yo simplemente las miraba y la melodía ya estaba ahí. Lo hacía naturalmente. Cuando iba bien, Joe se sentaba con una máquina de escribir y la hacía a toda velocidad. Así de simple. Y me la daba a mí, que estaba sentado al otro lado de la mesa. Así de simple. Nunca le dedicamos mucho tiempo a eso.

Dada la maravillosa sucesión de temas que surgió de ese proceso que suena simple, todo suena como nada menos que un milagro. Strummer le decía a Mick que era bárbaro ver sus palabras tomando vida, cuando empezaban a flotar sobre una melodía.

-Él disfrutaba a lo grande cuando sus palabras, que en su opinión eran chatas, empezaban a rebotar sobre una melodía. Me encanta el hecho de no tener nada y después crear algo que no existía antes. Para mí eso es increíble. Me encanta el lienzo en blanco. Es lo más fascinante. Se le puede poner de todo. Y cada vez que compongo algo, nunca creo que voy a componer algo más, porque pienso “¿cómo pasó eso?”.

*

Durante los cinco años siguientes, los Clash tuvieron sus altibajos, pero prácticamente se mantuvieron como la mejor agrupación de rock. Inevitablemente, las relaciones que alguna vez habían sido indestructibles, empezaron a deshilacharse. La energía, alguna vez comprometida con el grupo y solamente con el grupo, se empezó a disipar. Aparecieron los mismos de siempre: el ego, los problemas de salud y hasta las diferencias musicales. Pero nadie hubiera previsto que el grupo, alguna vez tan unido, tan íntimo, se desgarraría. No se disiparon así nomás ni se fueron a hacer proyectos solistas. En vez de eso, alguien pensó que lo mejor para la banda sería quitarle como una verruga el alma: el guitarrista fundador, el compositor, a veces productor. En septiembre de 1983, ante un asombro generalizado, los Clash echaron a Mick Jones. Décadas después, Mick sigue sin poder hablar de lo que pasó sin secarse los ojos con la manga.

-“Echado” es bastante preciso. Es horrible. Es horrible que te descarten de tu propia banda. Es lo peor. Aunque no me hubieran desechado, si la banda llegaba a un final natural, me hubiera llevado años y años superarlo. Yo iba a ensayar. Íbamos a hacer otro disco y estaba bajo mucha presión. Había contratos que yo no quería firmar, por ejemplo. A mí me parecía que Bernie los echaba a todos y yo era el único que decía que no. Además, él decía “tienen que hacer música de New Orleans“. Fuera lo que fuera eso, me estaba empezando a molestar de verdad. Era re raro para nosotros. Estaba arruinando los ensayos. Parecía loco. No tratábamos de hacer música de New Orleans. Ni siquiera hablábamos. Solamente mirábamos al piso y refunfuñábamos todo el tiempo.

-¿Joe y vos se habían distanciado?

-No hablábamos mucho. No nos habíamos distanciado exactamente, pero me ponía nervioso. Yo estaba muy triste porque las cosas no se hacían a mi manera. De todas formas llegué al estudio y el baterista Topper, que ya se había ido del grupo, por alguna razón estaba con Paul y Joe. Había un clima muy distinto al habitual. Más intenso. Joe simplemente dijo “Mick, decidimos que no queremos tocar más con vos”. Le pregunté a Paul qué opinaba, pero la verdad que no dijo nada. Así que volví a guardar la guitarra y me fui furioso. Bernie no estaba en el estudio; estaba en otra sala. Salió corriendo y me dio un cheque. “¿Qué pasó?”. Le conté y me dijo “Bueno. Tomá esto. Va a estar todo bien”. ¡Un reloj de oro! Uh. Quedé devastado.

Mick Jones en 1983, después de los Clash

Abandonado por sus padres y ahora por su banda, Mick no recuerda si lloró… pero cree que sí. Ahora su despido no parece tan malo, pero en esa época fue un rechazo personal inmenso. Su reacción fue meterse directamente a otra banda, armando Big Audio Dynamite (BAD) en meses. Pero ellos y los Clash vivían en la misma zona, Ladbroke Grove, así que él no podía esquivar a sus viejos compañeros de banda.

-Dolía muchísimo. Es raro, porque eso le pasó a Pete Doherty con los Libertines. Tener una banda es como tener una familia. Toda mi vida pensé eso. Nunca tuve una familia de verdad.

Por lo menos, BAD le permitió a Mick continuar experimentando con la electrónica y el hip hop emergente que él había iniciado con “This is Radio Clash” y “The magnificent seven” y su remix, el sorpresivo hit estadounidense “The magnificent dance”. Mientras tanto, tuvo que ver la espantosa mutación de los Clash, que en un manotazo de ahogado reclutaron a dos guitarristas en un intento inútil de reemplazar a Mick, mancillando la trayectoria impecable del grupo con el irremediable Cut The Crap.

Sorpresivamente, Mick es positivo con respecto al lío que observó y es enormemente empático con el apuro en el que se encontró Joe Strummer.

-No sé si podés superar a un grupo. Aunque no me hubieran echado, hay tantas cosas con las que lidiar. En realidad, Joe y yo nos amigamos. No pasó mucho tiempo. Éramos como una familia, aunque nunca volvimos a estar juntos como banda. Ellos, los “nuevos Clash”, hicieron un disco, pero iban muriendo mientras lo hacían. Paul rajó primero; después Joe y después Bernie quiso estar donde estaba yo en BAD: componiendo canciones, produciendo y todo. ¡Lo terminó mezclando Kenwood! Fue absolutamente atroz, tal vez con la excepción de “This is England“. Joe más adelante admitió que los guitarristas nuevos no estaban a la altura. Él y Bernie les terminaron gritando “¿no pueden hacer lo que hacía Mick?”. Bernie gritaba “¡No tienen sangre de inmigrantes, por eso no está bueno!”. El pobre Joe tenía una presión terrible, ¡como se puede ver en ese corte de pelo raro! Cuando se hizo esa cresta como Travis Bickle, estaban de gira por Estados Unidos y por la ventana del camarín la gente decía “¿dónde está Mick?”, y él les decía “¡Váyanse a cagar! ¡Mick es un pelotudo!”. Y yo llamaba a todos los productores de eventos (gente como Bill Graham), y les decía “Yo también voy a salir con mi versión de los Clash”, solamente para cagarlos. No lo iba a hacer. Era solamente una broma.

-¿Cómo recordás a los Clash?

-Con mucho cariño. Logramos más de lo que soñamos o esperamos, por toda la gente que se copó con nosotros en todo sentido. Simplemente lo vi como pasar la antorcha o la espada; poner tu granito de arena. Los grupos que surgieron antes que nosotros me influyeron en mi vida y yo ayudé a que pase eso con mi banda. Nosotros resultamos ser los que ayudamos a todos los demás. La verdad que es increíble toda la gente que viene y me dice “soy doctor, soy inversionista, pero no te puedo decir lo que significaste, cómo cambiaste mi manera de pensar”. Pasa mucho. Nunca dicen “jamás me caíste bien y sos un personaje despreciable”. Siempre el amor de la gente. Es re estimulante para mí. Estuvo todo bárbaro, realmente. Cuando fuimos por primera vez a Japón (bueno, fuimos una sola vez) estuvo increíble. Simplemente por cómo éramos en esa época. No queríamos abusar de nuestra posición. Llegamos al punto en que nos dimos cuenta de que no necesitábamos que nos trataran como estrellas y por eso recibimos una devolución muy emotiva de la gente.

Mick Jones en el tren bala de Japón (1982)

Pero la visita de los Clash a Japón no arrancó tan bien, como dice Mick riéndose de alegría y vergüenza por el recuerdo: la banda llegó desde Australia y Nueva Zelanda cargada de tensión y los admiradores japoneses no lo entendían. Mick y Joe estaban “como locos” porque no tenían faso. Recuerda a Paul caminando de mal humor por la recepción y a Topper acogotando a su novia en el ascensor. Él y Joe “literalmente lloraban” por la falta de marihuana. En aquella época, en Japón no se conseguía nada. Finalmente la banda fue a Osaka, donde alguien se les acercó y les sugirió muy sigilosamente, que fueran a fumar. Terminaron en el sótano de un negocio abandonado, donde se producía una cantidad diminuta de hachís.

-Y cuando terminamos, sacaron la tuca y la tiraron al inodoro. Era muy secreto, como si estuviéramos haciendo lo peor del mundo. Como un asesinato.

Pero un faso no les resolvió los problemas y la tristeza continuó. Incluso, un productor ofreció un viaje ida y vuelta a Tailandia para conseguir el faso necesario. Al final, los Clash tuvieron que decidirse a cooperar.

-Decidimos hacer las cosas bien. Tocamos siete noches, nos tomamos el tren bala a Osaka, fuimos a Kyoto, donde hay un templo hermoso, increíble. No estar tan metidos en nuestros propios intereses nos dio mucho. Resultó ser lo mejor de lo mejor.

Después de Japón, se fueron a Tailandia. Hubo un reci en Bangkok, donde Pennie Smith sacó las fotos para la tapa de Combat Rock. Mientras las sacaba, Paul se metió de un salto a un charco o lo que parecía ser un charco.

-No era un simple charco. ¡Salieron unas moscas enormes! ¡Miles de moscas enormes! Al día siguiente, él estaba seriamente enfermo y tuvo que ser hospitalizado en Bangkok. Teníamos que irnos a otro lugar, pero aceptamos quedarnos. Pasamos una semana fantástica, aunque Paul estaba en el hospital. Pero la moral estaba impecable: los Clash no abandonaban a la gente.

-¿Cuál fue la peor época de los Clash?

-Cuando dejamos de ser como éramos. Dejamos de comunicarnos y se bajoneó todo. Eso estuvo fuera de lugar. En cierta forma, todo resultó ser mejor, porque todos nos recuerdan bien. No lo estiramos demasiado.

-Ahora que murió Joe, ¿tenés arrepentimientos por no haberse reunido?

-No. Nunca.

-¿Ni siquiera por el supuesto caché de 20 millones de libras? [Más de 50 millones de dólares actuales]

-¡Creo que eran 20 millones de liras! [menos de 25 mil dólares actuales] Ahora todos quieren volver a juntarse, como los Stones Roses. No. No me arrepiento para nada. El hecho de no habernos reunido funcionó bien.

*

La energía con la que Jones lanzó a BAD, parece haber venido de dos fuentes distintas: una, obviamente, era la necesidad de incorporar a su propia obra la música nueva que lo inspiraba. La otra parece ser que necesitaba estar en una banda. Y que ser echado de la que había armado, que había sido tan brillante, era más de lo que podía soportar.

-¿Cuán difícil es pasar de una gran banda a otra?

-Es difícil. Muy difícil, pero sentí que tenía mucho que demostrar. Lo que había pasado conmigo, me había estimulado: “ahora van a ver”. Era una temática recurrente para mí, porque ya me habían echado de otras bandas antes.

La mayoría de sus recuerdos de BAD son buenos. Tuvieron hits e hicieron un par de discos decentes. El mejor es el segundo, 10 Upping Street, producido por el amigo ya recuperado Joe Strummer. Una paradoja espantosa. La banda le aportó a Mick otro refugio y una salida para sus ideas.

Aparentemente BAD fue casi el primer grupo de rock en comprometerse por completo con lo nuevo: el hip-hop bailable. Mick cree que simplemente tuvo suerte de estar en New York mucho tiempo, viendo a Rock Steady Crew en el Roxy. Siempre escuchó hip-hop, desde el principio. Estaba tan copado con eso, que los otros integrantes de los Clash le decían “Wack attack” [como un tema de Jeff Kutash & The Dancin Machine].

-Fue una época simplemente increíble. Ser lo suficientemente afortunado de estar en el lugar donde realmente empezó eso, fue fascinante.

BAD era muy diferente a los Clash. Su primera banda había sido una pandilla, una estructura, una barra, una unidad tejida ajustadamente, donde, a pesar de la habilidad de Mick para gritar fuerte, había al menos una aparente democracia. La banda nueva era (aunque a nadie le gustara admitirlo) Mick Jones y Big Audio Dynamite.

-Nunca dijimos eso y yo no quería que fuera así -dice-. Pero cuando todos surgen juntos, están unidos, no hay nada y todos tiran para el mismo lado. En otras bandas obviamente el único que había pasado por lo de tener un grupo grande era yo y nadie más. Era distinto.

*

En 1988, con BAD avanzando rápidamente (de una manera nada espectacular, pero feliz), el destino, que parece considerar que Mick es una especie de yoyó, una vez más, lo dejó caer al fondo. Solo que esta vez parecía menos probable que volviera a subir. Mick se enfermó y cayó en un coma que duró varias semanas. En un hospital de Paddington, en la misma calle en la que 10 años antes él probaba con arrogancia a los músicos de London SS y The Clash, la muerte sobrevoló al pie de la cama de Mick. Hasta ahora le brillan los ojos y solamente puede hablar de eso suspirando, como si de solo mencionarlo la pesadilla pudiera arrancar de nuevo.

Había estado de fiesta una semana. La fascinación de BAD por el hip-hop los llevó al acid house y al éxtasis, y tocaron en una fiesta grande organizada por Pete Wylie de Wah! en Liverpool. Dos días después, se fueron a Belfast (Irlanda del Norte), donde todos comieron hongos, y después a Hollywood (en el mismo país), donde volvieron a comer hongos. Dos días después, en Newport (Gales), Mick se dio cuenta de que tenía dos puntos en el pecho. Era varicela. Se contagió de su hija más o menos una semana antes, pero las fiestas lo habían debilitado. La varicela del pecho pasó a los pulmones y causó neumonía. Terminó arrastrándose (literalmente) hasta el hospital St Mary.

-Tuve alucinaciones. Soñaba todo el tiempo que estaba atrapado en la Primera Guerra Mundial. Podía ver la artillería tirada a caballo y todo eso. Soñé con la tapa de Setting Sons de The Jam. En ese momento no lo sabía, pero sí, era algo muy cercano. La gente que venía a vistarme decía que me veía inconsciente, luchando por la vida. Llamaron a Daisy [la pareja de Mick en ese entonces] a mitad de la noche para decirle que trajera a alguien. Esa es una señal segura de que no creen que te vayas a salvar. En un momento hasta vi la luz. Tal cual como dicen. Al menos creo que la vi -hace una sonrisa parpadeante- o puedo haber estado flasheando.

Para que te saquen el respirador, tenés que demostrar que podés no usarlo por 24 horas. Mick quería que se lo saquen, pero fueron las 24 horas más largas de su vida. Acostado, veía girar la manecilla del reloj, pensando, a veces, que no lo iba a lograr. Pero también pensó en Nelson Mandela, que estaba en la cárcel sufriendo tuberculosis, y se dijo a sí mismo que si Mandela podía aguantar todo eso, él también.

-Una vez que te sacan la máquina, realmente no podés respirar. Rogás que te la vuelvan a poner o que se acabe esa tristeza. Sentís que morís.

El personal del hospital lo motivaba haciéndole bullying, diciéndole que tenía que esforzarse más. Cuando finalmente le sacaron los últimos tubos, la primera comida que le dieron fue un helado.

Tarde o temprano, Joe Strummer, fue a verlo.

-Hubo que arrastrarlo pataleando y gritando. Detestaba los hospitales. Debe haber tenido un tremendo shock. Yo tenía barba y los ojos hundidos. Parecía salido del ferrocarril de Birmania [conocido como el “ferrocarril de la muerte”, fue construido a la fuerza por los prisioneros de guerra que habían tomado los japoneses en la Segunda Guerra Mundial]. No era grandote cuando entré, pero cuando salí parecía uno de los chabones de [la película de 1957] El Puente sobre el Río Kwai. Salí como Ghandi.

Increíble y tristemente, se venía algo peor: murió la abuela de Mick, Stella.

-Me vio una sola vez en ese estado, pero cuando salí yo estaba débil e irritable. No sabía si iba a poder a hacer algo. La recuperación me llevó seis meses completos. Pero al verme enfermo, mi nona se enfermó. Al año siguiente murió. Fue algo horrible. Lo peor que me pasó en la vida. No se compara a nada. Al final, cualquier pizca de alegría que tengas en la vida, aprovechala y disfrutala ya. Eso fue cuando perdí todo. Mi nona se murió. Se separó BAD y perdí a Daisy y Lauren.

*

Según su propia confesión, Mick Jones no hizo mucho en los ’90.

-Solamente salía. Unas largas vacaciones.

Mick con Kosmo Vinyl, excolaborador de los Clash

Su enfermedad lo dejó más débil que lo que quiere admitir, así que tuvo mucho tiempo para recuperarse y reflexionar, alejado del negocio de la música.

También hubo otras razones para mantener un perfil tan bajo; tan fuera de la vista y de la mente de la gente: primero, se enamoró de Wendy James, que había salido de Transvision Vamp. La conocía de Londres Oeste y medio que “abandonó” su propia música porque ella estaba trabajando en la suya y él quería apoyarla sin imponerse.

-Y para ser honesto, perdí la cabeza. Ya no sabía lo que la gente quería. Ahora estoy más centrado; ahora sé qué es cada cosa. Aprendí mis lecciones. Es raro, pero Joe también se pasó esos años en el anonimato, antes de armar los Mescaleros. Me gustaban muchas cosas de Joe solista. Más adelante trabajamos mucho juntos. Él había escrito un montón de canciones para lo que resultó ser el segundo disco de Mescaleros [Global A Go Go de 2001] y quería que yo trabajara en eso.

Ahora se le cruza una sonrisa grande y soleada por la cara:

-Lo único que él no quería que los otros integrantes del grupo se molestaran, así que me pidió que fuera a trabajar al estudio de noche, cuando no estuvieran.

Sentado viendo tele y haciendo de testigo, dice que se dio cuenta de que la inactividad era simplemente una manera de anestesiar el dolor de lo que le había pasado. Su padre murió en 2000. Mick viajó durante dos meses al hospital University College a verlo morir. Después se separó de Wendy James.

-Cuando envejecés te ponés más serio y te preocupás más. Te preocupan tus chicos, pero ya no podés hacer nada porque estás destruido por el miedo. Después de ser un joven tan valiente, pasás de warrior a worrier [de guerrero a preocupón]. El Loco Mick. El Preocupón del Camino.

El 24 de mayo de 2001 los Clash recibieron un premio a la trayectoria. Foto de Dave Benett.

Pero de ese lugar oscuro, después de que muriera su abuela y BAD se estrellara y su primer matrimonio fracasara, las cosas realmente parecen espectaculares para Mick en los últimos años. El destino lo hizo vibrar alto de nuevo. Uno espera que esta vez sea para siempre.

Con su nueva pareja Miranda, tiene dos nenas muy chicas. Dice que se siente como Charlie Chaplin, fortalecido por tener hijos de grande. Miranda también tiene una hija adolescente, Grace, a quien Mick le tiene mucho cariño. Todos viven en Londres Oeste y volvió enormemente una de las viejas obsesiones de Mick: va con frecuencia a ver al Queens Park Rangers. Supongo que ahora los jugadores le piden autógrafos a él.

La música también prácticamente volvió a su vida. Produjo los dos discos de los Libertines (muy elogiados) y su relación con el blanco favorito de los diarios sensacionalistas, Pete Doherty, fluyó como una seda desde el momento en que se conocieron. Cuando fue a conocer a los Libertines, dice que ellos estaban preocupados de que él fuera a estar borracho o de la cabeza. Pete estaba ausente, pero de repente se abrió la puerta del estudio y entró en un scooter con bolsas de cerveza colgando del manubrio. Mick sonríe con el recuerdo:

-Pensé: “¡este chabón me cae bien!”.

Verdaderamente cree que el disco de los Babyshambles (con fecha de salida para este mes, a pesar de la tormenta legal y mediática habitual) es una obra maestra.

-Va a salvar la cultura. No. Lo digo en serio -dice.

Para el propio Mick, está el proyecto Carbon/Silicon, que arrancó como un ente basado mayormente en internet, pero gradualmente se volvió una banda de carne y hueso. Acaban de llegar a las 50 fechas. Él le da el mérito a Tony James por haber ayudado a alejar la confusión y las dudas de sus años del páramo post-enfermedad.

-Quiero continuar con mi música. Cueste lo que cueste -dice Mick-. Simplemente no quiero parar. Es interesante. Tony y yo hablamos de eso todo el tiempo. Incluso antes de formar el grupo, nos preguntábamos “¿qué vamos a hacer?”. Vamos a ser chabones de 50. No queremos simular que somos pibes. Queremos ser nosotros mismos. Siento que me refundé. Que llegué al núcleo. Simplemente logré reconocerme a mí mismo con ayuda de Tony. Lo bárbaro de eso, es que él es un conceptualista, pero yo soy un humanista, y eso funciona de una manera muy brillante. Necesitás a alguien así en tu barra.

-¿Qué anhelás?

-Algo de paz y armonía. Eso es lo que busco. Lo mismo que todos.

*

Pero por supuesto, en algunos sentidos muy importantes, vos no sos “lo mismo que todos”. Vos sos El Gran Mick Jones y vos compusiste esas canciones, tocaste en esos recis y grabaste esos discos. También le demostraste a montones de pibes comunes que se solían denominar “de clase obrera” (pibes como yo, para ser honesto), que podían hacer más por ellos mismos y por sus vidas, que lo que los habían educado para hacer, o que lo que se atrevían a soñar. Solo por haber hecho eso, ya te aseguraste tu lugar en el cielo. El hecho de que resultaras ser un chabón tan bueno, divertido, humano y decente, solamente es la cereza de un postre ya delicioso.

Por aquellos tiempos, cuando los Clash sacaron su tercer single “Complete control“, una obra maestra feroz, la ortodoxia punk dictaba que no tenía que tener solos de guitarra. “Esas demostraciones de virtuosismo apestan al moho del viejo rock progresivo, el blues muerto, el rock decadente”, rezaba el edicto. Pero “Complete control” se centra en un solo metálico de Mick Jones, con los dedos voladores allá abajo, al final del mástil, donde se junta el polvo. En la grabación, la reacción de Joe Strummer es de fascinación y generosidad.

Tras pasar un par de días conociendo a Mick Jones, solamente puedo repetir esas palabras:

“¡Sos mi héroe de la guitarra!”.

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