El primer reci de los Clash en Londres

La banda organizó una presentación privada para amigos y periodistas en su sala de ensayo, el viernes 13 de agosto de 1976.

Traducción: Lepo. Texto original de Mark Beaumont – Revista NME (Reino Unido) – 13 de agosto de 2011.

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Con temas como “White riot” y “London’s burning”, armados en ensayos para su primer reci en Londres, los Clash hicieron una presentación privada para amigos y periodistas en su sala de ensayo, en lo que pronto se convertiría en el mercado de Camden.

Bernard “Bernie” Rhodes (manager): -Estaba en ruinas. Había sillas de peluquero y Paul Simonon pintó un gran mural y era muy barato. Era propiedad del ferrocarril. Cruzábamos en motocicleta desde el estudio, justo por el mercado.

Mick Jones: -Teníamos más o menos media docena de sillas de peluquero, fantásticas. Teníamos unas bonitas cortinas rosas y una rockola con música fantástica, y Paul pintó un mural atrás.

Caroline Coon (periodista): -Era una sala cavernosa, muy pero muy fría. En ese momento los Clash ya estaban formados. Era muy obvio que iban a ser músicos y compositores que hablaban en nombre de una generación.

Otros periodistas principiantes estaban igual de estupefactos por esa versión de la manía punk: el crítico de Sounds Giovanni Dadomo bautizó a la banda “tren fuera de control”, entusiasmado al ver al otro guitarrista, Keith Levene, tratando de subir corriendo por una pared mientras tocaba.

Esta presentación también vio a los Clash estrenando un look con salpicaduras de pintura, que hizo que la prensa echara espuma por la boca hablando de Jackson Pollock, pero en realidad era como un programa de refacción de viviendas a la mitad:

Mick: -Bernard no nos dejaba ensayar hasta que pintáramos el estudio. Pintamos todo de rosado y después nos pareció que como ya estábamos salpicados, también podíamos pintar nuestros equipos de rosa. La tapa de “Complete control“: ese es rosa de los Clash.

Keith: -Eso del rosa y el negro fue el principio del fin para mí. Y la postura de “rock de combate”; cantar himnos de militancia; simplemente dije “Oh, me cago en la mierda… ¡Termínenla!”. Creo que yo tenía 18 a esa altura. Lo básico era que éramos pibes y que la estábamos pegando con nuestra primera banda.

“La primera banda que va a asustar a los Sex Pistols”

Así titulaba el periodista Giovanni Dadomo su reseña del segundo recital de los Clash (el primero en Londres).

Traducción, compaginación y aclaraciones: Lepo.

Antes de empezar, una aclaración: por empezar, esto no tiene la intención de ser una “reseña” propiamente dicha: considérenla más bien un cúmulo de observaciones de alguna manera periféricas referidas a los Clash.

Esto es lo que tienen que saber: los Clash son un quinteto que cuenta en su elenco con el señor Joe Strummer, ex-voz principal de los recientemente desaparecidos 101’ers. Los 101’ers eran una banda de rock esporádica pero a veces excelente, y lo único que queda de ellos es “Keys to your heart” (un single brutal del sello Chiswick) y un par de recuerdos afectuosos. Los Clash también son una banda de rock. Y esa es toda la similitud.

Los Clash se presentaron el viernes pasado en una sala de ensayo chica pero decorada de una manera bastante espléndida por nada menos que los propios chabones, en la parte más oscura de Chalk Farm, Londres.

El “público” era proporcional al tamaño de la sala: una reunión informal de prensa, incluyendo al señor [John] Ingham, un caballero vestido con buen gusto, que sorbía lánguidamente su vino blanco en una silla de peluquero reciclada; más un manojo de escritores aficionados (yo con unos jeans mugrientos y cicatrices de acné) y potenciales productores de fechas.

La invitación era para las 21:00. Durante alrededor de una hora, nos divertimos con la amplia variedad de refrescos de la barra y la música de una rockola bien provista.

Llegó la hora. Entraron cinco caballeros de aspecto llamativo. Los cuatro con guitarras, las enchufaron en los amplificadores; el quinto se ubicó en la batería.

El caballero del extremo izquierdo, que parecía un Keith Richards levemente más violento, con su camisa a rayas, pantalones de cuero y botas Chelsea con costura central, hizo un conteo ronco y… por los próximos 40 y pico minutos, fue como que nos chocó un camión de bomberos desenfrenado, no una, sino otra y otra y otra vez.

Ese primer tema era el principal, ¿no, chicos y chicas?

Fue como estar sentado tranquilamente en tu casa y que algo te toque el hombro y al girar sea King Kong. O un camión de bomberos desenfrenado. O una bomba atómica. Un huracán. Una avalancha. O todas esas cosas, de repente y muy sólidas, justo encima tuyo. Gritando.

Ya sé. Ya sé. Fue solamente una banda de rock. Sí. Pero dejame que te cuente: esos primeros minutos, fue una entidad monstruosa, gritando.

Prácticamente, los Clash podrían basarse en su aspecto. Todos tienen el pelo corto y los pantalones ajustados que ayudan a quel Sr. Rotten de los Pistols parezca tan amenazante. Pero, como dije, ellos son cinco. Además, su ropa, de punta a punta, está salpicada y embadurnada en pintura; desde las manchas diminutas que parecen haber aparecido simplemente cuando decoraron el salón, a las rayas de la ya mencionada camisa. Pero no parece nada tonto. Lejos de eso. Parece que muchos pibes se van a vestir de esa manera en poco tiempo, como una antítesis de los hippies actuales, barbudos de jean; como los mods contra los rockeros.

Los Clash tienen muchos de aquellos destellos viejos de los mods: una pose; seguro. Pero impecable hasta el último escupitajo con el ceño fruncido.

Pero todo esto, llamativo como es, es una consideración secundaria. Algo que mis sentidos absorben gradualmente. Lo que pega primero es su energía, que te hace helar la sangre. Es como un hijo ilegítimo de los Pistols y los Ramones, brillante y totalmente imparable, con la potencia de Status Quo. Pero presten atención: mientras que todas las bandas mencionadas son ejemplos básicos, simples y monocromáticos de la violencia eléctrica, los Clash generan una energía que en comparación, es cine a todo color. Con lo cual quiero dispersar cualquier noción de que su música es un semitartamudeo incesante; porque en todo ese resplandor nuclear, hay joyas incandescentes de solos y referencias a todo, desde “You really got me” [de los Kinks], hasta lo que se te ocurra. Además, Strummer por fin parece haber encontrado su nicho. Sus interpretaciones siempre maniáticas, finalmente encontraron su lugar, en un tapiz convincente de sonido y color que solamente revela su impacto completo en el silencio sin aliento que siguió a esa primera mano.

Después todos tomamos aire y empezamos a aplaudir; primero, indecisos (después de todo, esto es una reunión “informal”). Y después, con placer en aumento.

Por supuesto que hubo una o dos pequeñas cagadas, pero considerando la naturaleza del evento, los Clash aún así lograron uno de los debuts más memorables del año.

Creo que son la primera banda que surge que realmente va hacer cagar en las patas a los Sex Pistols.

También creo que van a dejar noqueada a muchísima gente.

Y sé que estoy ansioso por verlos de nuevo, frente a un público de verdad, en un local de verdad. Fascinante no es la palabra justa.

-Giovanni Dadomo.

Revista Sounds – agosto de 1976.

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