Keith Levene, el guitarrista juvenil de los Clash

El músico falleció el viernes 11 de noviembre de 2022 a los 65 años y este es un extracto de su autobiografía de 2014.

Traducción, compaginación y aclaraciones:  Lepo.

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Lo único que sabía a los 17 años es que quería estar en una banda. No cualquier banda, eso sí: en una banda buena. Corrección: en una banda re buena. Me atrevo a decir: ¡en una banda que importara!

Mi nombre es Keith Levene. Soy integrante fundacional de los Clash. Fui el integrante más joven de la banda.

Los Clash han sido bautizados como “la única banda que importa”. Le gustan a mucha gente. Si estás leyendo esto, calculo que es porque a vos también te gustan los Clash.

Yo estuve ahí desde el principio. Durante la etapa de planeamiento, antes de que siquiera existieran los Clash. Ayudé a darle forma a las canciones y participé en la presentación de los Clash más musicalmente que otra cosa. Toqué en todos los recis en vivo de los Clash hasta el show en el Roundhouse de septiembre de 1976.

Estuve antes de que se sumaran Paul Simonon y Joe Strummer. De hecho fui yo el que convenció a Joe de dejar la banda en la que estaba, los 101’ers, para ser nuestro frontman.

Pero después de la presentación en el Roundhouse, terminé yéndome de los Clash, antes de que saliera su primer disco y antes de que la pegaran a lo grande, como sabía que la iban a pegar. Y prácticamente todos los que nos rodeaban lo sabían. Todos sabían que los Clash la iban a pegar.

¿Por qué ayudé a crear la única banda que importaba y me fui? Responder esa pregunta requiere un poco de historia; un pequeño viaje en el tiempo, por así decirlo.

Todo se reveló ante mí en Londres. Nací en Finsbury Park y me crié en Southgate, Londres Norte.

El Londres de mi juventud era un lugar puramente mágico, donde florecían la música, el arte, la moda y la cultura. No parecía haber límites. Todo parecía fresco, nuevo, vital, ¡fascinante!

Tuve la suerte de residir en Londres cuando pegó la llamada Onda de los ’60. Fui testigo de primera mano: la calle Carnaby, los Beatles, las minifaldas, la cultura juvenil. Todo eso. Esa fue mi influencia. Yo era apenas un pibe de mediados a fines de los ’60, pero estuve ahí. Esa época realmente me marcó. Todo parecía muy especial. No puedo creer lo afortunado que fui, de estar ahí en el momento justo y en el lugar justo.

La música era una gran parte de mi vida en ese entonces, ahora y siempre. Siempre amé la música de todo tipo, ¡siempre y cuando esté buena!

Aunque toco muchos instrumentos, probablemente soy más conocido como guitarrista. Tuve mi primera guitarra a los 12 años. ¿Cómo aprendí a tocar?

Nunca me anoté en ninguna academia ni escuela de música, aunque mi mamá quería que fuera. Pero nunca tuve interés en eso. Desde una corta edad supe que si hacía eso, me iban a restringir. Eso me iba a meter en una caja prolija, hecha a medida.

En mi caso, la música me rodeó desde que me acuerdo. Cuando crecía, noté cosas; sonidos interesantes; sonidos de los que quería saber más.

Cuando era muy joven, me sentaba a escuchar vinilos en el equipo de sonido de mi familia durante horas. Quería aprender más. Al final, quise crear mis propios sonidos. A los 12, decidí encontrarle la vuelta a mi primera guitarra.

Cuando tenía 14, conocí a un chabón, amigo de mi hermana, unos cuantos años más grande que yo. Sabía tocar un par de temas. Venía a casa y me mostraba algunos yeites clave en la guitarra. Eso me hizo arrancar. Le pedí que me enseñara todo. Aprender guitarra al principio fue una lucha para mí, pero no me rendía. Seguía.

A los 15, mi amor por la música me consiguió un trabajo como plomo de la banda progresiva Yes. Eran una de mis bandas favoritas en esa época. Estaba viviendo el sueño de ser su plomo juvenil.

A esa altura, algo empezó a cambiar en mi forma de tocar la guitarra. Finalmente sentí que era posible estar en una banda y hacer cosas fantásticas, no solamente los yeites cancheros que no me atraen para nada y que cualquier vendedor de instrumentos de cualquier parte del mundo puede lucir. Algo único. Quería experimentar. Hacer que la guitarra hiciera cosas copadas. Usarla de diferentes maneras. Eso es lo que disfrutaba y empecé a hacerlo.

Un fin de semana de 1975 salí y terminé en Londres Oeste. Fue mi primera vez. Era un territorio totalmente nuevo. O sea: había estado en Londres Oeste antes, por supuesto. Pero no se asemejaba a nada de lo que estaba viendo ahora. Ese fin de semana me di cuenta de que estaba en un ambiente totalmente nuevo, muy cautivador. Las cosas estaban cambiando: la música, la cultura, la forma de vestirse. ¡Hasta el aire parecía nuevo y distinto!

Empecé a conocer gente nueva de ese ambiente. Todos se conocían entre todos. Un fin de semana en particular, mi amigo Alan me presentó al chabón más moderno y copado que había conocido hasta ese punto:

-Keith, tenés que conocer a “Mick el Rockero”. Lo vas a amar -dijo Alan.

Era Mick Jones, mi futuro colaborador en los Clash. Era un par de años más grande que yo. Pegamos onda instantáneamente.

Mick era totalmente distinto cuando lo conocí: pelo largo suelto y ropa hippie de colores brillantes (no negro) y unos zapatos puntudos de gamuza azul. Tenía una facha bárbara.

Mick estaba en transición, saliendo de la movida del glam rock inglés, con un toque de los New York Dolls. Creo que todavía estaba en London SS cuando me lo presentaron. Agregale Patti Smith y los Ramones y tenés al Mick de seis meses después. Era un chabón ambicioso y sabía que estaba en una movida potencialmente revolucionaria.

Yo también era ambicioso y sabía que era joven y vital. Sabía que tenía algo. Simplemente no sabía qué era exactamente ese “algo”. Pero sabía. Tenía pelo largo y usaba pantalones acampanados, botas con taco y una campera de terciopelo.

Viv Albertine – Keith Levene – Mick Jones. Principios de 1976.

Mick tenía la idea de que yo era bajista. Creo que me marcó como bajista por una sesión espontánea en el departamento de Barry Jones.

Barry era un chabón importante de la movida punk. Hizo muchas cosas. Inauguró el Roxy [en realidad era productor de fechas] y participó en la génesis de varias bandas reconocidas. Era respetado. Además, tenía una grabadora de cinta, que era la gran cosa en ese entonces.

Así que yo estaba en el departamento de Barry cuando apareció Mick. Ellos estaban grabando algo y necesitaban un bajista para completar el trabajo. Tony James, bajista de London SS, no estaba. Yo estaba y sabía tocar el bajo. Les gustó lo que hice. Supongo que ahí Mick supuso que yo era solamente bajista. Un tiempo después, Mick se enteró de que también era re buen guitarrista.

Al poco tiempo, el tema de armar juntos una banda que estuviera re buena, surgió durante uno de nuestros muchos debates. Era lo único que quería hacer Mick y era lo único que quería hacer yo también. Debatíamos sobre el tipo de ropa que nos iba a definir en el futuro como banda. Sabíamos que la moda iba a cumplir un rol y nos queríamos asegurar de vernos bien.

En algún momento, Mick trajo a Bernard Rhodes.

-Quiero que conozcas a Bernard. Quiere hablar con vos. Estuve trabajando con él. Es re interesante. Tenemos que hablar con él -dijo Mick.

Bernard también quería armar una banda, pero no tocaba ningún instrumento. Tenía ideas, pero no era un manager propiamente dicho. No era uno de esos chabones estereotipados que dicen “¡Che! ¡Síganme a mí que los voy a hacer famosos!”. Él pensaba totalmente en otro nivel.

Había probado trabajar con una banda cuando su colega Malcolm McLaren se fue de la ciudad un tiempo y Bernard se encargó de la banda de Malcolm en su ausencia. A esa altura, los Sex Pistols básicamente apenas estaban empezando. Bernard aportó algunas ideas refrescantes y los Pistols florecieron: sus composiciones realmente se destacaban.

Los Sex Pistols en 1975.

Al trabajar con los Pistols, se solidificó la idea que tenía Bernie: armar su propia banda. Los primeros dos integrantes fuimos Mick y yo.

Aunque Bernard tenía no menos de 10 años más que yo, parecía no percibirme como un adolescente inmaduro y molesto. Me trataba como un chabón con ideas que merecían ser tenidas en cuenta, debatidas y evaluadas.

La idea central era que queríamos ser los próximos Beatles. No hacer música que le copiara a John, Paul, George y Ringo. Lejos de eso. Crear música totalmente original, que tuviera un efecto. Mick y yo queríamos ser los que destrabáramos todo. Hacer lo inesperado. No era cuestión de armar canciones con tres acordes simples. Yo quería hacer algo más interesante.

Un día, estábamos en el depto de la abuela de Mick, armando canciones con las guitarras desenchufadas. Mick me mostraba algunos de los temas preliminares que terminaron en el primer disco de los Clash. Me dijo:

-Hay un chabón que parece un poco lelo pero no es. Tiene mucha facha y hace buenas obras de arte.

-¿Qué va a hacer, Mick? -le respondí.

-Me parece que puede tocar el bajo -dijo.

-¿Sabe tocar el bajo?

-No -respondió.

-Está bien -le dije.

Así llegó el estudiante de arte Paul Simonon. Cuando lo conocí, vi que estaba todo bien. Era un artista sensacional. Tenía una inteligencia callada sobre muchas cosas, incluyendo la moda callejera. Le gustaba ponerse medias blancas como en los ’50, con mocasines y Levi’s del largo justo. Cualquier cosa que se ponía le quedaba re bien.

Necesitábamos un bajista y a Paul le quedaba bárbaro ese rol. Era alto y flaco y usaba el bajo abajo. Su falta de habilidad para el bajo no me parecía un problema porque Paul encajaba. Eso era lo más importante. Sabía que podía aprender si quería. Mick le empezó a enseñar bajo y con el tiempo, aprendió.

En batería, teníamos a Terry Chimes. Él nunca se enganchó demasiado en la movida emergente. Siempre fue más como un tipo de negocios. Me agradaba Terry. Cumplía con el trabajo. Siempre era consistente.

Así que a esa altura, éramos Mick, Terry, Paul, yo y un chabón que se llamaba Billy y era el cantante. Me caía bien. Era un cantante decente.

Empezamos a ensayar; estábamos OK. Definitivamente se veía un potencial como banda. Sonábamos bien. Pero todos sentíamos que algo faltaba. Con el tiempo, nos enfocamos en qué faltaba: teníamos al frontman equivocado. Necesitábamos algo que nos pasara al futuro.

Billy era un buen chabón y era capaz como cantante. Parecía un cantante de principios de los ’70. Era alto, con pelo rubio largo y enmarañado. A mí me parecía medio Jagger. Pero simplemente no encajaba con nosotros y con lo que estábamos tratando de hacer. Así que tarde o temprano se fue.

Terry Chimes – Mick Jones – Paul Simonon – Billy – Keith Levene. Principios de 1976.

En cuanto a quién podía ser el frontman adecuado, había una sola opción: se llamaba Joe Strummer. Era el líder de una banda que se llamaba 101’ers. Era la mejor banda hasta antes de los Sex Pistols. Los 101’ers se destacaban por Joe. Tenía mucho corazón. Se tomaba en serio lo que hacía. Para mí, era el mejor frontman que había cerca. Me pareció que era justamente lo que buscábamos. Él era el indicado. Pero había un problema: no tenía intenciones de dejar su laburo actual. Ni se le había ocurrido.

Joe estaba perfectamente contento donde estaba, con sus amigos de los 101’ers. Llevaba un par de años con ellos y estaban consolidados. Tenían toda una comunidad de gente a su alrededor. Así que no estaba buscando tirar lo que tenía en los 101’ers por los Clash.

Una noche, Bernard y yo fuimos a ver a los 101’ers y hablamos con Joe. Le pedí que viniera a la casa okupa de calle Davis, donde residíamos Alan, Viv Albertine [novia de Mick], yo y algunos más, incluyendo a Paul Simonon, que se sumó un tiempo después. Joe aceptó.

Mi misión era convencer a Joe de dejar los 101’ers y sumarse a nuestra banda.

Al día siguiente, Joe apareció y Bernard no estaba. No estaba ninguno de los otros integrantes. Solamente Joe y yo. Lo primero que hice fue llevarlo al “estudio casero” de la casa okupa: un vestidor cubierto de hueveras y un ampli. Lo miré directamente a los ojos, con una seriedad mortal, y empecé a tocar temas de Joe. Quería atraparlo. Parado en ese espacio reducido, tocando esos temas en mi guitarra, pude ver que él seguía indeciso. Así que usé otra técnica.

Joe tenía como 22 [en realidad 23] y a mí me parecía re viejo. Así que le dije cosas como “estás demasiado viejo como para estar en la banda equivocada, Joe. Realmente tenés que pensarlo”.

No quise ser malo. Solamente sentía que los Clash eran la banda adecuada para él. Los 101’ers eran buenos. Eran como algo salido directamente de los años ’50; básicamente rockabilly. Joe no ocultaba que le copaba eso, en su manera de vestir, su pelo y cómo se presentaba como frontman. Sin dudas era una especie de retroceso a los ’50.

Joe Strummer. Principios de 1976.

Me encantan los ’50. Pero yo quería que Joe fuera nuestro frontman. Así que decidí tirarle un comentario pedante:

-Los ’50 son el pasado, Joe. Esa movida se acabó. Se terminó. Vas a querer estar con nosotros.

Le toqué un par de temas de los Clash. Inventé algunas cosas. Quería que dijera “sí” y estaba haciendo todo lo humanamente posible por ayudarlo a ver la luz. Después hice “Keys to your heart“. Eso fue todo. Me lo gané.

-Está bien; está bien -dijo por fin-. ¡Acepto! ¡Acepto!

Pero pude ver la tristeza en la cara de Joe. La vida de Joe se acababa de poner patas para arriba. Iba a tener que dejar los 101’ers. Tenía que volver a su casa okupa y decirle a la comunidad que vivía por la banda, que se había acabado.

Sin Joe, los 101’ers estaban esencialmente terminados. Iba a tener que seguir viviendo en esa casa con todos sus amigos, que estaban en los 101’ers con él. Con todas sus esperanzas frustradas, mientras veían a Joe irse a ensayar con los Clash.

De cualquier manera, fui y compartí la información de que Joe había aceptado sumarse.

-Lo tengo, Mick -dije.

-¿A quién? -respondió.

-A Joe -declaré.

-¿Strummer? -preguntó.

-Fui y lo conseguí. Aceptó. Quiere hacerlo -agregué.

Mick no lo podía creer. Para él, Joe nunca se iba a ir de los 101’ers. Estaba dedicado a esa gente. Era su vida. Así que Mick y todos los demás se sorprendieron y estaban contentos de tener a Joe.

Empezamos a tocar juntos con Joe como frontman. Era perfecto. Lo que hizo que los Clash fueran tan cautivadores era el corazón de Joe. Instantáneamente sonamos mejor. Desde mi punto de vista, la banda se había solidificado. Sumado a eso, Bernard nos había conseguido un lugar increíble para ensayar.

-Tenemos un lugar en Camden -nos contó.

-¿Cómo le vamos a poner? -sentíamos que necesitaba un nombre.

Era sensacional. Nadie tenía una sala así. Era un viejo galpón del ferrocarril británico. Había túneles que llevaban a todos lados, hasta el Roundouse.

Era inmenso. Entraba un auto por la puerta. Había un espacio enorme en la planta baja, con una plataforma donde dejábamos nuestros equipos armados todo el tiempo.

Un día, Bernard, que es un poco artístico, dijo “Rehearsal Rehearsals”. Eso fue el nombre que pintaron en la puerta los hippies que también pintaron el interior de rosa y negro.

No estuve de acuerdo con esos colores. No quería que la banda quedara restringida de ninguna manera. Le dije:

-Bernard, si lo pintamos así, ¡vamos quedar pegados a esos colores como dos años!

No importó. Esos fueron los colores principales que quedaron asociados a los Clash a partir de ahí.

Un asunto importante iba a ser decidir el nombre de la banda. El nombre adecuado era un gran tema.

No fue una tarea fácil para nosotros. Renegamos con eso un tiempo. Pensamos muchísimos nombres.

Tarde o tremprano alguien sugirió The Clash. Según recuerdo, a Paul le re gustó. Debe haber sido él el que lo sugirió.

A mí nunca me gustó y les dije, pero ese fue el nombre que ganó. La mejor idea ganaba y en ese momento no había ninguna idea mejor. Yo lo vi como un buen nombre temporario. Esperaba que lo reemplazaran con un nombre mejor más adelante. Pero obviamente, quedó.

Empecé a tomar distancia y reconsiderar todo cuando surgió el nombre de la banda. ¿Había tomado la decisión correcta? ¿Realmente era esta la banda que yo esperaba?

No fue solamente el nombre lo que me hizo empezar a cuestionarme si realmente quería estar en los Clash. Fueron otras cosas también: la música. La presentación de la banda. Cosas importantes. En realidad, todo. O sea: como punto de partida éramos buenos. Pero necesitábamos espacio para expandirnos.

En los ensayos sonábamos bárbaro. La banda definitivamente funcionaba. Pero con el paso del tiempo, parecía que nos estábamos restringiendo demasiado.

Realmente estuve en desacuerdo cuando entró en juego la postura de los Clash. Era cautelosa y re previsible. Me hizo sentir incómodo. Sin embargo, decidí darle más tiempo. Tal vez las cosas se acomodaran de una manera que tuviera sentido para mí. Hice sugerencias como todos.

Una cosa en la que insistí, era en que los Clash tocaran rápido. Re rápido. Como los Ramones, pero no tanto. Le dije a los demás:

-Hay que ir rápido. Mucho más rápido. La cosa es ser rapidísimo. Tiene que salir rápido sin pensar -le dije a Terry.

Una vez Mick apareció con un tema con su apellido. Hablaba de una chica. “Nickie Jones” o algo así [nota del traductor: “Janie Jones”]. La tocó. Pero su manera de tocarla era demasiado lenta. Todo mal. Le dije:

-Tiene que ser más rápida, Mick. Así. Tenemos que hacerla así. De esta manera -empecé a mostrarle con la guitarra lo que yo tenía en mente.

Mick aceptó. Funcionó. La canción estaba mejor rápida. Definitivamente. De ahí en adelante siempre tocamos ese tema rápido, y eso marcó precedente para nuestro material futuro. La banda simplemente tenía que tocar rápido. Eso le daba a los Clash cierta intensidad que era esencial para su sonido. No tenía el mismo efecto tocando lento.

Joe apareció con una Telecaster clásica horrible. Era asquerosa, con cuerdas empapadas en transpiración que tenían mal olor. Estaban re oxidadas. Te preocupabas de contagiarte algo si las tocabas. Joe me miró, me dijo “tocala” y me pasó la guitarra.

La agarré aunque en realidad no quería. Creo que estaba siendo amable con Joe. Pero el mástil estaba re pegajoso. Era una guitarra de bar con pisos transpirados y pegajosos donde se tomaron 32 litros de cerveza. Inmediatamente se la devolví.

-No, Joe, no quiero -dije-. Cambiale las putas cuerdas, ¡la concha de la lora!

Cuando podía, le bajaba el sonido a su guitarra para que Joe la escuchara fuerte y clara en su monitor, pero nadie más la escuchaba. A él lo teníamos por su talento como frontman, no por su técnica excepcional con la guitarra. Era un frontman bárbaro. Sin dudas. Pero en cuanto a la música, teníamos dos guitarristas: Mick y yo. Paul mejoraba todos los días en el bajo. Eso era más que suficiente.

Yo me llevaba bien con Joe. Me agradaba. Llegó una etapa en que salir y andar con Joe era una cosa totalmente aparte de estar en una banda con él. Joe y yo solíamos salir ocasionalmente los fines de semana. Íbamos a un lugar reconocido que se llamaba Speakeasy y pasábamos el rato ahí. Hablábamos de cualquier cosa. Nos topábamos con otras bandas de la movida, pero no tomábamos nota de lo que hacían. Yo era inflexible. ¿Para qué me iba a calentar por lo que hacían los otros? Esa era mi actitud la mayor parte del tiempo. Claro que se lo expresé a Joe, porque nuestra banda era la mejor.

Un reci por el que me preguntan mucho, fue en el local llamado Black Swan [Cisne Negro] o “Pato Mugriento”, en Sheffield [4 de julio de 1976, el debut de la banda]. Un show de los Pistols y los Clash. Para mí ese show se destaca porque ahí compuse la música de “What’s my name”, durante la prueba de sonido. Además aporté las frases “¿Qué carajo te pasa?” y “¿Cómo me llamo?”. También me acuerdo de ordenarle al sonidista que bajara el ampli de Joe. Pero la razón principal por la que el show de Sheffield se destaca, es porque ahí encaré a John Lydon para una posible colaboración a futuro.

John parecía un colaborador interesante desde mi punto de vista. No éramos grandes amigos pero llevábamos un tiempo de amistad. Nos movíamos en los mismos círculos. Él me conocía desde antes de los Clash. Además Sid Vicious, que era mi amigo, también era amigo de él.

Reconocí el potencial de John para la creatividad y la diversión. Quería trabajar con él en algún momento.

No llevó mucho tiempo llegar a la conclusión de que yo no era el único que no estaba contento con su banda. Una sola mirada a su cara te decía que John también estaba deprimido.

Una banda que sí admiraba eran los Ramones. Me gustaba su primer disco, como a todos. Era un buen disco para tocar con la guitarra. Uno casi que quería ser como los Ramones. Eran modernos y cumplían todos los requisitos.

Naturalmente, cuando surgió el rumor de que los Ramones iban a tocar en Londres, todos decidimos ir a verlos a Dingwalls. Hay una foto donde salgo con pelo muy corto, con Paul y tres Ramones, además de mi amigo Stewart. La sacaron afuera de Dingwalls el día de su reci. Disfrutamos el encuentro con ellos. Joey Ramone no está en la imagen, pero estaba a un costado. Era un chabón muy sensible, como Sid, en cierta forma.

En cuanto a nuestra banda, yo tenía relaciones lo suficientemente amables con Paul, Joe y Terry, pero Mick era otra cuestión. Con el paso del tiempo, las cosas tristemente empeoraron con Mick. No me la vi venir, porque como dije, pegamos la re onda al principio. Pero parecía haber una especie de tensión entre nosotros.

El día que cumplí 19 [18 de julio de 1976], un par de semanas después del reci en el Black Swan, estaba con Mick y Viv Albertine. En algún momento, Viv le mencionó a Mick que yo acababa de cumplir 19 años ese mismo día. Eso pareció parar en seco a Mick. Por alguna razón, tenía una expresión desconcertada en su cara. Mick simplemente no podía o no lo quería creer. Dijo algo como “¡No, no! Tiene 20”. Viv dijo “No, acaba de cumplir 19 hoy, Mick”. Pero seguía sin creerlo. Así que Viv me motivó a sacar mi carnet de conducir para demostrarle a Mick que era verdad. Parecía estar chivo al enterarse de que yo era re joven [Mick había cumplido 21 el 26 de junio].

En una ocasión, Mick apareció con un disco de los Ramones. Yo lo vi. Decidí joder con Mick como siempre en el pasado y pronuncié mal el nombre intencionalmente:

-Ah, ¡los Ramunos! -dije [nota del traductor: juego de palabra con la terminación “ones”, que es igual al número 1 en plural].

Eso lo hizo re enojar a Mick, por alguna razón desconocida. Pero en esa época todo lo relacionado a mí parecía enojar a Mick.

-¡Son los Ramones, pelotudo de mierda! -me gritó furioso, re caliente.

Estoy seguro de que notó que yo me estaba poniendo cada vez más molesto con el rumbo de los Clash. Yo era un hijo de puta malhumorado.

Una vez hice una sugerencia referida al tema “White riot”. Traté de pararla totalmente por lo que era musicalmente. Quería convertirla en algo con un sonido más tintineante e intenso. Algo como lo que terminé haciendo con el tema “Theme” un par de años después, cuando estuve en PiL [Public Image Ltd].

Un día fui a Rehearsal Rehearsals. Estaba Joe. Como solía pasar, Mick no. Eso pasaba mucho con los ensayos de los Clash. No es que programábamos juntarnos todos al mismo tiempo. Podías ser el único y empezabas a trabajar solo. Los demás se podían sumar, pero no necesariamente. Podían estar haciendo otra cosa. Pasaban muchas cosas en Rehearsal Rehearsals. Era una central. Paul podía estar haciendo obras de arte a un costado. Era re bueno en eso. Podía haber otra gente también. Podía estar Mickey Foote (amigo de Joe de la comunidad de los 101’ers, que figura en el primer disco de los Clash). Él ayudaba. Se podía decir que era nuestro técnico y plomo. Era el que llevaba nuestros equipos a donde hiciera falta.

Ese día en particular, estábamos Joe y yo y nos pusimos a repasar cosas de los Clash. Surgió “White riot”. Le dije “probá esto”. Yo pensaba: si querés interpretar una canción sobre un disturbio, presentá el tema de una manera poderosa, que encaje con lo que estás diciendo. Le mostré a Joe lo que tenía en mente, que era re intenso. La verdad que no lo captó. Pero al menos estaba abierto a la sugerencia y le gustó lo que escuchó. Probó. Estábamos avanzando. Sonaba bastante interesante. Era la primera vez en los Clash que sentí que estábamos expandiendo el potencial. Estaba bárbaro. Lo que yo presentaba era más complejo, pero en mi opinión valía la pena.

La vez siguiente que aparecí, fui el último. Ya estaban todos ensayando. Surgió “White riot” y empezamos a tocarla sin discusiones. La tocamos exactamente como antes, como todos la conocen ahora.

Inmediatamente entendí lo que pasaba: a esa altura los Clash habían consolidado totalmente su identidad y ya funcionaba. Esa situación con “White riot” me dijo que si quería estar en los Clash, iban a ser esos Clash y nada más. La banda estaba formada. Habían encontrado una zona de confort y se iban a quedar ahí. Pero eso para mí tenía poco sentido. Se suponía que íbamos a ser una alternativa a los Pistols, así que no tenía que haber una zona de confort.

Supe que la situación no iba a cambiar a esa altura. No iban a progresar más. No quería pasarme años de mi vida aprendiendo esa lección. Me empecé a enchivar mucho con toda esa situación, principalmente porque sentía que teníamos potencial para ser una banda fantástica, como lo habíamos acordado, pero lo estábamos desperdiciando.

Hablé en numerosas ocasiones con los demás sobre cómo me sentía, incluyendo con Bernard.

Yo era re joven cuando pasó todo eso. Ellos eran entre dos y cinco años más grandes que yo y eso era una grieta enorme en un momento de tu vida en que hasta un año de diferencia es significativo. Tal vez las zonas de confort estaban bien para ellos. Pero yo no estaba interesado en eso.

Simplemente parecía que nunca iba a solucionar nada con los Clash. Era lo mismo que laburar en el correo.

Agosto de 1976.

Con el tiempo, simplemente me dejé de preocupar por llevar más ideas. Me parecía una pérdida de tiempo. Yo aportaba cosas, pero no aceptaban nada de lo que yo sumaba. Mis ideas no eran aceptadas por los demás. ¿Para qué preocuparme por contribuir algo nuevo?

Con el paso de los días y semanas, me metí más en el mal humor al que ya había entrado por lo que pasaba alrededor mío. Era como una relación romántica en que alguien que amás te hizo sentir mal pero parece no saberlo, y eso en sí mismo te hace sentir peor.

A fines de la primavera o principios del verano boreal de 1976, reconocí que me tenía que ir de la banda. No iba a funcionar. Nada iba a cambiar las cosas y era inútil dedicarle más tiempo a la situación. Lo que yo buscaba no estaba en los Clash.

Con el paso de los años se habló de que supuestamente me echaron. Giladas. Un disparate total y absoluto.

Un día, Mick, Paul, Terry, Joe y yo estábamos en Rehearsals, pero en vez de ensayar, sugirieron que tuviéramos una charla en el primer piso. Era re necesaria, porque las cosas habían llegado a un punto crítico. Había que hacer algo. Subimos las escaleras y fuimos a la salita que se usaba de oficina. Empezamos a charlar. Nos sentamos y fuimos muy educados. Aunque Terry estaba presente, más o menos le habían dicho que no participara en el asunto. Mick era el portavoz central, según recuerdo.

Entonces escuché:

-Bueno, obviamente, Keith, no estás contento. Es como que nos odiás.

Nada estaba más alejado de la verdad. Respondí:

-No, yo los quiero. Detesto esta situación.

Hablamos un poco más, pero las cosas no iban para ningún lado. Al final, fue una decisión mutua. La verdad que no había nada más que decir. Me iba a ir. Eso era todo.

Fue re emotivo. Me sentí medio aliviado de que se terminara, pero también un poco herido.

Así que una vez que se tomó la decisión, dije “Bueno, no tiene sentido que me quede acá más tiempo”. No dijeron nada.

Salí de la sala y bajé las escaleras. Agarré mi guitarra Mosrite y la enchufé al Marshall. Empecé a tocar unos temas re agresivos. Acordes re pesados. Hice eso un ratito. Cuando terminé, me saqué la guitarra y la apoyé contra el ampli. La dejé ahí enchufada. La guitarra chillaba y yo salí por la puerta hacia la calle.

Un tiempo después vi a Joe en el Speakeasy y me contó que mi salida lo dejó bastante impresionado.

-Me encantó la manera en que te fuiste, Keith -me contó.

Los Clash tenían fechas con las que cumplir por un par de meses y toqué en todas. No quería dejarlos colgados ni lastimarlos de ninguna manera. Éramos una unidad aunque yo estaba deprimido. Habíamos trabajado en todos los temas. Sentía que necesitaba estar a altura de los compromisos de los Clash, así que me quedé con ellos hasta septiembre de ese año.

Después del reci del Roundhouse ellos siguieron su camino y yo el mío. No mucho después, Terry también se fue. Después surgió la formación Mick-Joe-Paul y Topper Headon en batería. Para mí esa es la formación clásica de los Clash.

Alguna gente no entendió mi decisión. Les pareció el peor error de mi vida:

-¡Oh, Keith! ¿Qué te pasa? ¿Por qué te fuiste? ¡Van a ser grandes! -decían cosas así.

La gente que me conocía de verdad, entendió que no era la banda correcta para mí y apoyó mi decisión.

Un poco más de un año después, los Sex Pistols se desintegraron en vivo, en San Francisco, durante su gira estadounidense. Eso liberó a John. Un poco después, aceptó mi oferta del Black Swan y armamos PiL. PiL se consideraba experimental. John usaba su voz como instrumento. Por fin pude usar sintetizadores. PiL cumplió muchas de las ideas que quise probar con los Clash pero no pude.

Con el paso de los años, ocasionalmente pensé en mi decisión de irme antes de que los Clash la pegaran a lo grande. Nunca me arrepentí de irme de la banda. Fue una decisión absolutamente correcta para mí. Ser un guitarrista juvenil de la banda que se convirtió en los Clash, fue una bomba. Recuerdo con cariño esos días, las experiencias que tuve y la gente que conocí. De verdad. Fueron épocas muy especiales. Estuvo bárbaro haber tenido un rol tan activo en la revolución que surgió de Londres Oeste en 1975 y 1976.

Keith Levene

Estudio Faust, Praga, República Checa.

Junio de 2014.

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