Entrevista con Joe – marzo de 1982. Parte 1

Creo en la democracia. No me copa el comunismo totalitario. Pero eso no significa que yo tenga que correr a hacerme capitalista”.

Texto de Roz Reines para la revisa NME (Reino Unido) del 27 de marzo de 1982. Compaginación y aclaraciones: Lepo.

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¡Peligro! ¡Muerte instantánea! ¡Aventura!… Cruzando el vapor de las selvas y páramos resecos, por encima de caminos montañosos rodeados de nubes, ríos traicioneros y mares infestados de tiburones, por el medio de la lluvia, la tormenta de arena y el calor infernal.

Sí, los Clash leyeron algunos libros fascinantes en su caminata por las zonas de preembarque de los aeropuertos del Lejano Oriente. Finalmente, nuestros cuatro exploradores intrépidos aterrizaron en Sidney, Australia, solamente para enfrentarse al desafío más terrorífico de todos: una entrevista para NME.

-Esto es una lección de negocios: para ganar plata en el rock, tenés que tocar en auditorios grandes y hacer todos tus gastos en una noche. En cambio, nosotros tocamos siete noches en salones chicos, porque creemos que para que sea ROCK, tiene que haber mucha cercanía, como en el teatro. Tenés que poder ver mi cara y ver si lo digo en serio. Así que tenemos que garpar siete noches de hotel, siete noches de salarios del personal técnico, siete noches de alquiler. ¿Entendés lo que digo?

Si realmente quisiéramos ganar plata, iríamos al [estadio cubierto] Budokan, como hizo Bob Dylan en Japón, donde hay 30.000 ponjas que garpan miles de yenes, y lo único que tenemos que hacer es simplemente pararnos ahí una hora y después rajar al aeropuerto, meter la plata en el avión y ¡listo!… ahí tenés el rock.

Joe Strummer le explica el concepto de “Magnificent seven” a la prensa de espectáculos más incondicional de Sidney, que reacciona riéndose nerviosamente. Strummer los tuvo en la palma de su mano desde que él y el resto de la Última Pandilla deambularon por el local que los Clash aprobaron para dar esta conferencia de prensa -el Museo de Artes Aplicadas y Ciencia (sector mamíferos)- y se disculparon abundantemente por llegar tarde:

-Honestamente, tratamos de no comportarnos como estrellas de rock.

Los Clash en el museo australiano – 4 de febrero de 1982.

Claramente era un plan alocado armar una conferencia durante la parada de pocas horas en Australia -un periodo de descanso entre Tokio y Nueva Zelanda-, pero era verdaderamente necesario fomentar la venta de entradas, con siete presentaciones que llenar en Sidney, sin entradas agotadas hasta ese momento.

No era sorprendente que los cuatro integrantes de los Clash parecieran cansados y hartos. Hasta el quinto compañero, Kosmo Vinyl, parecía levemente exhausto con su traje color tomate. El manager Bernie Rhodes estaba fuera de cuadro, manteniendo el perfil bajo.

Los Clash pasaron por muchas cosas en los últimos pocos meses: estuvieron instalados en los estudios Electric Lady de New York, grabando su quinto disco, titulado provisoriamente Rat Patrol From Fort Bragg. De ahí, se fueron directamente a un Japón libre de drogas, con Topper Headon enfrentando una batalla reciente contra la adicción a la heroína. Después, a Nueva Zelanda, Australia, Hong Kong y Bangkok [Tailandia], antes de regresar a Inglaterra.

Cuando el grupo volvió a Sidney desde Nueva Zelanda, estaba menos histérico. Allá en el hotel, Joe Strummer adquirió un ukelele de 35 dólares australianos [más de 100 dólares estadounidenses actuales] y tocó suavemente a dúo con Kosmo, celebrando el cumpleaños 25 de Vinyl. Pronto se bajaron 25 botellas de champagne. Una por cada año.

En Sidney, la mayoría de las noches Joe Strummer subió al escenario con una bandana japonesa y ropa camuflada. Podía ser un piloto kamikaze, especialmente por la manera en que se manejaba cada noche durante dos horas, tocando como un poseído, con una expresión de agonía y el cuerpo como un gran charco de transpiración.

Indudablemente, lo destacado desde la cuarta presentación en adelante, fue “Armagideon time”, cuando los Clash hicieron subir a Gary Foley, militante por los derechos de los pueblos originarios a las tierras, que dio un discurso corto mientras el grupo tocaba suavemente por detrás de él.

Al terminar, Gary dijo que la reacción que tuvo por las presentaciones de los Clash fue fenomenal.

Joe Strummer se pone físico

Los Clash bautizaron a 1982 como “El año del cuerpo”, así que Strummer trataba de fortalecer sus músculos para darles forma y definición: carne, músculos, fuerza, vida.

-En esta habitación no hay nada lo suficientemente pesado como para levantar- se quejaba en el hotel.

Le sugerí que probara con el televisor. Inmediatamente se precipitó hacia el tele, lo agarró y lo levantó. Luego se pasó los siguientes 15 minutos tratando de volverlo a armar.

Tenía puesto un chaleco de cuero negro sin remera, pantalones negros, medias anaranjadas fosforescentes y Dr Martens.

-¿Qué te dio esa consciencia física?

-En 1982, los Clash decidieron que este es el año de poner las cartas sobre la mesa y decir lo que pensás. Y el que no lo haga, se merece lo que le toque. Y segundo, “el culto al cuerpo”. Nada de imagen de estrella pop debilucha. A la mierda con eso. El país se está viniendo abajo y eso significa que tenemos que ponernos fuertes.

-¿Para la revolución?

-Correcto. Si te vas a quedar en Inglaterra, al menos fortalecé tu cuerpo, ponete serio o emigrá. Hay mucho lugar en Nueva Zelanda. Allá tienen solamente un par de millones de personas y todo el país está vacío.

-¿Emigrar? ¿Eso no es un poco como abandonar el barco?

-Está bien abandonar el barco. Probá ser una rata atrapada en un agujero y fijate si no te parece copado abandonar el barco. Estoy hablando de algo positivo para las ratas. Yo no sabía que acá era así. Me contaron que Nueva Zelanda era como Inglaterra y me imaginé cielos grises, calles grises, edificios grises, gente gris, lluvia, aburrimiento, tristeza. Nada de plata, entusiasmo, acción, futuro. Para mí Inglaterra es todo eso y debería estar escrito en la bandera, para que no podamos ver los colores.

Pero después llegué a Nueva Zelanda y parece que estuvieras en la jodida California. Hay gente caminando en zapatillas por la calle y el sol te calcina. Y los paisajes más hermosos que hayas visto en tu vida. Un paraíso tropical exuberante.

-Pero, ¿emigrar allá?

Mirá. Si tenés 17 y estás en Inglaterra, el mensaje es que no te necesitan. Entonces si allá no te necesitan, emigrá a la mierda. Yo ya no creo en los países. Decidí eso.

-¿No lo estás viendo con ojos muy optimistas?

-Lo estoy viendo con los ojos de un inglés gris y triste y es muy importante que este mensaje vuelva allá, porque yo no lo sabía. Para mí, Australia era un desierto loco, con un par de chozas de chapa y un par de borrachos tragando cerveza Fosters y pegándole a cualquier cosa que no se parezca exactamente a ellos. No estoy listo para esta metrópolis sofisticada. Sidney es como Beverly Hills. No estoy listo.

-¿Shock cultural?

-Bueno, la “cultura” está al fondo de las cosas. Acordate de que le estamos hablando a un joven de 17 años que ni siquiera puede tener una comida adecuada al día y la cultura está muy abajo en su lista de prioridades.

De todas maneras, la cultura es lo que vos podés hacer con ella y los lugares son lo que podés hacer con ellos. Lo único que digo es que no tenés que pudrirte en un día húmedo y negro si no querés. Lo que digo es que hay lugar para que te mudes acá. No parece un desierto lleno de canguros. Para nada. Ustedes están manteniendo a Australia como un gran secreto, ¿saben?

-Lo pongamos de otra manera: ¿le dirías a la gente que emigre a Sudáfrica?

-No sé. O sea, nunca estuve en Sudáfrica, pero estuve en Rodesia [actual Zimbabwe] y experimenté la segregación. Y si eso es como acá con los pueblos originarios, entonces allá hacen un mejor trabajo de encubrimiento.

Yo me refería al paraíso paisajístico. Igual que en Nueva Zelanda. Los skinheads de allá están tiesos del aburrimiento. Creen que Londres es maravilloso y cuando les dije que en Londres soy un triste desgraciado, les destrocé los sueños. Y me alegra habérselos destrozado, porque ellos viven nuestra vida. Me siento un imbécil. Estuve en Tokio, Nueva Zelanda y Australia, pero me siento un imbécil. Cada vez que vamos a una ciudad, dicen “Oh, los estuvimos esperando cinco años”. Preferiría venir como algo extra, como una yapa para la movida local. No como una dieta básica que llega a la ciudad por 20 minutos y se va. Ellos tratan de vivir nuestra vida y no viven la suya, lo cual es horripilante.

-¿Cómo estuvo Japón?

-Allá no necesitan a los occidentales. Mick dijo “me siento como un dios occidental de media jornada”, porque fue como que éramos los Beatles por la manera en que las chicas de allá te hostigan. Corrí por la estación de Osaka como en una repetición de Anochecer de un Día Agitado. Y nunca antes había hecho eso. Se supone que nosotros estamos construyendo un estilo distinto. Lo canto todas las noches en “London calling”: “la falsa beatlemanía mordió el polvo”. Pero en Japón no.

Mi mensaje para ellos es “mándennos al carajo”. Están todos empapados en cultura yanki y veneran cualquier cosa estadounidense y occidental con pantalones ajustados. Al carajo con eso. Tienen que mirarse a ellos mismos.

-¿Te gusta que te odien?

-Es simplemente otra paradoja encantadora de la vida. Pero ¿cuál es el sentido de ir a Japán y que te mimen? El mensaje del punk era “hacelo vos mismo”. Las bandas eran artesanales, los fanzines eran artesanales, a veces hasta las guitarras y los instrumentos. Hacías todo vos mismo y de alguna manera eso se distorsionó en el camino.

Ahora simplemente hay copias carbónicas de skinheads y punks en rincones lejanos del planeta. No enfrentan a su propia ciudad. Solamente desean estar en otro lado. Mean afuera del tarro. Parezco pretencioso y me gritan “estrella de rock” y yo pienso “tienen mucha razón: soy una estrella de rock”. No estoy lloriqueando. Simplemente digo que mean afuera del tarro.

-¿Por qué seguís refiriéndote al punk si ya se terminó?

-Sigo hablando del punk porque siempre pienso en eso. Porque cuando un periodista chino o ponja me pregunta si soy punk yo digo que sí, porque me gusta toda la camorra que viene con eso. Vos decís que el punk se terminó pero capaz que vos no tenés que lidiar con eso tanto como yo. Yo tengo que lidiar con eso todo el tiempo. Pero creo que acabás de decir algo muy imprudente.

-Bueno, pero ustedes cambiaron musicalmente.

-Sí, pero no es como que vamos a salir corriendo a convertirnos en Brian Eno o Robert Fripp.

-¿Entonces qué pasó en Sandinista!?

-Para ser honesto, simplemente tratamos de molestar a los punks. Solamente tratamos de destruir la idea oficial de qué es el punk. En Sandinista! tocamos a propósito la música menos aceptable posible para un punk.

-Creí que a los punks les gustaba el reggae.

-Sí, pero ahí tenés. Hay dos posibilidades: un rasta fumado amante de la paz o un anarquista borracho con botas. No se me ocurre una mayor polarización que esa. Las contradicciones existen. Yo soy una.

Nos dijeron que tocábamos rock comercial estadounidense. Pero cuando grabamos London calling en una cochera de Pimlico [Londres], nos pasamos cinco meses de mierda en ese lugar y ni una sola vez pensé en hamburguesas, el ratón Mickey o la estatua de la Libertad.

Después, cuando dijeron que diseñamos ese disco a propósito para que entrara en las radios estadounidenses, pensé “bueno, esta gente está atrasada. Construyamos arriba de eso”. Yo veía toda esa mentira. Jimmy Pursey [de Sham 69] y todo eso. Yo sabía que esa burbuja iba a explotar, porque esa gente no tenía nada en qué respaldarse. Era puro bla-bla, pero en ese momento los periodistas que no distinguían entre la manteca y la margarina, los tomaban muy en serio.

-¿Todavía tenés resentimientos contra NME?

-Sí. Algo que sentí con NME en los últimos cinco años, es que es una sobredosis de energía negativa. Capaz que sea porque se metieron conmigo. Pero incluso cuando leo sobre otra gente y yo no tengo nada que ver, sigo sintiendo esa energía negativa.

-¿Creen que te vendiste a Estados Unidos?

-Sí. Pero nuestras ventas de discos en EE.UU. no están ni cerca del nivel de los grupos de heavy metal. Si Boston y Styx están en Primera División, nosotros no estamos ni en la Liga de Fútbol Amateur de Abuelos Sureños. Ni siquiera les tocamos un pelo, pero alguien tiene que ir a sacarles esos ocho millones de ventas a esos muchachos, porque simplemente desperdician su oportunidad de decirle algo a la gente. Prefiero que nos odien en Gran Bretaña pero que escuchen lo que tenemos para decir en Estados Unidos. No creo que los ingleses necesiten demasiado a los Clash, porque son demasiado vivos.

-¿Demasiado vivos?

-Sí. Ese es otro mal consejo que me dio NME. Le creí cuando dijo que allá no nos quieren, pero tuvimos que volver y tocar para que me diera cuenta de que no es verdad. Pero le creí y me mintió. Y esa es otra razón para mi enojo reciente con NME.

Fue en un periodo de dos años en que no tocamos en el Reino Unido. Perdimos contacto y empezamos a creernos cosas. Sé el error que cometí. Di por sentado que los periodistas iban a reflejar con precisión el estado anímico del país. NME decía “Pulgar abajo para los Clash” y yo pensaba que eso era por algo. Y ese fue mi gran error.

-Decís que tratás de barrer al heavy metal. ¿Qué tenés para reemplazarlo?

-Algo que signifique algo. Ser algo, defender algo, dejar en claro tu postura. Si solamente pudiéramos elevar el nivel de la discusión, quizás llegaríamos a alguna verdad. Si levantamos el nivel de la discusión, capaz que llegaríamos a conocernos a nosotros mismos y seríamos capaces de curar lo que sea que esté mal en el mundo, que es el problema de los que tienen mucho y los que no tienen nada.

Eso que digo es un punto importante, porque la gente vieja que habita el mundo, es demasiado codiciosa para darle lugar a la gente joven. Por eso hay desempleo: porque la gente vieja está tan ávida de posesiones materiales, que aplastan a los jóvenes que tratan de respirar. Creo en la democracia. No me copa el comunismo totalitario. Odio la manera rusa de hacer las cosas. Esos tanques de mierda por todas partes. Pero eso no significa que yo tenga que correr a hacerme capitalista. Porque el capitalismo es eso: cerrarle la puerta a todos y a todo.

-¿Así que depende de la clase obrera?

-Correcto. Yo vengo de la clase media. Yo no tenía cucharas de plata, pero al menos tenía de metal. Y por eso soy distinto de alguien como Johnny Rotten, porque a él toda la vida le aplastaron el puré con el puño. Por eso Rotten es la posta. No digo que él sea mejor que yo. Hay un largo camino hasta la línea de llegada, y cuando cruzás esa línea, ahí es cuando lográs lo que viniste a hacer. Ahora Rotten se está quedando atrás, corriendo gordo y borracho por New York.

Bueno, esa es otra diferencia entre Rotten y yo. Él tuvo la experiencia de que lo manden a la mierda, que es lo que el mundo capitalista le dice a los jóvenes, que ni siquiera ven que eso está mal. Se quejan del vandalismo. Podrías alimentar a la mitad del puto mundo con lo que se gastan en mantener a los grafiteros de New York lejos del ferrocarril. No vas a poder creer la cifra: 20 millones de dólares en seis años [56 millones actuales]. Pero la única razón por la que los vándalos pintan los trenes, es porque quieren demostrar que existen. Como dijo Futura [grafitero y rapero invitado de los Clash]: “es una manera de decirle ‘hola’ a la ciudad, porque tenés que demostrar que estás vivo cuando te dejan afuera en el frío”. Por eso la anarquía nunca me enloqueció. Porque me di cuenta de que teníamos que pasar por la anarquía como proceso purificador para lograr algo decente que valga la pena defender.

-¿Seguís estando a favor de los disturbios?

-Sí, rompamos todo, porque es tan lento que no veo otra forma de hacerlo. Son tan lelos que no entienden: Margaret Thatcher está en otro planeta y la elegimos como nuestra líder. Nos deberían llevar afuera y fusilarnos.

-¿O sea que el mensaje es “ponete en forma y seguí haciendo disturbios”?

-Emigrá o algo. No te quedés sentado ahí a aceptar todo. Depende de cada individuo. A la mierda. Emigrá. Tengamos esperanza. Tenemos que tener algo que anhelar. Tiene que mejorar. No podemos simplemente tirar a todos los criminales en la cárcel y esperar que se queden ahí sentados… 17 en una celda.

Continuará…

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