1981: anécdotas de los Clash en España

“Abundante escabio y otros relajantes, causaron una situación bastante poco habitual para una entrevista”, explicaba el periodista que acompañó a la banda en la gira.

Texto de Mike Nicholls para la revisa Record Mirror (Reino Unido) del 9 de mayo de 1981. Compaginación y aclaraciones: Lepo.

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Las complicaciones rodean a los Clash como limaduras de hierro excitadas por un electroimán. Banda extremista que sigue obsesionada con la noción idealista del rockero forajido, cada una de sus acciones está acompañada por una guarnición de bromas.

Los jefes del personal técnico son empujados a la distracción; los encargados de los hoteles llaman a la policía y cambian sus propios managers casi una vez al año. En cuanto a las empresas discográficas, productores de shows y personal de prensa… bueno… vos elegiste ese trabajo, amigo.

Pero ocasionalmente, el electroimán se apaga y se vuelven seres humanos comunes. Joe Strummer en particular, es más que humano: es una de las personas más cálidas, compasivas y genuinamente preocupadas que he conocido en mi vida. Para muchos, es la personificación de los Clash. Pone la vara cada vez más alta para él mismo y espera ver esa actitud reflejada en los que lo rodean.

Joe Strummer. 16 de enero de 1981.

Ese sentido fuerte de la moral causó que completara la reciente Maratón de Londres sin haber tenido ningún entrenamiento previo. Trata su propia plata con total desprecio y se autoexige implacablemente para mejorar mental y físicamente. Puede ser tocando hasta caerse o sumergiéndose en el idioma, la historia y la cultura callejera de cada país que visita.

Seguro. No es ningún santo. Strummer es mujeriego, se chupa e insulta a los otros como cualquiera de nosotros. Pero su enorme capacidad de vivir lo convierte en un compañero de viaje fascinante. Y como extensión de eso, los Clash son probablemente la mejor banda para acompañar en un viaje.

Paradójicamente, la entrevista originalmente se iba a llevar a cabo en Ladbroke Grove [Londres Oeste] el sábado [25 de abril de 1981] a la mañana. Pero una combinación única de complicaciones y oportunismo, conspiraron para que yo terminara colado en su gira debut por España. Así que chau sesión común de preguntas y respuestas; hola frente de batalla.

Conozco a los Clash desde hace ya un tiempo. Mi primer diálogo con ellos fue en el festival punk de Mont De Marsan (Francia), en 1977, un tiempo antes de que yo empezara a escribir para un periódico musical. Después de eso, les caí en cada gira británica y tuve conversaciones frecuentes con cada uno de ellos cuando me los topaba en Londres. Pisar Barcelona y Madrid con la banda, parecía solamente un postre periodístico para alguien que tuvo a la banda entre sus mayores afectos musicales durante los últimos cuatro años.

Una ruptura típica de la comunicación entre ellos y la CBS, causó que no previeran mi llegada. Esto implicó varias horas de trabajo detectivesco para tratar de hallarlos en el hotel, el reci y la primera conferencia de prensa. Su desprecio por los horarios causó que no los encontrara en ninguna ocasión.

Entrar al Pabellón de Juventud Badalona [el lunes 27 de abril] demostró ser un problema mayor. Comparados a los locales, los patovicas promedio de Inglaterra son apenas unos boy scouts. Y como no sé decir “soy parte del evento” en español, tardé más de lo habitual en persuadirlos para pasar.

Pero una vez adentro, las cosas empezaron a mejorar. Lo cual no estaba totalmente desconectado del hecho de que había tequila a solamente media libra por trago [menos de tres dólares actuales] y había algunos bebedores conocidos alrededor. Como el plomo veterano Jock Scot, a quien vi por última vez desmayándose en la estación de servicio de Watford [30 kilómetros al noroeste de Londres] tras pedirse una “pizza frita”. Atentamente, me proveyó de un permiso para el backstage.

Después estaba el famoso jefe de sonidistas Roadent [Stephen Conolly], siempre listo para intercambiar algún chisme jugoso por una cerveza.

*

Pero vamos al reci: hacía 10 meses que los Clash no tocaban y se notó. Aparte del hecho de que apenas se lo escuchaba, Mick Jones parecía muy desaliñado y dependió del desenfrenado Strummer mantener la bandera en alto sin ayuda de nadie.

La noche siguiente [martes 28] fue una historia totalmente distinta. Mick necesita estar en buen estado para que los Clash cumplan. Y en Madrid, tuvo su mejor hora y 40 minutos. Desde “London calling” a “London’s burning”, estuvo inspirado y brillante, lanzando pausas y solos centelleantes con ímpetu y sin esfuerzo. Su estilo es particularmente apto para el material de los últimos dos discos, orientado al dub.

La hermosa “Somebody got murdered” la mejor de las veces puede sacarte lágrimas, pero en el estadio de básquet del Real Madrid (con capacidad para 7.000 personas), se fue a otro universo. La multitud casi duplicaba la cantidad para la que tocan generalmente en Gran Bretaña y esta era solamente su segunda fecha española en sus vidas.

También obsequiaron versiones buenísimas de “Bankrobber“, “Hammersmith Palais“, “Clampdown”, “Armagideon time“, “Junco partner“, “Jimmy Jazz”, “Janie Jones” y, por supuesto, “Spanish bombs”. ¡Y eso fue solamente el material conocido! También hubo media docena de temas nuevos, pero medio que se perdieron entre el daño cerebral de las 48 horas siguientes.

Eso empezó casi inmediatamente después de la presentación en Barcelona, donde los correteos del comienzo de la gira coincidieron con una necesidad de ahogar las penas colectivas por una apertura poco auspiciosa. Mi aparición inesperada en el camarín, generó más caos.

Mientras Joe me presentaba ante el desconcertado chabón de seguridad y me disparaba novedades del dibujante Ray Lowry, Mick y yo nos reíamos por unos impuestos impagos.

El saludo de Topper fue bastante menos ortodoxo. Colapsó de fatiga (digamos) al final del concierto y su primera acción cuando recuperó la consciencia, fue tirar medio ladrillo en dirección mía. Di un hábil paso al costado para esquivarlo y tumbé un tablón con bebidas y de ahí en adelante, nunca aflojó la demencia.

Los admiradores asustados corrieron por sus vidas cuando los proyectiles ametrallaron el aire, mientras que en la habitación del hotel las cosas no estuvieron mucho más civilizadas.

Suministros abundantes de escabio y otros relajantes, causaron una situación bastante poco habitual para una entrevista, interrumpida por gente apiñada en el baño: Mick, Joe y Kosmo, el publicista de la banda, pero más que nada un gran bromista que siempre merodea.

Kosmo Vinyl

La reincorporación del manager de los Clash, Bernie Rhodes, es la novedad más importante de la historia reciente del grupo. Para resumir un poco, Rhodes acogió al grupo poco después de que su compañero Malcolm McLaren armara los Sex Pistols, y fue responsable de la postura original de los Clash: una guerrilla urbana.

Dos años después, sus polluelos ya crecidos lo echaron, pero como sus sucesores no tuvieron la creatividad de su mente fértil, lo volvieron a llamar. Su primera gran idea fue abandonar Inglaterra por los próximos nueve meses. Opina que toda la movida musical inglesa volvió a su agotamiento previo al punk y calcula que hay más inspiración en la atmósfera de los territorios nuevos del rock emergente.

*

España, con su economía post-Franco creciendo saludablemente, es un ejemplo clásico, como Portugal, Polonia y Yugoslavia, donde la banda intentará tocar durante su exilio autoimpuesto. Londres, por otro lado, está carente de boliches rockeros y programas de tele que valgan la pena, pero al principio del año que viene, la situación puede cambiar.

Bernie me dijo todo eso a la mañana siguiente, en el aeropuerto de Barcelona. En el vuelo a Madrid continuó la conversación con Rhodes, cuyas actividades dentro de los Clash incluyeron “descubrir” a los Specials y a los Dexys Midnight Runners.

-¿La postura política de la banda no fue siempre un poco ingenua?

-La política es algo que afecta a cada individuo y la banda incentiva en vez de sermonear, despertando interés en algo como los rebeldes sandinistas, para que la gente pueda investigar por sí misma. Un autor de un libro de historia no necesariamente tiene que estar de acuerdo con lo que describe. Aporta su interpretación de ciertos hechos -continuó.

Sandinistas en 1979

Por otro lado, Joe Strummer no cree que la banda sea simplemente una observadora pasiva. Con la lluvia que pega en el techo de nuestro bondi cuando salimos del aeropuerto de Madrid, me dijo que del mismo modo, la banda no tiene una ideología política concreta, más que “los derechos humanos”.

-Eso explica Sandinista! -esclareció-. Sentimos simpatía por lo que hicieron ellos: derrocar a la oligarquía familiar que gobernaba Nicaragua. Y en esa época había un blindaje mediático total. Así que el título es útil. Le contamos a la gente sobre eso. Yo no diría que sermoneamos, pero estamos comprometidos.

Aunque Strummer y Jones generalmente son reconocidos como los compositores de la banda, en el último par de discos figuran todos como autores por igual y “Guns of Brixton” fue compuesta por Paul.

-Aunque a la luz de eventos recientes la canción parece bastante visionaria, ¿no fue un poco provocativa en 1979?

-No -respondió Simonon-. Simplemente hablaba de una situación en la que la gente podía ser demasiado oprimida y al final pasó. Por la policía*.

*Nota del traductor:
El 6 de abril de 1981 el desempleo general en Inglaterra había crecido de 1,5 a 2,5 millones en 12 meses. Y ese desempleo entre las minorías étnicas había aumentado más rápido, hasta el 82% en el mismo periodo. Durante marzo y abril, la Policía Metropolitana empezó el Operativo Swamp 81, una campaña en todo Londres contra los robos y asaltos. En Brixton (Londres Sur), en solo seis días, 120 oficiales vestidos de civil controlaron a 943 personas y detuvieron a 118, predominantemente jóvenes negros. La policía lo justificó con estadísticas que demostraban que los robos callejeros habían crecido un 38% en Londres entre 1976 y 1980, pero en Brixton un 138%.
Los primeros disturbios empezaron en Brixton el fin de semana del 10 al 12 de abril de 1981. El principal, el día 11, llamado el "sábado sangriento" por la revista estadounidense Time, resultó con 279 policías y 45 civiles heridos; más de 100 vehículos quemados (56 policiales); casi 150 edificios dañados (30 quemados) y muchos negocios saqueados. Se calcula que participaron hasta 5.000 personas.

Aunque rara vez es el integrante más elocuente de los Clash, como Topper, Paul indudablemente no es ningún tonto. Sus personalidades con un estilo muy callado, encajan admirablemente con su rol de “sala de máquinas”.

Aunque Joe respondió que la banda giraba por España “por el sol, el vino y las mujeres” y no lo tomaron en serio los periodistas, una conversación posterior con él, reveló que eso no estaba tan alejado de la realidad. Cinco años atrás, hizo dedo desde Málaga hasta Madrid y de paso tuvo un placentero romance con una señorita local.

Fue su afecto por el país lo que inspiró la melodía de “Spanish bombs” a pesar de sus adustas referencias políticas.

-Es una canción de amor dedicada a mí mismo y a mi padre -explicó antes de describir que una noche, después de un par de tragos, su padre admitió que a fines de los ’30 estuvo tentado de combatir para la causa republicana en la Guerra Civil Española.

*

Este regreso a la política y los derechos humanos, me llevó a preguntarle:

-¿Dónde se traza el límite en la lucha por la libertad? ¿Realmente simpatizás con los terroristas de las Brigadas Rojas, cuyos colores mostraste en el pasado?

-No quiero que ni yo ni nadie ande matando gente -replicó sin rodeos-. Prefiero caminar bajo el sol con las manos en los bolsillos. Esa remera -agregó como acotación- de todos modos fue una reacción a toda esa hipocresía de Rock Contra el Racismo: tocar con caretas como Tom Robinson en ese parque; discutir quién iba a ser la banda principal y quién iba a usar cada camarín. Fue simplemente una manera práctica de conseguir un público grande, con todas las empresas discográficas sumándose en el acto.

Pero la banda sigue siendo firmemente activista: imágenes fotográficas de varias causas adornaban la placa de acero corrugado que hacía de telón de fondo en el escenario. Se proyectaban diapositivas que mostraban marchas por el Derecho a Trabajar en Detroit, la devastación en Camboya, filas de desempleados en el Reino Unido, etcétera.

Igual de variado es el gusto musical de la banda. Pasan pocos minutos del tiempo libre sin sintonizar las caseteras portátiles que cada uno lleva a todas partes. Mientras que Joe y Topper escuchan prácticamente de todo, Mick se especializa en reggae. Paul actualmente está metido con el rockabilly y compila casetes con todo tipo de material desconocido que pocos admiradores identificarían si algún que otro riff llegara al próximo disco de los Clash.

Después del segundo reci, en la pieza de Joe, todos recibimos una buena ración de conjuntos como los Shuffling Hungarians, pero desgraciadamente nuestros vecinos también.

Las exigencias groseras y repetidas del encargado del hotel para que nos calláramos, recibieron la respuesta requerida: un hotel de cinco estrellas con precios de 10 estrellas, no debería incomodar a sus huéspedes con un material de insonorización de cero estrellas.

Tras las continuas amenazas de llamar a la policía, el encargado al final mantuvo su promesa y llegó a la puerta con dos de los cabrones más malos que vi en mi vida. Lo que ellos vieron, fue algo salido de una película surrealista: inconsciente en un rincón de la pieza, estaba Kosmo Vinyl, que por fin sucumbió a su fenómeno más temido; el sueño. Compartiendo la ridícula colcha térmica de aluminio con la que lo envolvimos como un pavo en Navidad, había un par de “noctámbulas” (una expresión mucho más respetuosa que “groupie”, ¿no, Joe?). Una de ellas miraba con la vista en blanco el televisor, que estaba igual de blanco y nadie se preocupó por apagar cuando se interrumpió la transmisión, varias horas antes.

Cuando Paul abrió la puerta y aparecieron los carabineros, Joe se sorprendió tanto que se tropezó con la mesa ratona y tiró al piso una pila de botellas vacías. El efecto dominó de alguna manera se trasladó hasta una fila de casetes cuidadosamente ordenados, que cayeron uno por uno como kamikazes desde el aparador al basurero.

Joe Strummer en España con el periodista Mike Nicholls.

Milagrosamente, los uniformados se fueron sin hacer ninguna detención. El flujo de adrenalina inducido por el procedimiento, revivió a Joe, que insistía con que ambos saliéramos a la calle.

-Vamos, loco, consigamos algo para comer. Me estoy muriendo de hambre. ¡Guau! ¡El primer espasmo de hambre! -exclamaba con los brazos en alto.

En la penumbra de esa pieza de hotel, con las luces atenuadas con bufandas alrededor de las lámparas, era obvio que él lo iba a considerar un triunfo. Una estrella de rock mimada, con la fortuna internacional a sus pies, pudiendo disfrutar de la tentación fácil del exceso gastronómico, prefiere algo frito en alguna cafetería callejera.

Espero que Joe Strummer y el resto de los Clash sigan estando orgullosos de tener hambre.

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