Los inicios de Joe Strummer

El excantante de los Clash echaba un verdadero vistazo al interior de la movida okupa de Londres Oeste de principios de los ’70 hasta el coqueteo con los Sex Pistols y el resto de la pujante movida punk del sudeste de Inglaterra. Un relato con trampas, oportunismo, pubs, talento y mucho más.

Texto de Chris Salewicz y entrevista de Jon Savage. Traducción, aclaraciones, compaginación: Lepo.

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John Graham Mellor nació el 21 de agosto de 1952 en Ankara, Turquía, donde su padre era integrante de los cuerpos diplomáticos británicos.

De Ankara, los Mellor fueron trasladados a El Cairo (Egipto). La inclinación de Ron era casi marxista y claramente la heredó el hijo más chico. En 1956, Ron volvió a ser trasladado a la ciudad de México, justo antes del terremoto devastador que sacudió esa zona.

-Recuerdo claramente el terremoto del ’57 –contó John, luego apodado Joe Strummer-. Corrimos a escondernos detrás de una pared de ladrillos. Era lo peor que se podía hacer.

Al año siguiente Ron fue enviado a la embajada británica en Bonn, en aquel entonces capital de Alemania Occidental.

-Alemania era tenebrosa, loco –contó Joe 40 años después-. Fue solamente 10 años después de la guerra y ¿qué creés que hacían los pibes más chicos? Obviamente seguían peleando con los alemanes. Vivíamos en Bonn en un complejo de viviendas lleno de familias extranjeras del consulado. Los jóvenes alemanes sabían que ahí había un montón de extranjeros y era medio terrorífico. Los otros pibes nos decían que si nos veían, los alemanes nos iban a hacer cagar. Así que había que mantenerse alerta. Y éramos re chicos.

En 1959 se mudaron a un chalet de tres habitaciones en Upper Warlingham, 20 kilómetros al sur de Londres. Los dos hermanitos Mellor, David (el mayor) y John, fueron enviados a la escuela primaria pública local.

Entonces, Ron, que estaba a punto de ser enviado a Teherán (Irán), aprovechó la educación gratis en internados para hijos de diplomáticos: justo después de cumplir nueve años, Johnny pasó con David a la escuela Freemen’s de la Ciudad de Londres, en Ashtead [35 kilómetros al sudoeste de la capital].

Escuela Freemen’s

-El primer día, me rodearon y me llevaron al baño, donde me enfrenté a una bañera llena de papel higiénico usado. Me tenía que meter o me hacían cagar. Me hicieron cagar -contó Joe.

*

En mayo de 1988, dos años después de la separación de los Clash, el escritor Jon Savage entrevistó a Joe Strummer para su biografía de los Sex Pistols England’s Dreaming. La conversación tuvo lugar en un bodegón del barrio londinense de Ladbroke Grove.

-¿A qué escuela fuiste?

-Escuela Freemen’s de la Ciudad de Londres. Queda en Ashtead, unos ocho kilómetros al sur de Epsom. Era mixta. Si no hubiera sido mixta hubiera sido un verdadero infierno. Cuando tenía nueve me escapé. No llegué muy lejos. Un chabón que era un poco más grande me dijo “vamos, escapémonos”. Le dije que sí y nos fuimos un martes a la hora del almuerzo. Estábamos caminando cerca de Epsom y vimos un policía y supimos que era la hora de la escuela y estaba obligado a preguntarnos qué hacíamos. Así que hicimos un desvío largo y cuando íbamos caminando se acercó el maestro de geografía en auto. Nos metió a las apuradas y ya en la escuela, un chabón fascista nos gritó “¡¿cómo se atreven a irse de la escuela sin gorra?!”. Y me acuerdo de que pensé “qué pregunta idiota. Estamos escapándonos, loco; uno no se escapa con la gorra puesta”. Fue apenas dos semanas después de mi noveno cumpleaños.

Mi papá estaba en el ministerio de Asuntos Exteriores, así que creo que estaba en Teherán, pero el lugar en el que me pusieron era re horrible. Antes de eso, nunca estuve en Inglaterra. Tuve una vida bárbara en Egipto, México y Alemania. Estuvo bárbaro. Pero de repente parecía que estaba en Tom Brown’s School Days [una novela de Thomas Hughes de 1857].

-¿Cuándo dejaste la escuela?

-En junio de 1970, a los 17. Y fui a la Escuela Central de Arte en septiembre, hasta junio de 1971. Y eso fue todo.

-¿Hiciste el ingreso?

-Sí. Me anoté en Stourbridge [cerca de Birmingham, 200 kilómetros al noroeste de Londres] y Norwich [190 al noreste] y ambas me rechazaron. Me acuerdo de que volví de Norwich y me aprehendieron en el tren sin pasaje, con mi portafolio, y me tiraron en un lugar abandonado en el medio de la nada; con un portafolio enorme. Así que lo tiré en un contenedor e hice dedo para volver a Londres. Y ese fue el final de mi carrera como artista.

-¿No te gustaba?

-Estuve en un internado; muy encerrado durante nueve años. Y de repente paré en una pensión de Battersea [sur de Londres], sin que nadie me dijera qué hacer ni dónde ir. Era 1970 y había alcohol y drogas. Y al final tomábamos ácido y ni me acercaba a la escuela de arte.

-Yo fui a la universidad en el ’72 y el lugar estaba repleto. Todavía nunca volví a ver tanta droga en un solo lugar. Esa época era simplemente así.

-Sí. Era una época experimental. Estuvo bárbara. Era un poco demasiado para que lo manejara un chabón joven. A fin de año, la mayoría de la gente fiestera del curso y yo, nos mudamos a una casa alquilada en Palmer’s Green [norte de Londres]. Nos pusimos re salvajes investigando de qué manera vivir.

-¿Habías perdido contacto con tus padres?

-Desde el momento en que me fui a Londres se pusieron como locos. Obviamente me distancié de ellos. Pero viste cómo son los internados: a los nueve años tenías que ser alguien en la vida, por vos mismo, y es difícil volver atrás. Supongo que estaba resentido con ellos inconscientemente. De ahí en adelante mis padres fueron gente que veía una vez al año. Estaban a 8.000 kilómetros, en Teherán. El ministerio de Asuntos Exteriores les pagaba un vuelo al año y después Lord Edwin Plowden recomendó pagar dos. Así que después de un par de años, los pude ver en Navidad y en el verano boreal. Pero los primeros años los veía en el verano. Y a mitad del año lectivo, a veces íbamos a Escocia y parábamos en el campo de mi mamá. Me distancié de mis padres a los nueve años, creo. Y andar como loco en Londres no ayudó.

-¿Cómo te llevás con ellos ahora?

-Se murieron. Cuando los Clash la re pegaron, por primera vez en su vida mi padre estuvo re orgulloso de mí. Eso ayudó. Pero en realidad no podés sanar una vida completa solamente porque tus discos se venden. No es culpa de él; es mía. Nunca me bajé del pony. No sabía que estaba subido, pero me doy cuenta ahora. Los hombres no se bajan del pony hasta finales de los 20 o principios de los 30. Ahora le podría decir que pasamos muchas cosas juntos. Pero estábamos de gira por Italia cuando de repente se enfermó y murió. Detesto no haber tenido una última conversación con él.

-¿Qué hiciste después de irte de la Central?

-Fui un inservible. Con un par de chabones de la escuela de arte que estaban tan locos como yo y no habían podido entrar a ningún otro lado igual que yo, terminamos en un lugar que se llamaba Granja Downhouse, en Blandford, Dorset [180 kilómetros al sudoeste de Londres], así que trabajamos al máximo ese año en el campo.

Downhouse

Después nos volvimos a Londres y tuvimos un depto horrible en Harlesden [noroeste de la ciudad], donde éramos 10 viviendo. Todavía no habíamos descubierto la vida okupa. Mucha gente ya era okupa, pero yo conseguí trabajo en un depósito de Alfombras Allied como pintor de letreros, que fue una rutina bastante buena por unos tres meses, hasta que me preguntaron si lo iba a hacer en serio. Y les dije “¿me están jodiendo? Lo hago simplemente por la plata y para mantenerme”. Y apenas dije eso me mandaron a cortar alfombras.

Una vez, después de tomar un trago con una chica del supermercado del barrio, volví al depto y había un patrullero afuera y estaban tirando todas nuestras cosas por la ventana. El administrador irlandés había coimeado a los canas con un par de libras para que nos sacaran.

Tymon Dogg y yo habíamos encontrado a un chabón negro en el parque que nos dio un susto y como éramos hippies lo invitamos a que viviera en nuestro depto, porque no tenía dónde vivir. Y apenas se enteró el administrador, nos afanó los giros bancarios. Nos desalojaron a todos. Entró como una tromba una pandilla de matones, les pegaron a todos y los pusieron de patitas en la calle. La policía se nos reía. Ahí empecé a aprender qué era justo y qué no. Empecé a aprender sobre la Ley de Alquileres.

Hasta ese momento, yo hacía todo en regla: alquilar un depto, tratar de encontrar una manera de prosperar. De verdad tenía una copia de la Ley de Alquileres del ’65 y fui hacia el policía y le dije que eso no se podía hacer. Y me dijo “no me hablés de leyes a mí, hijito”. Desde ese momento en adelante, si queríamos una casa simplemente pateábamos la puerta y entrábamos. Si queríamos electricidad, simplemente nos colgábamos del cabezal de la empresa. A la mierda.

-¿Cómo llegaste a ser músico callejero?

-Lo hice por Tymon, que en esa época era el músico de nuestra comunidad. Salía con él a pasar la gorra. En el Mississippi se hacía con una botella. En una mano tenías que tener una mosca adentro de una botella y juntar plata con la otra mano. Si la mosca seguía en la botella, el músico sabía que no habías robado nada de plata. Por eso al que junta la plata se le llama “el botellero”. Yo juntaba para él. Yo sabía que yo no era músico. Yo ya tenía 21 y nunca había tocado. Así que agarré un ukelele y tocaba canciones de Chuck Berry. Un día en los túneles de Green Park [oeste de Londres] me dijo “acabo de esuchar que hay un espacio en Plaza Leicester. Vos tocá en ese y yo me voy al siguiente”. Y de repente estuve solo por primera vez en mi vida y mil personas pasaron apuradas y yo tocando “Sweet little sixteen” tintintintin. Pensé “¡guau, estoy tocando y no hay nadie que me ayude!”.

Estación de subte de plaza Leicester, 1972.

-¿Ganaste algo de plata?

-Sí. Preferíamos lo que se denominaba la “hora de los pirados”; entre las 10:00 y 11:00 [de la noche] o más tarde, en rotonda Oxford o Plaza Leicester, donde estaban todos borrachos o saliendo al centro y veían un par de chicos de la calle y decían “che, dales 10 libras… digo 10 peniques”. Así que ganábamos entre cuatro o cinco libras por hora [entre 60 y 80 dólares actuales]. Buena plata. Descubrí que la hora que más garpaba era la hora de los pirados. Había un leve inconveniente: algunos borrachos venían y te ponían a prueba. Pero de alguna manera el hecho de estar indefenso ahí abajo al final siempre te protegía.

-O sea que no había tanta violencia en ese entonces.

-No como ahora. Cambia tan lentamente que no te das cuenta.

-¿Así que durante 18 meses fuiste okupa y la pasaste bien?

-Bueno, no. Tuve otra aventura. En el último año de escuela adquirí una batería por medio de un intercambio, y estaba en el garaje de mis padres en Purley [saliendo de la capital hacia el sur]. Yo sabía que un amigo mío había entrado a arte en Newport, sur de Gales. Así que hice dedo. Yo conocía a una chica en la escuela de arte de Cardiff [25 kilómetros más al sur] y fui a verla y básicamente me dijo que me fuera a cagar.

Fui a Newport y pensé en quedarme en esa ciudad, porque no podía hacer nada en Londres. Era demasiado pesado; no había dónde vivir y demás. Llevé la batería a Newport y logré entrar al grupo musical de la escuela de arte intercambiando la batería. Se llamaban los Vultures. Tocamos en la escuela y en el boliche Kensington de Newport. Hacíamos “Can’t explain” [de los Who] y “Tobacco road” [de los Nashville Teens]. Rythym & blues.

Trabajé allá. Fui sepulturero durante tres meses, en el invierno boreal del ’72 al ’73. Cortaba el pasto en la Mansión Malpas. Era el rey de la máquina de cortar el pasto. Pero después de un tiempo eso se vino abajo y me metí directamente a ser okupa.

-¿Dónde empezaron los 101’ers? ¿Dónde tocaban? ¿Cuál era el territorio en aquella época?

-Estuve en una gira callejera por Europa en 1974 con Tymon y cuando volvimos nos mudamos a la casa okupa de calle Chippenham al 23 [noroeste de Londres]. Éramos gente libre. Teníamos dos casas okupas. Una estaba en calle Walterton al 101 y la otra en calle Chippenham. Tarde o temprano dominamos todo el barrio, porque el 23 atendía el restaurante That Tea Room y armamos el grupo que todos iban a ver.

Siempre sentí que de la vida cultural de esos cientos de casas okupas alrededor de avenida Elgin y calle Shirland, tarde o temprano nuestras dos casas fueron el alma del barrio, porque ninguno de nosotros estaba metido en la heroína ni era alcohólico. Lográbamos estar bien.

Cuando volví de esa gira callejera me mudé al 101, más que nada para alejarme de Tymon. ¿Viste cuando estuviste mucho con alguien en circunstancias muy desgarradoras?

Joe y Tymon.

Seguí tocando en el subterráneo pero se puso muy heavy cuando empezaron a poner micrófonos y parlantes en los túneles. Así que yo le estaba buscando la vuelta. Vi el pub Elephant and Castle de avenida Elgin. Tocaba un trío irlandés. A ese pub no nos dejaban ni entrar. Si nos veían nos echaban porque sabían que éramos okupas. Vi a ese trío y pensé “¡podría hacer eso!”. Así que me pareció que podía ser una buena manera de pasar el verano. Una manera más fácil de ganar plata, en vez de huir de los inspectores de tránsito por el subte. Parecía un fastidio menor.

Fue a fines del verano boreal de 1974. Volví al 101 y traté de armar un grupo, pero no teníamos plata ni equipamiento. Tenía un amigo que se llamaba Dick the Shit, a quien todavía le debo plata. Le pedí prestado el bajo, un ampli y un parlante, y de repente existíamos. Teníamos un equipo de bajo que armamos en el sótano y movimos cielo y tierra para conseguir las cosas, hasta que tuvimos batería y yo le compré una guitarra Hofner al hermano de Mickey Foote por 20 libras [250 dólares actuales]. Aprendimos seis temas.

Había una profesora que vivía con nosotros. Se llamaba Ros. Y dijo que teníamos que alquilar como boliche la sala que había encima del pub Chippenham. Pero teníamos miedo. Un día, esa chica Ros me arrastró literalmente hasta el Chippenham y me forzó a pedirle al dueño alquilar la sala los miércoles a la noche. Costaba una libra [12 dólares actuales]. Así que todos los miércoles a la noche subíamos y cobrábamos 10 peniques [1,20 dólar] para entrar. Yo panfleteaba todas las casas okupas del barrio y pronto tuvimos una movida bastante fuerte. Aprendíamos un par de temas por semana y los agregábamos al repertorio. Siempre pienso que estuvo bárbaro, porque éramos gente re desaliñada. Nos vestíamos con trapos.

Primera formación de los 101’ers

-Así que tenías a los 101’ers y un boliche. ¿Qué pasó después?

-Estaban por clausurar el bar porque se estaba saliendo de control. Los canas venían todas las semanas. Empezaron a meterse unos gitanos. Cuando vivíamos en el 101, de un lado teníamos una casa llena de faloperos que hicieron funcionar la luz, pero no había interruptores. Fui ahí a ver a un chabón que tocaba la armónica. Estaba echado en su pieza con solamente un colchón y un foco. No había forma de apagarlo, más que desenroscándolo. De un lado esos faloperos tirados con los focos prendidos día y noche y del otro una pandilla de alcohólicos realmente terribles. Peleas horribles. De lo peor.

Yo conocía como alumno de la facultad de Newport a Allan Jones de la revista Melody Maker, que ahora es el director, pero en esa época era su primer laburo como notero. Hice que viniera al boliche con la esperanza de conseguir un poco de prensa. Escribió cuatro renglones al fondo de su columna de chismes. Llevamos esas cuatro líneas al pub Elgin [oeste de Londres] y se las mostramos al encargado. La leyó y dijo “bien, chicos. Entonces toquen el lunes. Les doy 10 libras” [150 dólares actuales]. Ahí fue cuando entramos al circuito y los Pistols se cruzaron conmigo. Tarde o temprano, Sid Vicious y todos los que después fueron alguien, cayeron ahí los jueves.

Aunque no nos dábamos cuenta, al menos tocábamos música muy rápida. A esa altura las primeras bandas de rock de pubs se habían vuelto re aburridas. Esas primeras bandas desaparecieron queriendo cagar más alto que el culo. Nosotros no sabíamos tocar para nada. Sabíamos reventar un tema. Cuando llegamos al Elgin, éramos Dudanski [Richard Nother] en batería, Evil [Clive Timperley] en primera guitarra, yo cantando y Mole [Marwood Chesterton] en bajo.

Dudanski, Joe, Evil, Mole (1974).

Boogie [John Tiberi] salió de la cárcel y por alguna razón estaba metido en la música [luego fue jefe del personal técnico de los Sex Pistols] y nos vino a decir que podía hacer que nos pusieran en el programa de radio de Charlie Gillett. Así que grabamos algo y se lo mandamos y nos agazapamos todos juntos alrededor de la radio en la casa okupa. A esa altura estábamos en Orsett Terrace [oeste de Londres]. Y Charlie Gillett dijo “¿qué es esto? suena a una carrera por la basura a 160 kilómetros por hora”. Y ni siquiera lo pasó. Lo descartó. Eso fue un golpe devastador.

Tiberi dijo que nos podía hacer sonar en la radio. Yo fui el que lo bautizó Boogie, porque la primera vez que vino a la casa okupa, fumaba Winston. Era la época en que una etiqueta de Winston parecía bastante glamorosa, casi como tener un Cadillac. Así que cuando sacó los puchos le puse “Boogie” como John Lennon: el doctor Winston O’Boogie.

Con la ayuda de él y Mickey Foote empezamos a volvernos un verdadero negocio. Mickey era un contacto de Newport. Asistía a la escuela de arte.

-Con los 101’ers te iba bien.

-Nos iba bien, habíamos sacado un single [“Keys to your heart”] pero tuve la sensación de que éramos invisibles. Trabajábamos mucho cargando la camioneta, viajando al norte, descargando, tocando, volviendo a cargar, viajando al sur, descargando de nuevo, porque no queríamos que nos afanaran los equipos. Hicimos 12 recis en 14 días, en lugares como Sheffield [270 kilómetros al norte de Londres]. Y no podíamos pagar para parar allá. Íbamos y volvíamos todos los días. Éramos invisibles. No salíamos en ningún diario.

Joe cargando la trafic de los 101’ers en 1976.

Y un día los Sex Pistols nos telonearon en el Nashville y fue la primera vez que los vi. Caminé por el pasillo. Habíamos hecho nuestra prueba de sonido y entró la gente de los Sex Pistols. Me acuerdo de que los miré cuando pasaban: [Johnny] Rotten, [Glen] Matlock, [Paul] Cook, [Steve] Jones, McLaren. Y en la retaguardia estaba Sidney [Sid Vicious], usando un saco metalizado tipo Elvis Presley. Y pensé “los grupos actuales no se hablan entre ellos”. Era todo extremadamente feroz. Nos peleábamos por las fechas. Pero pensé “les voy a hablar”. Y le dije a Sid “qué lindo saco que tenés, amigo”. Me miró y me dijo “sí, lo conseguí en el mercado de Kensington”. Éramos humanos hablando.

Después salí al escenario cuando estaban haciendo su prueba de sonido y escuché que Malcolm le decía a Johnny “¿querés zapatos como los que tiene Steve o como los que tiene Paul? ¿Qué tipo de pulover querés?”. Y pensé “caramba. Tienen manager ¡y les ofrece ropa!” Para mí eso era increíble. El resto de mi grupo no le dio mucha bola a eso, pero yo me senté en el público. No podía haber más de 40 personas en todo el bar. Hicieron su repertorio y eso fue todo para mí.

La diferencia es que nosotros tocábamos “Route 66” para los borrachos del bar y decíamos “por favor, quiérannos”. Pero ese cuarteto parado ahí decía “nos chupa un huevo lo que piensen ustedes, tarados. A nosotros nos gusta tocar esto y lo vamos a tocar así, sin importar si les gusta o no”. Esa era la diferencia.

-¿Johnny le dijo algo al público?

-Sí. Sacó un pañuelo enorme, se sopló la nariz y dijo “por si todavía no adivinaron, somos los Sex Pistols” y explotaron con “Substitute”, “Submission” o algo así.

-El material que tocaban ellos al principio no era tan distinto del que hacían ustedes, ¿no?

-No. Hacían “Stepping stone” [de Paul Revere & the Raiders], que nosotros hacíamos ocasionalmente. Pero ellos tenían una diferencia de años luz con nosotros. Estaban en otro planeta; en otro siglo. Eso me voló la cabeza. Entendí que esto era algo serio. Honestamente no les importaba una mierda. John era re flaco y se soplaba la nariz entre tema y tema. Era casi lo único que hacía entre tema y tema. El público estaba conmocionado. Ahí fue cuando me distancié del restro del grupo, porque después de eso empecé a ir los martes a la noche al Club 100, donde empezó todo. Ahí fue cuando Bernie Rhodes [manager de la banda que estaba armando Mick Jones] vino y me dijo “dame tu número; te quiero hablar de algo”.

Eso fue todo. Los últimos recis que habíamos conseguido nosotros, los hicieron los Pistols. Teloneamos a Kilburn & The High Roads en alguna que otra facultad de Londres Norte y un par de veces en el Nashville. Pero separé el grupo porque Bernie llamó a la casa okupa y el bajista de ese momento, Dan Keller, se hizo pasar por mí. Y ahí dije “esto no va”. Evil usaba camisas hawaianas y yo le dije “mirá lo que está pasando. Tenemos que ir con la época”. Y les pareció que me estaba volviendo loco. Probablemente tenían razón. Pero indudablemente era más interesante que lo que estábamos haciendo nosotros.

-De repente te enfrentaste al presente y el futuro y tuviste que tomar una decisión. Fue algo emotivo.

-Fue un caso de saltar al otro lado de la reja, o te quedabas del otro lado. Yo diferenciaba a la gente como en la remera que diseñó Bernie, que decía “¿De qué lado estás?”. Brillante y claro. Me parecía lo mejor que había hecho en su vida. Esa remera fue la razón por la que Mick Jones le habló por primera vez a Bernie. Estaban en el Nashville. Mick buscaba un pianista para los Hollywood Brats o el grupo que tenía en ese momento, y le pareció que Bernie podía ser un buen pianista porque tenía una remera interesante. Así fue como conversaron por primera vez. Por esa remera.

La remera de Bernie Rhodes

Como sea. Bernie me llamó a la casa okupa y Dan se hizo pasar por mí y no me contó. Teníamos un reci esa noche en el Golden Lion. Vinieron Bernie y Keith Levene. Los vi y salimos a hablar y decidí irme con él en ese momento. Al día siguiente o a los dos días, me lo encontré en Paddington [oeste de Londres] y fuimos a Shepherd’s Bush a la casa okupa donde paraban Paul Simonon, Keith, Mick y Viv Albertine, y armamos el grupo.

*

Por Chris Salewicz

Conocí a Joe Strummer, en el Salón Comunal de St Albans [40 kilómetros al norte de Londres], el 21 de mayo de 1977, durante la gira White Riot de los Clash. Antes del reci, Joe entró al camarín un momento: parecía molesto. Me dio la mano brevemente, pero se fue echando humo, evidentemente estresado. Era como un ermitaño en el backstage, que desaparecía para caminar por la ciudad antes de las presentaciones.

-Te sorprendería cuántos problemas podés resolver caminando ocho kilómetros –me dijo.

Como tantas veces, Joe tenía algo en mente. Durante las noches recientes de esa primera gira como banda principal, que convirtió a los Clash en un grupo top del Reino Unido, se había indignado por la cantidad de patovicas frente al escenario. Esa noche, Joe Strummer insistió en que no hubiera ninguno.

A mitad del repertorio (la explosión artística habitual del grupo, poseído y extraordinario) se zambulló al público de cabeza como un kamikaze.

-Demostró que tenía razón –apuntó después Mick Jones-. No lo pisotearon. Lo agarraron. Por supuesto que si no lo agarraban, se podría haber quebrado el cuello. Joe tiene maneras muy contundentes de demostrar que tiene razón.

Al salir del local, le eché un vistazo al camarín. Joe estaba sentado en un banco, rodeado de admiradores. Ser Joe Strummer era como ser el anti-Flautista de Hamelin. Era un trabajo de 24 horas, liderando a las masas en el backstage y debatiendo el tema del día en el hotel.

-En esa época Joe daba miedo –dijo el escritor Kris Needs-. Cuando vivía en una casa okupada, él estaba en la lona y no comía mucho. Después, en la gira White Riot, consumía anfetaminas y Cerveza Especial [una variedad de Carlsberg con 9% de alcohol]. Y así no era una persona agradable. Era muy arisco y siniestro. La primera vez que lo vi en vivo, tuve miedo de hablarle después.

-En esa época Joe tomaba mucho alcohol –dijo Mick Jones, su socio en la composición de canciones-. Después de todo, él había surgido en el rock de pubs. Muchas veces lo tuvimos que llevar alzando a su casa. Pero la gente de la movida musical tomaba mucho alcohol en aquella época.

Nacido cuatro años antes que Mick Jones, Joe Strummer había llegado al punk rock desde una dirección muy distinta que la mayoría de los otros participantes. Los 101’ers habían debutado en septiembre de 1974 y su primer single se había publicado apenas Joe se fue del grupo, a fines de mayo de 1976.

-Ya la estaba pegando con los 101’ers. Nosotros estábamos nerviosos cuando lo conocimos -recordó Mick.

Pero él también estaba nervioso de conocerse a sí mismo. Muchas veces no estaba totalmente cómodo en su rol de Joe Strummer.

En la época de la gira White Riot, hacía solamente dos años desde que se había reinventado. A mitad de camino de los 101’ers, John Graham Mellor se había convertido en Joe Strummer y sus amigos tenían prohibido referirse a él como “Woody”, el apodo con el que lo conocían desde que entró a la Escuela Central de Arte, en septiembre de 1970, menos de seis semanas después del suicidio de su hermano mayor David; algo que claramente lo dejó traumado, pero que resultó ser un trampolín para todo su éxito.

David se había tragado 100 aspirinas en una isla del parque Regents [Londres]. Su hermano de 16 años identificó el cuerpo. Más adelante, Joe dijo que fue el peor día de su vida.

La muerte de David Mellor le causó depresión al resto de la vida de Ron y Anna Mellor, los padres de Joe. Nunca se recuperaron. Y “Johnny” (así le decían), estaba igual de afligido.

Los Mellor en 1965. David, Anna, John (Joe) y Ron.

A principios de 1975, siendo un okupa en calle Walterton al 101, en Maida Hill (Londres Oeste), empezó a vivir con Paloma Romero, que pasó a ser Palmolive cuando armó The Slits, enfurecida porque Joe la dejó.

-Él me contó sobre David. Dijo que su hermano había elegido la muerte y él la vida. Decidió meterle todas las pilas.

En 1978, le pregunté a Joe sobre la muerte de David.

-Ocurrió en un momento bastante crucial de mi vida –dijo-. Él era un chabón muy nervioso; ni siquiera lograba hablar. No podía hablar con nadie. De hecho, creo que suicidarse fue algo muy valiente. Para él, claro. Aunque fue una lavada de manos total.

Detrás del suicidio del hermano de Joe, yace un subtexto oscuro: el chico se había afiliado al National Front [Frente Nacional, partido de ultraderecha]. No sorprende para nada que Joe Strummer se haya vuelto decididamente en contra del fascismo.

Desde el 30 de abril de 1978, cuando los Clash se presentaron en el recital Rock Contra el Racismo en el parque Victoria [noroeste de Londres] frente a 80.000 personas, el frontman (que regresaba a la lucha tras un periodo de meditación en el hospital por un episodio de hepatitis y ya no tomaba alcohol) claramente se identificaba con el lado del punk rock que se separaba de los que coqueteaban con las esvásticas.

Joe le cambió esa imagen al punk, con su rol honesto de portavoz vulnerable. Ayudado por la desaparición de los Sex Pistols tres meses antes, esa presentación en Rock Contra el Racismo –mitificada en la película Rude Boy– fue el momento en que Joe Strummer se volvió el Rey del Punk. Un punto enfatizado por la publicación, seis meses después, del inesperado “(White man) in Hammersmith Palais”, con una temática y un ritmo poco habitual. La canción favorita de Joe, de todas las que hizo.

-Los admiradores siempre pensaron que Joe manejaba la banda –dijo el jefe del personal técnico, Johnny Green-. Yo no lo percibía así. Cuando se motivaba, podía ser extremadamente dinámico y convincente, pero Mick siempre daba en la tecla. Siempre era preciso. Joe levantaba la cabeza y decía “¿qué?”.

Era Mick Jones el que componía y arreglaba la mayor parte de la música y el que había armado el grupo.

En su relación con Joe, parecía haber alguna rivalidad fraternal. La dinámica del grupo era compleja: después de que Joe fuera robado furtivamente de los 101’ers, él y el bajista Paul Simonon okuparon juntos, mientras que Mick vivía cerca con su abuela, en la torre de departamentos municipales que le dio a los Clash la etiqueta de “rock edilicio”, aunque se menciona solamente en “London’s burning”, una de las pocas canciones que Joe escribió prácticamente solo.

-Joe y yo teníamos un entendimiento mutuo nacido cuando vivíamos en la casa okupa –dijo Paul-. Al vivir con alguien, realmente lográs conocerte y entenderte mutuamente. Así que había cierta separación entre Joe y yo y Mick.

Eso no parecía afectar la composición.

-En nuestra cima, alrededor de London Calling o un poco después, Joe se sentaba con su máquina de escribir y yo estaba en la otra punta de la mesa con mi guitarra. Sacaba la hoja como si trabajara en un diario y me la pasaba. Yo dejaba lista la melodía en ese momento y en ese lugar. Muchas veces la letra te dice cuál es la melodía. Si las palabras ya tienen musicalidad, entonces ahí tenés una canción.

Inmensamente sensible y perceptivo con la mano elegante de un artista, Joe tenía un humor absurdo que le ponía frivolidad a las situaciones más amenazantes. Él no entendía la etiqueta “política” que tantas veces le asignaban a los Clash. Prefería “consciencia”. Sus letras para los Clash tenían la inteligencia de un escritor de sátiras.

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