La primera gira de ‘London Calling’

Iniciaba 1980 y los Clash estaban en su pico de popularidad en Gran Bretaña.

Traducción y compaginación: Lepo – Basado en relatos de Chris Salewicz y otros.

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Cuatro días antes de Navidad de 1979. Una noche temprana, oscura, húmeda, con nieve y lluvia. Inmediatamente al sur del Támesis, en el barrio residencial victoriano de Putney, inapropiadamente refinado, los Clash estaban resguardados en una sala de ensayos, preparando su repertorio de rock y reggaebilly para una gira británica de 40 fechas, lista para arrancar el quinto día del Año Nuevo, 1980.

Mientras los trenes elevados pasaban retumbando a un par de metros del edificio, los Clash, con la onda de tocar y fumar varias horas, trabajaban seriamente, repasando repetidamente el instrumental de “Rudie can’t fail”.

El baterista Topper Headon conservaba un peinado puntiagudo (aunque estaba desapareciendo), pero los tres Clash frontales ahora daban pocas señales de los orígenes punk de la banda. Manteniendo su fascinación y amor por sus raíces musicales, todos parecían variantes de rockeros de fines de los ’50.

El guitarrista principal Mick Jones tenía un traje de solapas finas y pantalones chupines y pelo negro engominado. Lo único que le faltaba era un bigote fino para estar cómodo en un bar clandestino italiano, limpiándose las uñas con la punta de un peine metálico.

El bajista Paul Simonon tenía una variante marrón a rayas color tiza del mismo tipo de traje que Jones. Sus mechas rubias también estaban tapadas de negro, en homenaje a James Dean. Simonon tenía que estar en Hollywood en marzo de 1980, para actuar en una película titulada [hasta ese momento] All Washed Up. [Luego se pasó a llamar Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains]

El tapado corto de lana azul oscura del cantante principal y guitarrista rítmico Joe Strummer, indicaba a alguien frío como un sicario, pero esa imagen estaba suavizada por los pantalones gastados y apretados y los zapatos maltrechos.

Strummer estaba sentado al órgano, en el medio de la sala y derramaba su alma en “The bankrobbing song”, un blues lento inédito, que incluía a Jones en guitarra slide. Strummer se tumbaba sobre las notas y apretaba sus palabras tristes contra el micrófono, invocando recuerdos de bluseros anónimos incontables en bares, con voces roncas tras demasiadas noches de escabio y humo de cigarrillo… aunque Joe apenas si tomaba alcohol en aquel tiempo.

En vivo, se encargaba de las teclas de los Clash Mickey Gallagher de los Blockheads.

Tras completar “The bankrobbing song”, los Clash alimentaron las energías de varias horas de ensayo con comida china e india que les trajo el asistente personal Johnny Green. Jones y Strummer la revisaron cuidadosamente para asegurarse de que no se les cruzara ninguna carne de animal.

Chrissie Hynde una vez me dijo que si comés carne, heredás el miedo del animal cuando lo mataron -dijo Mick Jones.

London Calling, el reciente disco doble de los Clash, llevaba unos 10 días en las tiendas, y entró a los rankings de ventas británicos en el puesto 9.

-Es nuestro “20 Grandes Éxitos” -comentaba Mick Jones tras la cena-. Sabíamos que iba a salir para la época navideña, así que pensamos que le iba a ir bien compitiendo con todos los otros 20 Grandes Éxitos.

Solamente 19 canciones figuraban en la tapa. “Train in vain” se incluyó a último minuto. La iban a regalar con la revista New Musical Express, pero el plan tuvo problemas técnicos infranqueables.

-Te digo algo: vamos a tener que hacer algo para que el disco salga lo más barato posible en EE.UU. Eso es bastante importante -decía Jones- Estimo que definitivamente lo tenemos que poner a unos 10 dólares [menos de 50 dólares actuales]. Y vamos a tener que mantenernos firmes en eso. Porque una vez que lo dijiste….

-Mantené tu precio -remató Strummer.

London Calling hablaba de emociones y condenaba la autodestrucción. Apareciendo al final de 1979, posiblemente era el disco insuperable de rock de los ’70. Un antídoto irónico al egoísmo y la autodestrucción de la “Generación Yo”*.

*Nota del traductor: la década de 1970 fue apodada "la Década del Yo" por el auge de la cultura del narcisismo entre la generación más joven de esa época. La realización personal se estaba convirtiendo en una aspiración cultural a las que los jóvenes supuestamente atribuían más importancia que a la responsabilidad social.

*

Además de la guerra de guerrillas con su empresa discográfica, los Clash estuvieron involucrados en una situación similar con su exmanager Bernie Rhodes. Tras un acuerdo judicial con Rhodes, los Clash ahora eran representados por Blackhill, una de las empresas de managers más confiables del mundo: los primeros managers de Pink Floyd, que ahora se ocupaban de la carrera de Ian Dury y otros.

-Te tienen que estafar para que entiendas de qué se trata todo -concluyó Strummer.

-Con Blackhill, nuestros nuevos managers, hasta ahora parece estar todo bien, pero tenemos los ojos más abiertos que antes. Ya no firmamos cosas que no sabemos para qué son. Supongo que eso demostró nuestra estupidez, pero en cierta forma es bueno que nos haya pasado eso, porque le vamos a contar eso a la gente -dijo Mick.

*

Tras dos soberbias presentaciones en el Salón Acklam, el clímax de las Fiestas de 1979 para los Clash fue el 27 de diciembre en el Hammersmith Odeon, como “banda sorpresa” en un recital a beneficio de los refugiados camboyanos, con Ian Dury como artista principal.

Ocho días después, casi a la medianoche, los Clash viajaban en un minibús alquilado a Birmingham, donde la banda iba a aparecer a la mañana siguiente [sábado 5 de enero de 1980] en el programa televisivo infantil Tiswas. Sonidos jamaiquinos pesados vertían de la casetera portátil de Simonon, llenando el vehículo, bastante caluroso.

Los Clash cuestionaban todo y por eso eran tan positivos. No creían en la falta de esperanzas. Creían que lo único que teníamos era la esperanza.

-Solamente los vagos nos ven a nosotros como la solución -dijo Strummer-. Nosotros simplemente dejamos en claro nuestros sentimientos. Resulta que las demás personas también sienten eso, así que nos respaldan. Pero dejar en claro tus sentimientos está lejos de resolver todo.

A la tarde siguiente llegaron al portón del Centro Vecinal Aylesbury [86 kilómetros al noroeste de Londres] para la primera fecha de la gira. Joe Strummer miró por la ventana del minibús hacia la calle, llena de chicos y chicas punks.

-Mirá -le dijo a Paul-. Otra vez vendimos todas las entradas. Y dijimos que nunca nos íbamos a vender.

Arrancaba 1980. Los Clash no habían girado por el Reino Unido desde fines de 1978, en parte por una deuda con la CBS, y estaban en su pico de popularidad en Gran Bretaña. El single y el disco London Calling picaban alto en los rankings de ventas y las entradas se agotaban rápido.

El punk había despegado a lo grande y los punks de pelo parado contrastaban con el aspecto nuevo de los Clash: rockeros a la antigua, engominados, peinados hacia atrás.

El primer show: Aylesbury – Reseña de Paolo Hewitt para NME

Los nuevos Clash son tan brillantes y fascinantes como cualquiera de sus encarnaciones, pero mejores. Su libertad recién descubierta les permite mezclar e introducir arrebatos de humor por medio de “Jimmy Jazz”, el espíritu de los Clash viejos en “Working for the clampdown” y un reggae estridente y compulsivo como “Armagideon Time”, además del entusiasmo puro y desenfrenado en la forma de hits fallidos como “White man (in Hammersmith Palais)” y “Clash city rockers”. Sumale todo eso al teatro y la agitación que brotan desde el escenario, y empezás a entender el pataleo y la devoción de sus admiradores.

Y si te preocupabas por el trabajo poco producido de las guitarras en el disco nuevo, dejá de llorar, porque en vivo, los Clash literalmente brillan durante todo el repertorio; no aflojan ni un minuto y me hicieron creer que me podría pasar el resto de la vida en uno de sus recis.

“¡Más, más!”: volvieron para tocar una imponente “Complete control”, culminando con un grito de Mick Jones, que no se puede plasmar en papel.

*

Los grandiosos Toots & The Maytals eran los favoritos de los Clash como teloneros de la nueva gira bautizada 16 Tons (16 toneladas), pero tristemente cancelaron a último minuto y hubo que buscar reemplazos. Ian Dury & The Blockheads tomaron su lugar para devolver el favor que le habían hecho los Clash teloneándolos en el recital a beneficio de Camboya al final de 1979. También se sumaron Prince Hammer y Lew Lewis, que además aportó armónicas en la gira. Mikey Dread aparecería más adelante.

El equipo que giraba con los Clash también contaba con Robin “Banks” Crocker (el protagonista de la letra de “Stay free“, gran amigo de Mick Jones); el periodista Kris Needs (que también teloneó una fecha con su banda); Moe Armstrong (el amigo californiano que le contó a los Clash sobre el sandinismo); los plomos Barry “Baker” Auguste y Johnny Green; el nuevo patovica Ray Jordan y el musicalizador Barry “Scratchy” Myers.

El clásico “16 tons” de Tennessee Ernie Ford pasó a ser el primer tema de entrada al escenario de los Clash. La gira llevaba ese título por aquel hit internacional de 1956. Además de ser un nombre bárbaro para una gira, la canción (supuestamente un tema sobre la deuda y a favor del comunismo) reflejaba precisamente lo que sentía el grupo en esa época, sobre su posición financiera con la CBS.

En la cuarta fecha de la gira, en Brighton, Pete Townshend de los Who se subió a tocar el bis: “Bankrobber”, “Louie Louie” y “Garageland”. Para los Clash era emocionante tocar junto a su ídolo, aunque Pete prácticamente hizo mímica en los temas propios de los Clash, porque no se sabía los acordes.

-Fue un placer hablar con ellos -dice-. Eran amigables, positivos, desafiantes y combativos, de una forma que me resultó familiar. Probablemente muchos fans nuestros eran como ellos. Me encantaba su estilo, su facha y sus canciones. Eran una gran banda de rock. Joe tenía conciencia. Compartía sus preocupaciones. Yo siempre lo escuchaba, porque él investigaba la historia política de sus pasiones, antes de boquear. Era una fuente confiable -comentó Townshend.

La gira 16 Tons mostró la gran evolución de los Clash desde su última vuelta por Gran Bretaña, con la gira Sort It Out de fines del ’78. Tocaban fuerte y pesado y estaban bien ensayados. En la gira por EE.UU. en septiembre, Mick Jones había inflado su guitarra con unidades de eco y chorus. Esto le daba al grupo una tonalidad más llena y rica. Ahora las canciones tenían codas extensas y Paul Simonon le agregaba arreglos sutiles al bajo.

El 20 de enero filmaron al grupo para el programa Nationwide de la BBC en Edimburgo (Escocia). Se ve a los fanáticos trepándose por las ventanas del camarín. Joe Strummer está relajado y paternalista. Tiene un traje negro y un sombrero Homburg.

-Llevamos cuatro años tocando juntos, así que debemos estar cuatro veces mejor que antes -afirma-. Si no, seríamos unos idiotas, ¿eh?

London Calling había llegado al puesto 27 de ventas en Estados Unidos. El sello Epic largó allá un par de singles, con “Clampdown” y “Train in vain” como temas principales. Para promocionarlos, Don Letts filmó a los Clash tocando los dos temas en el show del Lewisham Odeon [sudeste de Londres], el 18 de febrero de 1980.

Los Clash una vez más estaban inmaculados, de negro y (quizás con los EE.UU. en mente) una vez más parecen más rockeros de los ’50 que bandidos de Brighton: Paul tiene exactamente el mismo aspecto que en la tapa de London Calling y el resto de la banda exactamente el mismo que en la secuencia de “I fought the law” de la película Rude Boy.

Fue una de esas noches en que todos los planetas se alinearon y en el Lewisham Odeon los Clash llegaron a su pico musical. Las interpretaciones de las seis canciones disponibles en grabaciones profesionales de audio (una de la CBS y las de Don Letts), están entre las mejores de la historia de la banda.

“Clampdown” es uno de los momentos destacados del DVD Essential Clash de 2003. Por la calidad de sonido, se escuchan las improvisaciones vocales de Joe: “vagando por la ciudad sucia; ¡oliendo los fósforos que dejan los chabones modernos!”.

El Lewisham Odeon fue demolido en 1991, pero en el videoclip de “Bankrobber”, filmado en parte el mismo día por Don Letts, hay tomas del recital, además de Baker y Johnny corriendo por la avenida y entrando a la boletería.

La dura reseña de la revista británica Record Mirror – 1 de marzo de 1980

-Me acuerdo claramente de que me di vuelta en el apretujón del frente, durante “Complete control” y me quedé atónito porque mucha gente del fondo apenas si se bamboleaba con la música y no se ponía loca como yo. ¿Cómo podía alguien no reaccionar como yo al sonido y la energía de los Clash en vivo? -se preguntaba un fan que estuvo presente en el recital.

Para demostrar ese punto, Chris Westwood de Record Mirror hizo la reseña típica de la prensa musical de esa época sobre el reci, criticando a la banda con eufemismos. Empieza diciendo que London Calling “no suena tan espectacular”. ¡Habría que ver si opina lo mismo actualmente! Pero reconoce una interpretación “casi estupenda” de “Capital Radio”:

Los Clash están en la posición poco envidiable de tener poco más que su leyenda o mito inmortal creado por ellos mismos. Ahora el aire se aclaró: London Calling no suena tan espectacular.

Se ajustaron lo más posible: se volvieron una banda bailable engominada y lustrosa, con un ojo en EE.UU. y el otro en las siempre llamativas calles de Londres. Manteniendo la mitad de los intereses en el extranjero, debe ser una tarea gigantesca tratar de mantenerse relevantes en este país.

Y ahora los Clash están distantes. No veo nada de mí en ellos ni en su música. Sus canciones ya no tienen ninguna relación con la manera en que funciona mi vida.

Los Clash están consolidados por mérito propio: un fenómeno post-punk que rivaliza con las empresas, desde la inseguridad de la CBS, y sigue dando pelea desde los discos y los escenarios. Son tan falibles como cualquier otro.

Aún así, los Clash tocan con mucho veneno: tocan “White man…” fuerte y groseramente; tocan “Guns of Brixton” fea y desordenadamente; tocan “Jimmy Jazz” como un jazz callejero heavy metal; tocan “Stay free”, “Clash city rockers”…

Los Clash son simplemente tan buenos como el público quiere que sean. El referéndum del Lewisham los hizo invencibles.

Hay zumbidos de guitarras, versiones extendidas de temas viejos, un tecladista invitado, un cambio de instrumentos en “Guns of Brixton”, agradecimientos, etc. Una amabilidad general.

Aún así, la apertura de “Capital Radio” es proclive a sacar chispas. Momentáneamente, los Clash cobran vida; se vuelven convincentes, casi estupendos. Surfean una ola repentina de inspiración. Pero momentos así quedan fracturados, esparcidos despareja y esporádicamente en el repertorio y muchas veces el procedimiento se echa livianamente atrás, hacia un ritual denso.

Y no importa lo grande que sea su integridad y la determinación de su convicción, nunca encuentran ningún otro lado para ir. Nunca ganan. En esencia, ya no entiendo qué hacen los Clash acá. El fenómeno ha sido institucionalizado.

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