Los Clash en el estudio (junio de 1978)

Un periodista los visitó cuando estaban empezando a trabajar en el segundo disco.

Traducción, compaginación, aclaraciones: Lepo. Texto de Pete Silverton en la Revista Sounds (Reino Unido), 17 de junio de 1978.

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-Eeeeeu, Pete, escuché que estuviste en Estados Unidos… ¿qué tal estuvo?

Gradualmente se revela que esa voz incorpórea surge de una silueta muy delgada y extremadamente fumada, que usa una campera de cuero negra enfundada en una bufanda tamaño mantel con estampado en espiral, que se estiró y se ocultó entre cuatro asientos para ponerse lo suficientemente cómoda a mirar tele en la sala de recreación del estudio de Island en calle Basing. Es la manera de Mick Jones para relajarse y prepararse para otras 12 horas de grabación de pistas para el segundo disco de los Clash.

-Oh, Estados Unidos estuvo divertido. La pasé bárbaro allá.

-Mierda, te re envidio.

-Andá de vacaciones. Fuiste a Jamaica el año pasado, así que te debe alcanzar para ir a EE.UU. este año.

-Nah. Cuando vaya a EE.UU. por primera vez, quiero ir en serio. Solamente quiero ir como integrante de un grupo. Es la única manera en que lo quiero hacer.

Aunque tenga un concepto muy personal de cómo ponerse en el estado anímico correcto para grabar, Mick es tan consciente como cualquiera de la tendencia actual para opinar sobre los Clash: la persistente inferencia de que son “algo del año pasado” y que tal vez “ni siquiera ahí eran tan picantes” y que “de todas formas, el punk murió y los grupos pop son mucho más divertidos, así que vayamos a tomar limonada y mover los pies con esa maravillosa canción nueva de amor”.

Los Clash siempre fueron más que lo que alguna gente podía aceptar. Y, con un cambio de clima, ahora se afilan los puñales que estaban muy escondidos cuando la estrella Clash estaba en ascenso constante y meteórico. Algunos dicen que los Clash se volvieron (o siempre fueron) la reacción punk a los Bay City Rollers. Otros los abandonaron en favor del agitador más digerible Tom Robinson, o la “sinceridad y credibilidad barrial” grosera y banal de Jimmy Pursey [de Sham 69], con sus seguidores del British Movement [una organización británica neonazi].

Y la espera por el segundo disco de los Clash. La espera. Dios mío. La espera. Si el Mesías hubiera tardado tanto, hubiera tenido la mitad de público en la sinagoga. ¿Por qué tanto tiempo? Hay razones y razones. Todas buenas. Pero a la gente no le importan las razones. Le importan los discos.

Mick entiende eso. Lo sabe y como es de esperar, está preocupado. De hecho, estaba temeroso de que yo hiciera este artículo, porque ya escribí dos textos entusiastas y largos sobre los Clash (uno cuando reseñé el disco del año pasado; el otro en un artículo muy largo para Trouser Press) y cree que estoy listo para hacerles un texto cruel. Se alivió cuando le recordé que ya les di con un caño por el single “Clash city rockers” (aunque ahora creo que estuve equivocado).

Lo que no necesité recordarle, es que, a pesar de todo ese sufrimiento, todavía hay hordas de fanáticos ansiosos que deben estar justo en la etapa de gritar con tal de saber en qué andan los Clash por estos días. Después de todo, indudablemente pasó un tiempo largo desde que hubo un artículo más que decente sobre ellos en una revista de música. Y, más que eso, no hubo una entrevista seria y profunda con nadie de la banda desde la primera época.

Revista Sounds (Reino Unido), 17 de junio de 1978.

Llegué a los estudios de calle Basing una tarde calurosa, esperando hacer tanto la entrevista como las fotos en cuestión de un par de horas. Pospuse la entrevista porque Joe llegó tarde y tenía que ponerse directamente a grabar. Terminé haciendo la primera entrevista esa misma noche (o mejor dicho a la mañana siguiente). Después terminé con otra entrevista que nuevamente se hizo cuando salía el sol. Así que manteniendo el orden por una cuestión de simpleza, empezamos con…

LA PRIMERA ENTREVISTA

Bajando las escaleras para tomarse un descanso corto y refrescarse después de nueve horas en el estudio, Corky Stasiak (asistente de producción convertido en supervisor de grabación), gira hacia Sandy Pearlman (mentor de los Blue Oyster Cult que ahora es productor de los Clash) y le pregunta:

-¿Qué hice para merecerme esto?

Pearlman no tiene dudas:

-Trabajaste con Kiss. Eso es lo que hiciste para merecerte esto.

Después de un rato en el estudio, me empecé a sentir casi apenado por estos dos estadounidenses inocentes. Ambos acostumbrados a trabajar con la banda más organizada del mundo, están en un estado continuo de incredulidad cuando se enfrentan a la banda más desorganizada del mundo.

Mick Jones – Sandy Pearlman – Joe Strummer (1978)

Mientras que el técnico de batería de Blue Oyster Cult llama por teléfono todos los días para confirmar que anda todo tranquilo e informa cualquier inconveniente menor, en un día muy bueno, los plomos de los Clash logran que la banda vaya al estudio a tiempo sin olvidarse de las guitarras o algo.

Los propios Clash parecen crecer positivamente en la espontaneidad que fuerza ese caos. Son maestros de la técnica de producción británica: “metele y lo corregimos un poco después”. Naturalmente, esto a veces reduce a los estadounidenses a un estado de consternación total, en el que lo único que pueden hacer es implorarle al dios de los estudios de grabación, que está en algún lugar del cielo, arriba de Record Plant, en New York.

Y aún así, la actitud de los Clash para trabajar en el estudio, una vez que están realmente ahí adentro tocando, es muy disciplinada, incluso militar. Strummer grita “che, general”, cuando quiere hablar con Pearlman y “che, capitán” cuando busca la atención de Stasiak.

Cuando llegué al estudio, acababan de proyectar una de las películas bélicas del lote que lograron que pagara la CBS después de un poco de tire y afloje: cuando el encargado de artistas de la CBS, Muff Winwood (a quien los Clash llaman Duff Windbag), se negó a pagar por más películas, lo llamaron y le informaron que sabían dónde estaba estacionado su auto.

Muff Winwood

Reforzando su imagen de brigada del ejército, Strummer estimulaba constantemente a todos, como una especie de director. Le pregunté después sobre su comportamiento bastante dictatorial en el estudio:

-Nos hacemos mucho los tontos. Nos relajamos, nos reímos y hacemos chistes. Y si no te ponés a laburar en algún momento, no lo vas a hacer nunca.

Pero, por más que los Clash sean cuasi-militares, su actitud no es el mismo concepto de organización firme a la que están acostumbrados los estadounidenses.

En el estudio propiamente dicho, la banda se agrupó para dejar listas en vivo las pistas básicas. Solamente se veía la cabeza de Topper Headon detrás de las pantallas, moviéndose para arriba y para abajo con el ritmo. Paul Simonon, con las piernas abiertas y el bajo colgando bajo, en su cadera derecha, mientras recalca sus golpes con un par de escupitajos casuales al piso. Mick Jones holgazanea en una silla, abrazado a su Gibson Les Paul Special, mientras que Joe, parado, bombea su pierna izquierda como siempre, y le grita los cambios al resto. Igual que cuando está en el escenario, excepto por una cosa: su baqueteada pero fiel Telecaster está en reparación y está usando una Gibson 345 alquilada; la grande de caja hueca, roja cereza; la que se hizo famosa en las manos de Chuck Berry. Joe completa la ilusión jugando ocasionalmente a hacer la caminata del pato.

Mientras tanto, en la sala de control, sin poder ver lo que pasa en el estudio ni que los vean a ellos, Sandy y Corky mezclan su profesionalismo admirable con comentarios despectivos sobre por qué se metieron en esto, o, más que todo, que el estudio es malísimo. Pero mayormente, los momentos de depresión se templan por la admiración hacia el espíritu de la banda.

Pearlman se refiere a Topper en tono casi asombrado, como “la caja de ritmos. Hicimos cien pistas y solamente la cagó en una”. Y claramente respetan el impulso y el ánimo enérgico de Joe, aunque muchas veces apenas si distinguen una palabra de lo que está cantando.

Se frustran mucho con la forma casual de la banda para encarar los puntos más finos de la tecnología de grabación. Corky notó un pequeño error en la pista de bajo de Paul. Paul ni siquiera la escuchó. Joe sí, pero preguntó:

-¿Por qué no lo podemos dejar así?

Pearlman: -Porque la gente lo va a notar.

Joe: -Ni siquiera vos lo vas a poder escuchar una vez que yo le grite encima.

Mick: -Yo voy a hacerle un punteo encima.

Rehicieron la pista de bajo.

Esos son los esfuerzos para apuntar a la perfección y hasta ahí va a llegar la banda para asegurarse de que el segundo disco abarque lo que quieren y esperan ellos y la empresa discográfica (es decir, el público estadounidense).

*

-¿Vas a poner dónde vivo, no? Me hartó esa boludez de la “mansión blanca”.

Joe está sentado al otro lado de la mesa, rodeado de varios tipos de desechos, incluyendo una lata de pintura medio vacía. Me hace una taza de té y encuentra una tapa de estaño para que use de cenicero. Está lejos de ser una mansión blanca. Okupa una casa con Boogie [Tiberi], que era su manager en los 101’ers y ahora trabaja con Malcolm McLaren. Tiene tanto glamour como la lepra. Indudablemente yo no viviría acá, aunque tenga la ventaja de tener a la vuelta de la esquina una cafetería que abre toda la noche.

Joe me muestra la remera de las Brigadas Rojas que se hizo para el reci de la Liga Antinazi. Claramente orgulloso de ella, se sorprendió de que nadie en el reci notó lo que tenía puesto y culpa de eso a los diarios ingleses:

-Los diarios no le dan tanta cobertura, ¿no? Dejan afuera todo lo que sea un poco arriesgado.

Dejando de lado la política internacional, le pregunto por la política interna del disco:

-¿Cómo terminaron empleando a Pearlman?

-Mick y yo lo conocimos y dijimos “probemos”. Alguien nos presentó. Creo que Bernie [Rhodes, manager de los Clash]. Un día estaba en el auto de Bernie y él puso Blue Oyster Cult y le dije “¿para qué ponés esa bosta?”. Y me dijo “está bien producido”. Estaba chequeándolo.

-¿Quién los quería a ellos? ¿La empresa discográfica o ustedes?

-Ellos indudablemente pensaron que era una buena idea que tuviéramos a alguien que produjera bien. Cuando Pearlman vino a vernos, se horrorizó por los equipos que usamos, pero se asombró por los resultados que logramos.

*


LA SEGUNDA ENTREVISTA

Volví al estudio una semana después. Estaban en la etapa de grabar voces. Únicamente hacía falta que estuviera Joe esta noche, pero Topper cayó, luciendo un pin grande que dice “Preferiría estar jugando al pool”, y Mick estuvo viendo tele hasta que decidió irse a su casa a dormir. Mayormente, Joe estuvo solo en el estudio, laburando con tomas infinitas de “English civil war”.

Con un pañuelo ubicado en su bolsillo del pecho y su propio bar de té con miel frente a él sobre un ampli, parece un Bryan Ferry alicaído y abstemio. Incluso con dosis constantes de miel, su garganta no soportó más tensión y se detuvo la sesión. Empezamos la segunda entrevista, nuevamente en su casa okupa a metros de calle Marylebone.

-En el estudio, escuché algo sobre terminar el disco en EE.UU.

-Son boludeces. Cuando las vacas vuelen. Simplemente íbamos a ir a hacer tres recis y nos dieron la espalda. Nos dijeron que era una pérdida de tiempo. Íbamos a hacer los recis y a mezclar el disco en un lugar que ellos [Pearlman y Stasiak] cononcen mejor. Yo ni lo pensé. Me gustaría ir con mucha fuerza, con algo como la gira Anarchy, muchos grupos, noches completas, un espectro completo de punk rock.

-Aparte del disco, ahora no tocan en vivo muy seguido ¿no?

-No. Estuve enfermo. Estuve en el hospital un par de semanas, pero me llevó mucho tiempo darme cuenta de lo que tenía. Rocco [alias del español Jesús Redondo, el autor de la foto trasera del disco The Clash de 1977] me dijo “che, amigo, estás un poco amarillo”. Giró un reflector y mis ojos estaban amarillo fluor y tenía toda la cara amarilla. Me saqué la remera y tenía todo el cuerpo amarillo. Últimamente estuvimos haciendo recis cada un par de semanas: la Liga Antinazi, Birmingham y París. Pero tocar en Londres es muy difícil para nosotros por todos los prejuicios contra el punk rock.

-París fue el primer reci al que viajé con ustedes y me pregunté si siempre fueron tan desastrosamente desorganizados.

-Siempre fuimos así. Ya ni lo noto. Empieza por Bernie. Él vive en otro universo distinto al de la mayoría. Pero no es verdad que lo vamos a echar. Siempre sacamos los trapitos al sol. Es un don natural que tiene Mick Jones. Prefiere tener una buena discusión de mierda en público.

-¿Qué sentís cuando te tratan como ídolo? Porque al principio decías que eso era algo que querías evitar y ahora estás atrapado.

-La verdad que es muy difícil creer que pasó.

Por ejemplo, Johnny Rotten se asustó y se encerró en una casa.

-Bueno, no me podés comparar con él porque él pasó por cosas muy pesadas. De repente, todo el mundo le cayó encima. Pasó cosas: más presión. Un millón de toneladas más. No se puede comparar.

-¿Alguna vez sentís esa presión?

-No. Me siento bastante bien.

-Estás claramente más relajado. Ya no mentís sobre tu edad.

-Eso me parecía importante. Cuando tenés casi 23, te sentís mal. Cuando tenés 25, no te importa, porque te despedís para siempre de la adolescencia a los 22 o 23. Pero cuando tenés 21, te podés seguir engañando a vos mismo.

-Pero de 24 a 22 es una diferencia muy chica.

-¿Creés que me debí haber sacado 10 años? Habría tenido 12.

-Otra cosa que cambiaste, es el énfasis en la política.

-Fue como una forma de defensa. Ahora estoy preparado para hablar de una manera más realista. Somos un grupo politizado. Los Damned son un grupo divertido [hace una sonrisa grande] y los Clash son un grupo politizado [frunce mucho el ceño]. Claramente tenemos un sentido del humor interno altamente desarrollado. A muchas cosas que nos hacían morir de risa, la gente se las tomaba muy en serio. Con algunas letras del primer disco, Mick y yo lloramos de la risa. En cuanto a la política, nunca lo pensamos. No queríamos saber nada con esos conchudos desgraciados aburridos. ¿Quién quiere que lo etiqueten junto a ese montón de mentirosos? Eso nos asustó. Simplemente creíamos que la política era como el Partido de los Trabajadores Socialistas o el Partido Comunista. Y uno conoce gente de esas organizaciones y dice “no les voy a pegar. Capaz que estén haciendo un buen trabajo”. Simplemente son aburridos a morir. Y no queríamos que la gente empezara a pensar que nosotros éramos así.

-Algunos creen que Bernie los usó como voceros políticos.

-Eso me hace acordar a una vez que yo estaba hablando con Viv de las Slits y era la época en que Malcolm [McLaren] estaba haciendo algo con ellas. Y hablamos de que eran títeres de Malcolm. Ella me dijo “al menos es mejor que ser títeres de Rhodes”. Bernie nunca nos dijo qué decir. Solamente nos dijo que dejáramos de cantar canciones como “Ella está sentada en la fiesta”. Nos dijo “descarten esa puta canción del repertorio. Escriban otra cosa”. Estuvo bárbaro conocerlo. Fue un chabón que vino y dijo “piensen en lo que están haciendo. Hagan algo que valga la pena publicar. No salgan simplemente a arrastrar los pies”. Y estuvo bárbaro. En realidad ya no tenemos una relación así con él. Pero todo cambia.

-¿Pero sigue habiendo un respeto mutuo?

-Sí… en un día bueno. Los días malos no hay nada.

-¿Qué sentís cuando te tratan como “héroe de la clase obrera”? ¿Creés que es una representación justa?
-Sí.

-Bueno… indudablemente no venís de un ambiente golpeado por la pobreza…

-Sí, pero no depende de dónde venís. Depende de dónde estuviste y por lo que pasaste. Si te mantuviste en pie. Entonces no importa de dónde venís, porque aprendiste todas las lecciones y te volviste pillo. Simplemente porque es lo que hay que hacer para sobrevivir. Canciones como “White riot” se escribieron caminando infinitamente por las calles de mi mente.

-¿Y esas fotos de ustedes en Belfast [Irlanda del Norte], donde posaron como si fueran guerrilleros locales?

-Es raro estar en un grupo. Cuando vas a una ciudad, es entrar y salir. En Belfast fue así. Entramos; probamos sonido; pasamos a toda velocidad por las calles; un par de tomas. Yo no quería. Fue una falta de respeto para la gente que vive ahí. Si querés saber la verdad, te dicen “Bueno, si no hacés esto no vas a salir en la tapa de la revista ‘Melody Maker’. ¿No querés? ¿Querés estar en un grupo chico toda la vida?”. Nadie querría eso. Simplemente, tu ego toma el poder.

-¿Qué onda el nombre “Joe Strummer”?

-Se me ocurrió en la época del Charlie Pigdog. Es una paranoia defensiva. Yo sabía tocar solamente acordes, y en los primeros dos recis que hice en mi vida, había como 10 o 20 personas en la sala, que sabían tocar la guitarra mejor que yo. Pero yo era el único que tenía la guitarra. Cuando solamente sabés tocar un acorde LA, te sentís… me sentía muy inferior tocando música. Me parecía algo difícil. Eso fue lo bárbaro del punk rock. Casi todos los que conozco, ahora saben tocar.

-Mencionaste que estuviste escuchando mucha música country…

-Me rehuso a aceptarlo. Es una locura. Simplemente paso revoloteando. O sea: estuve re apasionado como un mes con el cajún [música folclórica basada en acordeón y violín, originaria del sudoeste de Luisiana, Estados Unidos] y ahora mis discos de cajún están todos polvorientos en la casa de Mickey Foote. Y ahora simplemente me volví loco por el country; gente como Joe Ely. La semana que viene no voy a escuchar country. Solamente me gusta la buena música, y el country que escucho yo, está más bueno que la mierda. Y si está bueno, no le va a hacer daño a nadie que lo escuche.

-¿Y el reggae?

-Ahora mi fuerte es el bluebeat [estilo de música jamaiquina, popular en el Reino Unido en la década de 1960]. Hay un punto en el que dejó de ser R&B y de repente se convirtió en bluebeat y ese es el material que me gusta. Escuché algunas cosas bárbaras como reggae griego. De verdad. Lo tengo en casete. Creo que el reggae estuvo un poco estancado últimamente.

-¿Eso significa que los Clash van a hacer bluebeat?

-Compuse un par de temas bluebeat, pero todavía no tuvimos tiempo de trabajarlos bien. Hacemos una versión bárbara de “Israelites” [de Desmond Dekker]. Hacemos muchos covers por diversión en las pruebas de sonido. Estábamos pensando en hacer un disco como Pin Ups [un disco de 1973 de David Bowie que contiene versiones glam rock y protopunk de varias bandas británicas de los ’60]. Se nos ocurrieron algunas ideas bárbaras. Pensar en hacer tal o cual tema, es alucinante. Hacemos una versión fascinante de “Train Kept A-Rollin'” como la de Johnny Burnette Trio. También hacemos una versión bárbara de “Rockin’ love” de Carl Mann. Lo vi cuando vino. Realmente, uno de los mejores recis que vi.

Después de que meara por la ventana, le dije que parecía que los Clash eran un concepto. Hay gente que los ve primero como un concepto, y todo el resto de cosas encajan ahí.

-No. Primero que nada, siempre fuimos un grupo. Nuestro concepto principal era que todos se movieran. Todo acción y nada de vagancia. Nadie aprovechándose de nadie. Todos trabajando al máximo. Es mucho mejor tener un grupo que trabaje a full. Es un grupo de verdad.

Como los Clash.
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